Sí, no era una persona adecuada
para el tiempo, no le importaba ser su propio error: sentía como su pasión se
alejaba de la forma de sus caderas y respiró profundamente, para expirar un
suspiro. Tomó las curvas de la banca del parque como modelo para su cuerpo que
se pliega, y entre molesta y afligida se resbaló de a pocos en las miradas de
los que pasaban, hundiéndose, haciéndose pequeña se desparramó en desgano.
Miraba de reojo a los que caminaban y no la observaban, se sentía ridículamente
frágil. Aun sin moverse se siente grotesca y sola. Son muchos años de sentirse anónima,
para ahora ser el meollo de su vida. Era tonto pensar que no volvería a ser
igual, ni jamás la misma. Son muchos
años tratando de sobrevivir, y… ¡no se resigna a llegar a su fiesta de
cumpleaños!
20131218
20131217
Corín Tellado de fin de año
Y ahora el Corín Tellado de fin
de año…
Quiero hablar del miedo, de esa
angustia que no nos permite enfrentarnos a nosotros mismos, a decidirnos. De
esa sensación de vacío que todos alguna vez tuvimos y para otros solo es
alimento para tener una razón de vivir. Para unos es un desgaste y para otros
modo de vida que los vuelve cínicos ante el dolor. Buenos o malos, indiferentes
o trastornados por no poder ser en otra persona, su personalidad los consume en
el ego de su ser, fingiendo una demencia que los exculpa de pecado y rellena el
hueco que les queda.
Hay alguien escondiéndose, me es
posible imaginarle tratando de disimularse tras un libro. Es un escritor
esperando en la primera mesa de un café de medio pelo junto a la ventana. Se
encuentra esperando, sentado en la cafetería de la estación de trenes del
pueblo hacia Termini, pendiente del reloj. Divaga en su interior y es fácil
adivinar su pensamiento, ella, la María que se va y no sabe si a huir de él o a
buscar algo nuevo. Siempre será Roma al final, que lugar más fácil para
esconderse, para olvidar, la imagina rodeada de hombres y mujeres que viven en
la punta de una flama que calienta su existencia. Mientras, él, espera sentado
para solo verla pasar por última vez, se esconde el rostro con el libro que no
está leyendo mientras garrapatea una libreta muy ajada, llena de apuntes “por
si algo brota”, que esta manchada con gotas de algo que parece una mezcla
abstracta de manchas de café y vino tinto. Solamente evade, se esconde de la
despedida que sabe que ya no será y solo desea verla pasar por última vez antes
de que parta el tren que sabe se la llevará. Como si de eso dependiera algo que
va, o puede, pasar después de esa imagen de alguien despidiéndose, o, quizás de
un solo adiós de reojo para dejar el pasado atrás. El pelo sobre el rostro no
lo hace parecer descuidado, solo le da un aire interesante que no lo ayuda a
encubrirse. Este sería su último compromiso con María, despedirse sin ser
visto, y bien sabía por qué huía, esta ciudad no era la Roma que soñaba. Ni él,
el hombre con que fantaseaba.
La libreta de notas se encauza en
un libreto sin pies ni cabeza con diferentes tipos de letra y tachones de quien
no quiere seguir algo que ya terminó y se quedó sin final:
-Yo, soy ese abandono, el caos y
María cuando me ve, siempre se encarna en desdén que sueña con el desorden.
María, observa, voltea y me arremanga despacito las mangas de la camisa, como
cuando éramos niños, como cuando nos estancábamos en las esquinas, con ansia, volteando
a todos lados para cruzar seguros a la otra acera. La verdad es que vivíamos
felices cuando nos visitamos las grandes extensiones de piel virgen, y lo mejor
era cundo nos encontrábamos en mitad del camino y nos perdíamos en el parque
para jugar juntos Ahora me ve, la veo y queda solo como cuerpo que dejo de ser
memoria de sexo y amores para volverse recuerdo ahogado. Despropósito por
transformarse en el fetiche de mis delicias insensatas, que mejor dentro que
fuera se aplica a entenderme, el que solo veo para ser opuestos porque el
diablo no se puede enamorar. Es cuerpo que acaricio como nube errante que pasa
flotando y húmeda. Notaba como los miembros se le templaban y la cara volteada
para molestarme, solo por molestar porque bien que me quiere y yo lo sé, porque
solo una noche me gusto para pasar la obscuridad guardándola y ella nunca me lo
recriminó. El pelo le escurría sobre la cara y le dejaba caer sombras
irregulares en el rostro huraño y lacónico de nunca jamás ¿Qué hace que el
tiempo no corra para esperarla y se vuelva agua para retenerla? Y solo se
despedía con el sonsonete arcaico de “Dios te cuide y la Virgen te acompañe” y
yo me encarrilaba por donde el sol se desplomaba y la rabieta me esperaba, sabiendo
que soy osco pero buena persona. Y María se dedicaba a dar envidias para que
quisiéramos ser como ella y no el extraño extranjero que aparece en el espejo y
no está, es alguien vestido de negro que no refleja. Extraña como es ella
prefiere no involucrarse y dejar trabajar a sus sueños en donde siempre me
asustaban sus senos mientras me apabullaba su vagina con el veneno de mi cuerpo
dentro, que se desliza en el gran cuento que es la vida, un muerto no se puede
defender , eso es un hecho-
Todo sin pies ni cabeza, lee y
repasa sus apuntes que sin sentido la quieren retratar y no pueden, recuerda
tantos años de compañía y no se da cuenta que algo paso mientras se escondía
para esperarla y verla pasar por última vez. María entró, ella está en la barra
observándolo desde atrás, él no la vio abrir la puerta y dirigirse a la barra. Desde
ahí María lo observa. Nadie la había notado cuando entró silenciosa por la
puerta lateral. Solamente se apoyó en la barra para despedirse desde lejos por
un par de minutos, sabía que ahí estaría escondiéndose por un buen rato observándola
y ahora, él, resultaba el cazado. Toma ánimos, se arranca y pasa junto al
escritor, le acaricia el pelo, sorprendiéndolo, para simplemente decirle “Adiós
y recuerda, en los cuentos puedes ir a la deriva, en la vida no” y sin darle
tiempo de verle la cara, lo deja sembrado, pasmado, mientras se encamina a la
estación con apenas un maletín de mano, sin que él se atreva a seguirla. Se
queda mudo observándola, baja la vista, ya tanto le era costumbre que se dejaba
caer sin pensar en las consecuencias -¡No pasa nada!- toma su libreta y apunta
algo entre dos manchas de vino tinto. -La inseguridad es un motor- y piensa, “al
menos es invierno es benigno y no pasará mucho frío” Y solo le viene a la
cabeza un trillado, “No toda distancia es ausencia, ni todo silencio es olvido”
20131204
El arte de la fuga
Aunque yo ya sabía a lo que iba,
y había una recompensa prometedora, no me resignaba a acompañar a Cecilia a
subir por toda esa escalera -A las dos de la mañana apagan el elevador- (después
supe que eso era una mentira) y me soplé cinco pisos a esas horas, un buen reto
para ponerme a prueba y, claro, ella lo hacía para tantear y demostrarme que al
final, ella tiene más aliento y ánimo. Siempre domina y apabulla porque así es
ella, aunque Cecy es delgada y aparentemente delicada como para inspirar
ternura, es el colmo del tesón. Yo, aprovechaba los descansos para tomarla del
brazo y ayudarme a subir. ¡Es una dicha perder el tiempo en el elevador!
Es cierto, aunque llegamos casi
sin aliento y el miedo se me escurrió por la escalera después un adiós que se
convierte en un encuentro a besos, me dijo; -Besarse no cuenta- solamente alcanzó
a susurrarme antes de despedirse con un último roce, esta vez más contenido y
con una palma separando nuestros pechos –Siempre nos quedara el descanso de
esta escalera; promételo- Y solo era un ensayo para saber de qué puerta era esa
llave con la que me rallaba la espalda -Con todos sus respiros en cada piso- le
dije y no me atreví a trancar la puerta con mi rodilla para escurrirme dentro
de su departamento. Lo sabía, será una larga relación, nunca habrá tiempo para
hacer las cosas rápido.
La semana siguiente fue más
fácil, pero ahora yo era el que se escurría de duda. Entré sin pensarlo con solo
un –Siéntate, te preparo un café-Y ella no se preparó nada, -Lo que me quita el
sueño eres tú- y solo me dejó enfriar el tiempo suficiente para recuperar el
aliento de los setecientos peldaños para tomarlo como una declaración. Toda esa
noche transcurrió en vela para Cecilia. Y yo, listo, dando vueltas a sus ideas
con un ahogo de tanto pensarlo, apenas me acuerdo de lo que no quiero tener
memoria.
Despertó sin haber dormido, se levantó
e inundó el baño de vapor para terminar de sudar y vestirse de nuevo. Para cuando
abrió la puerta del cuarto, sentí que la oleada de cariño se escapaba escaleras
abajo, corrían olas y osadas se transformaban en aventuras en cada escalón
mientras sus miedos se desparraman, peldaño tras peldaño, se reagrupan en los
descansos y se convertían en anécdotas que tomaban fuerza en cada piso cuando
se reagrupaban en las vueltas para tomar fuerza.
Toda la noche en vela, sudó
copiosamente mientras se revolvía con las sábanas que arropándola y húmedas nos
atosigaban. Acostada en su cama revoloteando neciamente como buscando a alguien
que se había ido, aguzaba el oído hacia la ventana buscando un ruido a quien
echarle la culpa de su insomnio y no admitir que no quería perdonarse y tenía
miedo de quedarse así. Se levantó y abrió la ventana buscando una señal que le
indicara que algo andaba mal, pero no, todo estaba tranquilo y una noche
esplendida le engaño el sueño y los sueños, para terminar de despabilarse, para
tratar de encontrar el amanecer. Pero aún era muy temprano para ver su luz
hasta que con los primeros rayos, su alma regresó al cuarto.
Así fue toda la noche, la
televisión, monótona y repetitiva, había permanecido prendida toda la noche
dentro el cuarto, trasmitiendo programas de conciencias apachurradas, sueños
trasnochados y versos sin continuación, para solo creer que ya pronto sería de
día. Tomó sus recuerdos y los acariciaba mientras se deshacían entre sus dedos
viendo la pantalla como si no la viera. Mientras, en ratos de lucidez, se
quedaba como ausente, recordando como cerraba puertas para ponerse a dibujar
nubes
Ahora es diferentemente igual,
habitamos entre sombras disímiles y sin forma, rodeados de frío y queriendo
estar en el ayer y por eso nos olvidamos de nosotros mismos, para terminar arrinconados
de nuestro futuro, endilgados el uno al otro en memorias. Eran solo como saldos
colgados de medallas que nos cuidamos el uno al otro, en arañados recuerdos,
endilgados en las sombras de las paredes de su dormitorio. -No te acerques,
estoy dormida- Es como llegar a la gloria cargando los demonios internos, esos
que viven solitarios y acompañándote de a ratos acabados por el tiempo.
Encontrar el muro donde se escriben los pensamientos para perdurar y dejarse
llevar mientras lees lo anterior y adivinas el futuro, mientras ojeas para adelante
y estiras el cuello para entenderlo, sin saber que las mujeres ven al pasado
diferente y huelen el futuro, con más intensidad.
Nada es tan rápido como las malas
noticias ni tan definitivo como la muerte. Despiertas convertida en tú misma y
te asustas o todo lo contrario, el espejo la desvanece, no hay manera de
ordenar tu relación con el mundo. ¿Cómo avivar una tormenta en un profundo
invierno? ¿Cómo amanecer rozagante? Las penas se quedan fuera cuando sale el
sol sin saber si nos llevan o nosotros las encausamos para sufrir más, si no
está segura de haber muerto en su soledad tan guardada. Si desde esa tarde en
que Dios estaba dormido y ella se imaginó que ahí no estábamos, que nada
sucedía y todo lo que veía no pasaba y era tan como una bola que pasaba dando
vueltas sin poder pararla mientras nos arroyaba, te deslizaba debajo de las
sábanas para quitarte del frío y te recorre rozándote y te peina a contrapelo
la piel para dejarte erizado el cabello mientras te humedece y hace sudar frío.
Tienes que estar cierto de lo que quieres porque cualquier cosa puede suceder,
te duele una caricia que es como beso pero en otro cuerpo que desconsolado, se
vuelve viento para solo arrullarme y aun es un suspiro que solamente me impide
dejar de respirar cuando me dijiste que hubiera… y hube. Siempre serás un lugar
para reír, llorar y equivocarse sin figuras ni modos que solo son una imagen
que no se puede plasmar, en el recuerdo de un vago perfume que se evade en la
desventura de no amar
Me levanté, entré y salí al baño
sin Cecilia, me tomé el café frío de 10 horas antes de bajar… ahora, en el
elevador
20131101
Día de muertos
“Cólico miserere” le decían sus comadres, se atasco con ganas de la comedera al preparar la ofrenda pa sus muertitos,
dieron las tres de la tarde y el dolor
se hizo insoportable en el cuartucho, abrió la ventana y se quedó viendo el sol
para encontrar alivio en la luz, ya sin fuerzas. Pero fregada como estaba, aún tuvo resuello para
llamar a un propio y me mandó traer, -Échame al Manuel paca, que lo quero ver-.
Para cuando llegué ya el sol
estaba bien fuerte y había que buscar la sombra en la acera de enfrente,
correrle para huirle a la calor que se nos mete en noviembre, quien sabe de allá
adonde, estaba atrás de la casa, donde hay una arboleda con un sendero que
lleva a otra parte del pueblo, esa de ese tropel que no habla, que sale a
trabajar temprano con un café aguado y un trago de mezcal entre pecho y espalda. Para regresa a dormir con cara de hastío y siempre está
borracha los domingos.
Pero al fin amansé esa frontera y
aprendí a cruzarla sin miedo, los problemas eran ya como troncos que te
acostumbras a brincar o barrancas que ya les hallaste el sendero para irvenir.
No es accidental que me guste ese camino, y cada vez que lo recorro es con más
tentación, un poco más emocionante, y solo un par de veces la vi. Era casual,
puramente casual, ahora sé que ni siquiera era real, qué se yo. Me distraje
todo el camino porque como que andando no quería llegar, ya me presentía que no
era de Dios tanta desidia por llegar era como intuir que de regreso llovería de
tanta la calor. Entonces no sabíamos hacer esto, bebíamos como quien tiene sed
y fumábamos por echar humo y ver los engreimientos subir. El perro que me
seguía desde el rancho ya mejor se echaba en la sombra y como que dudaba si
seguía o se regresaba, claro, él no se daba ánimos con el pulque de la garrafa
y, pos él no había comido en todo el día y yo, como quiera con que beber y un
par de tunas ahí la llevaba, más el pan de muerto que merqué el sábado, pero él,
así nació de pobre.
Han pasado muchas cosas, lo
entiendo y no hay remedio con el tiempo perdido, y ya hoy solo el sudor que me
escurre me alcanza a refrescar un poco. Más yo no me tengo por una mala
persona, es más soy mejor que muchos, manque para cargar culpas soy el bueno,
pa eso si soy chingón. Claro que tenía la esperanza de una sombra cuando
llegara al pueblo, pero para llegar necesitamos caminar, le dije como si me
escuchara, pero no me hizo caso y se quedó en la sombra de un pirul como
esperando que pasara la calor. Ya no supe si era nagual o perro porque ni sombra hacía. Me gusta ese
olfato que te lleva de la mano a la memoria (¿o será nomas el saborcito a sal
que te queda en la lengua?), te llenas los pulmones tratando de acabarlo, se
impone a la apertura de frutas hinchadas a pasión y con todo lo que esperaba de
la vida a la mano en una tarde de sol con vista al monte.
Pa cuando me le
arrimé, nomás me contenté con acercarme a su pelo, seguro de que no me
sospechaba atrás, quería estar cerca de ella, sentirla, olerla, probarla. Pero
no, lo deje toda ahí, ahí se quedó su ropa recién planchada, la ofrenda puesta y el mole acedo. Le puse lo que sobraba del pan de muertos en la ofrenda.
Sus ojos llorosos
de mañana y sus manos escurridizas de las tardes, María era una buena persona,
paqué digo que no, pero cuando se ponía necia no había quien la aguantara y se
entendió con el mole de la ofrenda con mucha enjundia. Yo seguro podía pasarla
solo pero mejor la buscaba de cuando en cuando, solo para quererla, aunque no
se dejara apalabrar, pos bien que le gustaba. Su casa se yergue a las afueras del pueblo
y como que no se nota, entro, los árboles y la barda de adobe con la tierra
dura y escarpada que se cuartea en secas y hay que sufrirla en lluvias. Y no me
quejo, nomás sufro la hechura de su cuerpo como una muesca en mi tiempo, mucho
tiempo deambule hasta que me convencí que estaba muerta. Y el problema no es
morirse, es el olvido.
20131015
Primera de muertos
Primera de muertos 2013
Quiero que quede bien claro, la
pulcra y bien dotada desidia que formaba regularmente su esencia; simplemente
desapareció con el desastre que nunca llegó ¡por Dios que desamparo! todos los
muertos llevamos el mismo tiempo esperando la resurrección, no es cosa de
reloj, es cuestión de penas el dejar de ver el sol para permanecer entre las
lobregueces de quienes no tienen sombra. Si tú los miras, ellos fingen no verte
porque tienen miedo de juzgarte o que los juzgues en un trazo de silencio. Llevan
cara como de saldo, de lo único que quedó sin liquidar en un remate de
conciencias blanqueadas por el fervor de una extrema unción. Sus señas son
mensajes que se aprenden de memoria, son unas líneas y no las meditan mientras se
deslizan entre las palabras, musitando oraciones a nadie. Necesitan una pausa
pero no pueden parar, se cruzan para conocerse en el fondo de las cuencas,
donde se proyecta algo como luz que solo debe ser el reflejo o la sombra de
algo que ya no está. Puros deseos contenidos que ya no serán, para pasar junto
a los demás como si no los conocieras ni coincidieras, nadie camina acompañado
y los viajes son redondos sin saber cuándo acabaran, porque cada día te cansas
menos. El único viento que corre es el de mi sombra, sin prisa, devanando ideas
que se quedan como imágenes en mí. El desdén se vuelve mañosa manía para desfilar
entre las ramas colgantes, como lienzos entre los cipreses del panteón, las
mueve como si lloraran y se arrastra para refrescarme mientras estoy sentado en
la orilla de una tumba, viendo salir los humores de los muertos que humean en
la tarde sin más compañía que mi destierro, que aunque voluntario bien que pesa.
En algún punto del cementerio el aire da vuelta y revuelve las telarañas entre
las tumbas para llevarse los espíritus de paseo a los sembradíos de junto, los
pasea y les va contando cuentos de niños para que no le tengan miedo al
diablo, saben que en algún lugar la
brisa los depositará para tenderse entre los pastos, ahí donde el charco de
agua de lluvia se vuelve espejo y mi alma se despoja de su sombra.
20131014
Antes, ahora, después...
Antes de que Patricia llegara, la
tarde descompuesta de domingo no se dejó enfriar ni con el ventarrón, ni con el
aguacero que cerró la semana, torrencial y de solo quince minutos ¡La lluvia y
ella deberían ser hermanas! La tormenta que dejó la noche lista para soñar como
objetivar esos ratos, soplos en que la gente sincera no dice la verdad, porque
la verdad solo es cuestión de mentiras en que la culpa atosiga, sencilla, monótona,
igual y simple de primeras veces de fracasos únicos.
Para cuando llegó, ella, la que
no necesitaba imponer nada, era una toda una autoridad absoluta de quince
minutos, despóticos de una eternidad para no acordarse. Bien segura de su porte
mientras no rozara con otra mujer, era terriblemente abyecta y segura,
fascinante en verdad, pero se enamoró de mis quince minutos ¡lo sé!
Se fue, no dijo nada, callada
prefirió marchar grandiosa, como lo que es y quedarse tan sola como debía
estar, acompañada por la nube vacía que es su experiencia, de cómo la lluvia
moja la tierra y la deja húmeda por buen rato y mucho tiempo, pero no me
importó, lo buscaba en el fondo.
Regresó contoneándose absoluta,
como solo ella lo sabe hacer, por otros quince minutos de encanto ocultos en la
nube de flores de su magia, perfumada de ausencias.
20130814
¿Qué más quieres, quieres más?
Tres en la función y una noche cedida
a la luz del “Haz lo que debas”
“Se abandona casa céntrica,
amplio jardín lleno de reproches y limones vanos, con amplias ventanas tapadas
de chucherías olvidadas por un ex dueño que no permiten ver los rosales (florean
todo el año y siempre de diferente color). Más informes en la calle desolación
esquina con amonestaciones. Renunciar a ella tiene infinitas posibilidades para
zigzaguear entre depresiones y nubes.
Informes con la dueña”
Todo empezó cuando la lluvia empezó
a caer como bolas aguosas rodando cuesta abajo para dejarse caer entre sus
mejillas y el piso. Se acercó a la ventana que ve al jardín, estaba
descubierta, ya sin la cara de miedo en la que se ocultaba, ni los pasos
cautelosos del desasosiego. Uno ve, cuenta y se aplica a cosas que ya pasaron
para rendirse y dejarse llevar por el recelo. Aprensión al castigo por
descuartizar la idea del divertimiento con eso. Gentilmente me dejaba ir, empezamos
en verano, pero ya principia el miedo al frío del invierno y hay muchas cosas
que no son pecado ahora y ella ya me concedió la vida eterna. Cuanta angustia
por seguir aquí y perder el control y acercarse a lo desconocido. Es de noche
hasta que amanece y el día viene en serio, para quedarse y aun dura. Ese
amanecer lo intuí y para el medio día ya lo sabía. Todo lo que no sé, no me
importa, el problema viene cuando no logramos lo que ambicionábamos, porque no
nos damos cuenta que cuando lo obtengamos vamos a ser más infelices… y no
podemos salir impunes del deseo. Es solamente el fetichismo que nos lleva a
volvernos mitómanos para anhelar lo que no tenemos y despreciar lo que ya tuvimos
pero se perdió entre el tiempo, la almohada… para terminar enredado entre las
sábanas del lecho mortuorio y sin nada, viendo un jardín que nadie visita en
una envidia. Porque los jardines ¿nacen? en la más absurda de las certezas
“Compro rincón apacible con todos
los servicios y ninguna inquietud, pago de contado y agradezco por siempre”
20130808
A veces....
A veces razono que lo que pretendo
es diferente de lo que logro, que mis ideas de lo que habría de ser no son lo
que es, y vivo en un error que no me deja ver la verdad, ni puedo entender
porque es así mi desconcierto. Y así pensando no recuerdo lo que le dije, ni
porque así lo decidí, aunque piense que pudo ser diferente si lo hubiera especulado
dos veces. Pero… si lo hubiera pensado dos veces, seguramente no hubiera sido
mía y yo, seguiría siendo de ella en una equivoca ironía. Es como escribir un
cuento y pensar que solo es ficción, si no lo has vivido solo puedes imaginar
un final errático y descabellado, que se involucra en memorias que no son o
recuerdos que no existen. El “hubiera” no es como el antes. Primero, hubiera
cambiado las cosas y ahora no es como ayer porque inicial, todo era una ilusión
y ahora sus cicatrices quedaron entre los sueños que me marcan, con su trampa a
la vera ¿Cómo mentir con la verdad? Si los muertos no saben del tiempo y
aguantan, exánimes, mucho el dolor. Están y se quedan frente a un espejo tratando
de echar vaho y se observan a sí mismos decaer mientras su único adorno es el
perfume de los miedos en los que danzan mientras se apoderan del baile en un marchito
último aliento.
20130720
Se acerca, despacio, ella está de espaldas y él a punto de tocarla. Pero
cierra los ojos y solo se infunde con su olor, es un perfume de mujer que se
revela, entre a añejo e historia de tiempo atrás. Casi siente el sabor acre del
perfume entre sus labios y los frunce instintivamente para darle oportunidad a
su lengua de que busque. La siente cerca, pero no se atreve a abrir los ojos y
continúa aspirando su alma en un estiaje de espera y desidia, de desencuentros
y desamores que lo transporta a otro lugar. Mientras, siente una pizca de su
alma paseándose entre él y la brizna de su pelo que le rozo y lo paraliza para instalarse,
nervioso, en sus dos pies sin querer moverse. Sueña y disfruta el instante.
Cuando abre los ojos, la fila ya avanzo unos pasos y ella… ya no está. Tal
vez se arrepintió de tomar este tren, quizás sintió la mirada clavada en su
espalda o simplemente… tembló al sentirlo cerca.
20130612
Cuenta la tía Claudia que nos gustaba jugar a las
escondidillas, saltábamos las rejas para ocultarnos donde nadie pudiera vernos
y, se ríe recordando. Lo que ella no sabe es como siempre te buscaba donde ya
sabías que te encontraría y, lo que inventábamos cuando nos quitábamos las
ropas de domingo. Ahora, tampoco sé dónde saber buscarte, si atrás del jardín o
en el hueco de la palma, tras las huellas húmedas del camino al río o en las
sombras del patio trasero, y ni siquiera imagina los cuartos obscuros donde
asustan y nunca nos soltamos las manos.
Antes te encontraba para tirarte a besos, comerte con
caricias mientras te aprendía de memoria para colorear las tardes, o cuando
cambiábamos de personaje mientras subíamos a la torre para ver la lejanía
arqueada de nubes. Nacimos así de juntos, brotamos para ser felices y
florecíamos los veranos. Ahora, ya sabes todos tus secretos y yo paseo por
cuentos nuevos para platicarte, aunque solo los tires en manojos secos que se
desviven entre el arroyo. Hoy me abrazas sin apretar, mientes con una frescura
que enamora, con una certeza que apabulla y… me hace creer que aún somos niños.
Unirás tus dedos
Serán miles de hojas
Brotando sueños
20130611
Soy solo una imagen, camino tratando de parecer despreocupado,
pasando inadvertido. Voy encontrando el viento frio que me corta la cara, vengo
caminando en la acera equivocada y cruzo la calle al llegar a la esquina, no se
para que lado voltear, los ruidos vienen de todos lados y me embotan. Sin darme
cuenta ya estoy en él, ahí está, es un edificio enorme que impone, llego al
hotel por la avenida cinco, doy vuelta y es él, tiene más de treinta pisos, es magno,
la puerta tiene dos cristales inmensos que parecen flotar en el vestíbulo y
entro. Pase lo que pase será perfecto, ahora estoy entre dos columnas altísimas
que cualquiera pensaría soportan el edificio, pero no, solo adornan la entrada
y le dan la sensación de inmensidad que buscó el arquitecto, camino y me siento
observado, pero solo. Un par de sofás le dan simetría a la recepción y están
ahí como un adorno porque nadie parece interesarse en sentarse para ser
observado, todos creen tener prisa… menos yo. Las ventanas permanentemente
cerradas y medio ocultas entre unas cortinas que se ven como pesado lastre para
la luz que trata de abordar la entrada y no puede inundar el hall. Volteo la mirada
siguiendo un taconeo, es una mujer maravillosa que se trata de cubrir el rostro
con una mascada que parece flotar entre su pelo y unos ojos que sé que me
observan, es magnífica y lo sabe, levanta las cejas al verme, casi
imperceptiblemente, se acerca a la recepción y descuidadamente se pone a
acariciar las flores del adorno al centro de mesa, veo que susurra algo
inaudible al recepcionista y pone una cara de contrariada que no quiere
ocultar, ahora ella tampoco parece tener prisa, “es una regular de estas
situaciones” pienso para mis adentros. Con soltura se adelanta y toma posesión
de un sillón al centro del vestíbulo. Veo como me observa y trato de disimular.
Me gustan los hoteles que tienen personalidad y clase, ahí sientes como miles
de historias se apilan dentro de él y tú quieres formar parte de un cuento al
menos. Este no es el tradicional hotel con olor a café barato y una mesita de
cortesía con vasos desechables, aquí hay historia melodrama, tradición y tiempo.
Pero en fin, ya estoy dentro y no sé si lo que siento es devoción o fe. Es como
si ya hubiera sucedido, ya se lo que hay delante y a lo que voy, hacer lo que
quiero hacer y en ese momento ser feliz dentro de una burbuja en el tiempo.
En cierto mundo paralelo siempre
tenemos un clon y en este acompañante paralelo, nuestro Doppelgänger, tenemos a la sombra que siempre nos acompaña. Estos son
como formas luminosas que tienen su obscuridad en otra parte de nuestra
otredad, un alma gemela que se atormente por saber que vamos a hacer o se
despreocupe de lo que hizo. Espíritu que vagabundo no tiene más que mi cuerpo
para asentarse o deshacerse como humo que en el infinito se dispersa como sudores
añejos, es mi perfume, mi marca. Es difícil aceptarlo pero así es, algún lugar
nos copia o lo imitamos y es una alteridad que se subleva. Queda como una calca
inversa de lo que pasa y se sublima y no sabemos si es nuestro vecino o está en
el limbo del mundo alterno que todos
sabemos y nadie ve. Tenemos tantas dudas y preguntas que quizás solo estamos
esperando que cualquiera las conteste para que se deje caer en nuestra razón y
respire tranquila un fallo, una sentencia que nos exculpe y nos declare
comunes, viles mortales. ¿O quizás solo esté en la antagónica, un replicante
que se escurre entre sombras y se vuelve súpita, esperando que pase por este
lugar para subirse al tren y cambiar
puestos con su alma gemela de la antípoda? Existe o solo es una maniobra de
nuestra mente para escaparse y justificar el destino. Es solo el tiempo que le
dedicas lo importante y ¿cuenta para la otredad? La verdad es que solo coincidimos
cuando sentimos sus pasos caminando junto en un pasaje que viene y va, en una
proyección que solo nosotros vemos y está marcada por la tragedia de no ser
ella. No es un clon, es yo mismo y por eso cuando no me soporto, soy otro en la
misma historia con recursos de la otredad. Hasta que pasa el tiempo, comprendo
que yo no soy el igual de mi clon. “Es el destino, solo el resultado de una solución
que escurre de a pocos y nos moja, nos empapa y cubre, nos despinta y
transborda a otra realidad en que también somos”. Tanto pregunté por ella que
finalmente la encontré, y ahí estaba, inmensa para topar con ella, choqué con
mis recuerdos. Y bien sé que no todas las mujeres son iguales, las hay que las
hay. Y yo, con solo el suficiente tiempo para hacer una cita, programar un
encuentro que no fuera casual, planearlo hasta la última miga para encontrar el
meollo, mi razón. Al final entiendo que no es mi igual es mi contrario que solo
quiere protagonizar mi existencia porque no soy un cualquiera. Y siento junto a
mí los clones de otros dando vueltas, mientras tratan de encontrar su par y
tratan de controlar mi quehacer en una copia ajena. No entiendo si los clones
son del mismo sexo o son almas paralelas que se complementan y asexuadas son
iguales o inversas, parásitos que imitan o no quiero imitar. Imitadores de
siempre o comensales de mi alma que están del otro lado del espejo y observan
mientras me descuido en opciones binarias que me alimentan. Dislalias de mundos
que de tan iguales son diferentes en la nostalgia de lo que pudo ser y no es.
Es un día común para una persona
cualquiera como yo. Ya casi es la hora convenida y ahora solo pierdo el tiempo caminando,
la vista es genial, avanzo despacio para no llegar hacia la cafetería donde nos
citamos. Esta, arrinconada en la recepción del hotel y no tiene vista a la
calle tiene los muros en tonos de gris, forrados en una tela cada vez más obscura
que mata el eco y cualquier ruido, misteriosamente los susurros se escuchan
perfectamente. Eso me molesta, me gusta no saberme encerrado y los espacios
abiertos y en el fondo no quiero estar ahí. La tarde es esplendida y nubes blancas
en el horizonte presagian un anhelo fresco. Afuera, la entrada a la cafetería está
llena de gente que viene a alguna reunión social de la que no soy convidado,
aunque bien podría confundirme entre ellos y hacer más rápida la espera. Pero
no, yo, me apoltrono en una butaca y aguardo con una copa (aunque no disfrute
del alcohol). Son las siete de la noche y el tiempo transcurre mientras trato
de no perder la compostura, me imagino que sudo profusamente aunque el calor no
lo amerite, solo son nervios, La copa se convirtió en un café que no saboreo,
permanece intacto mientras lo meneo con la cucharilla y me sumerjo en el
tintineo que hago, disimulando, tratando de ahogar ruido que produce. Las
personas que caminan en la recepción en sus trajes y corbatas no se dan cuenta
de que el tiempo parece detenido mientras espero, bien acierto que siempre vale
la pena esperar a una mujer porque aunque las primeras veces siempre son
memorables y únicas, pero sé que esta será la segunda y última. Y aun así, vale
la pena esperar una hora… o dos, sin fumar y tratando de parecer fresco mientras observo a las personas que se
registran y trato de adivinar su ocupación y no pensar, es fin de semana y hay
mucho tráfico como para rumiar en salir, porque, lo sé, vendrá. En el banco de
la entrada aún espera y siento como me observa la misma mujer mientras juega
con su mascada.
Esto ya no cuenta, para cuando brotó
Lluvia radiante, no la vi y pensé que valía la pena esperar su alma sin prisa, estaría
hermosa, radiante y cuando me di cuenta, solo éramos dos y ella (más el
fantasma que llevamos en nuestro interior que pide estar presente mientras algo
sucede para, espontaneo, aparecer después y en lo menos imaginado y montado
sobre la conciencia embosca nuestra mente), Lluvia, se quedó esperando que
llegara el tiempo. -Somos perfectos- Pero tanto tiempo se había desvanecido en
segundos y todos los caminos que veía llevaban al mismo sitio, y a sus lados la
tierra estaba deslavada y ceniza. Nuestros roles eran intercambiados entre los
días que no tenían más que hacer y el tedio de lo mismo de ser única. Todo era
caminar para compensar otras acciones y encontrar razones que no hay. Ella se
ocupaba de todo, antes trabajaba, ahora cuidaba de su casa y propiedades, y en
miedos pierde sus sueños. La mujer cauta del
encono diligente se deja caer en mí.
El tiempo corre, lo ves transcurrir
en las sombras que se mueven, tic tac, siento el pasar del tiempo en otra parte,
eso es algo terrible. -¿Sabes Lluvia? No sé cómo manejar la ansiedad, esto no
es igual a la muerte, tú eres una formal pasión, que cuando olorosa y obvia me
arrastras a lo más hondo del viento, me desmorona y solo me lleva al techo del
egoísmo- ¡No! es demasiado cursi, a veces, yo tengo la tentación de ignorar, de
solo dejarme llevar por la brisa y ahí flotar. Pero el solo revolotear sobre
huellas de herrumbre, esas persistentes manchas sin forma que marcan el camino,
me prohíbe olvidar. Son ganas de ver y dejar pasar, pero no puedo, siempre
supuse que eras parte de la armonía de mi vida, que tú, tenías poco de ser y
mucho de existir… quizás solo fue una brecha en un día a día, que en rutinas se
deja caer sobre la capa de fresco que queda de muchas tardes, en que yo, asomado
a la ventana para cuidar el jardín y soñar con verte corretear mariposas. Casi
sin ropa, oculta entre la mirada de mis silencios. Porque ni tengo todo lo que
es, ni es todo lo que está es un hábito. Recordando como el tule gigante al
centro del patio, se escapa de la sombra y deja caer sus graznidos vespertinos sobre
todo el jardín, y vuelven invisibles mis dudas como olor de flores. Me quedo
entre verdes de todos los matices, que regulares invocan pleitos de colores con
el cielo y se dejan caer en tonos de gris en las tardes que te desvanecen.
¡Regresa quintaesencia! Que mis huellas desnudas sobre el césped te extrañan.
¿Cómo escapar de lo inevitable? ¡Qué sé yo! Porque, retar no es una opción,
ignorarlo y dejarse llevar por la falta de tema para después lidiar con la
culpa, esa traición que nos hace nuestra alma para justificar lo necesario.
Olvida el miedo que tienes de ser feliz, que nadie te la va a arrebatar. Y
pasa, tararemos la culpa todo el tiempo y mientras el viento acaricia la tarde,
empapando lo que queda de recuerdos. Adiós viento insolente que desaforado te
llevas mis pensamientos cuando te conviertes en la seductora realidad que tu
pelo acaricia descuidadamente-
Parecía un infinito afín y Lluvia,
caminabas desnuda delante de mí, tan acicalada como enigmática no recuerdo el
día pero sí su frescura, quizás solo fue un sueño, teníamos un trato y algo no
funcionó, nada más al empezar a caminar lo ignoró. Te fuiste, ligera, como el
vino en el verano, parecía que volaba.
Me impresionó verte, veníamos juntos
y por un buen rato no caí en la cuenta de quien hería junto a mí entre el
sendero, te vi en la inmensidad de un parpadeo y supe que las cosas suceden
porque así tiene que ser ¡Lluvia!
Olía a primavera. Algunos logramos
continuar, caminamos atrás del perdón y supimos mantener la especie, ocultos en
el jardín. Hay una fuente, entre vientos que van y vienen, se escapa de a pocos
entre las orillas, en tonos azules y rosas cálidos que se escurren al miel de
tus ojos. Las fragancias que se escapan del jardín y llevan recuerdos de
alguien como tú, corriendo desnudas de peso en tu piel limpia. Atravesando
peldaños y pisando el verde recién regado que humedece las culpas, y se deja
caer entre las ramas del cedro que tiene tu nombre y mis recuerdos. Esas
memorias que son un rostro mojado entre lo demás, que fue cuando la lluvia
soltó a sus pequeños bastardos al sol de la mañana, uno dos tres cuatro, para
que se disiparan entre el sol. Parecía contar constantemente mientras
ronroneaba tratando de tenernos juntos. Pero desde que se seducía, veía muertos
en todos lados y penes en todos tamaños. Lluvia, quizás no es posible seducir
un sueño, que fiel al texto se queda sin alma, trasgresor e irreal de mi alteridad que se esconde entre el mito de tu
sexo. Cierto, me interno en el bar, el bullicio del hotel ha desaparecido,
siento la soledad, solo es polvo de tiempo escurriéndose entre las aguas, tú no
sabes lo que es buscar cauces, solo caer y dejarme llevar para perderme a
propósito en tu recuerdo.
Pasó una ráfaga de viento y se llevó
el final que no cabe en esta historia, porque los excluidos de esta historia
tienen otra versión, más real. (Lluvia dice que dejo un recado en la recepción
en que explicaba algo) Porque yo como digo una cosa, digo otra y todo se oculta
en mi otredad que veo en el espejo (O es solo mi clon quien me hace gestos) y
se niega en morir para dejarme como un fantasma sin sombra, porque tener
alguien a tu cargo te mejora el vigor. Lluvia, no llegaste nunca para
convertiste en tormenta que me hace pagar la cuenta y salir del restaurant, la
mujer del sofá aun aguarda atrás de su mascada a tono con sus ojos y siento que
es mi alma gemela. La observo, tiene una mirada triste y me mira, quizás piense
lo mismo.
Coincidencias que no veo, soluciones
imperceptibles y peleas que nos enfrentan. Sabía que los demonios terrenales no
hurgaban en las niñas sin prejuicios, siempre hubo un dejo de respeto.
Amarguras y dulzuras que nos describían entre sueños y vivencias, tomó su
píldora contra el miedo a las tormentas con una dosis de larga enumeración de
sueños. Las mentiras son un acto de colaboración desde aquella vez en que la
nube se situó encima del jardín, volteo a ver y se hizo chiquita mientras se
agotaba en grandes gotas que despeinaban las flores, llovía y Lluvia envejecía
recordando el cielo cuando era suyo el viento, con esa certidumbre de rencor
vivo, nube que se desgaja con los vientos de febrero.
Los muertos siguen caminando por
ahí, ya son el olvido que será,
melancólicos se acercan como sombras que de repente te descubren y caminan
junto a ti. Pasan contando lo que ya no tienen, que digo caminan, se deslizan,
se escurren con la luz que frívola se desprenden de su peso, se esconde entre
las sombras de tres árboles, una buganvilia. Se mete entre el jardín y se
integra a la tierra. Ya no son muertos, víctimas de falta de existencia, ¡ya
son la muerte misma! Que en una paz inmensa, inunda las sombras que ya resultan
estériles
Todo era igual, ya nos sabíamos de
memoria, violamos tantas costumbres para que sin miedo nos pudiéramos acostumbrar
a desaguar nuestra conciencia
20130607
Si las cosas que pasan no son emocionantes, solo son
"cosas que pasan" y si te inquietan… ¡son felicidad!
Del olvido al no me acuerdo se encuentra el… si no
tratas, ¡nunca sabrás! A menos y tal vez, que sin caso me descubra perdido en
medio del infierno pegajoso de sus piernas achicaladas, recordando cómo me
perpetué tarareando en atardeceres de soles melosos, que se derraman tal cuando
caminábamos rumbo al jardín y nos perdíamos veinte veces mientras no
llegábamos. Disipados entre los quicios de las puertas y con la misma canción
entre los labios desocupados, mientras ni nos besábamos ni hablábamos, aduana
que mansa nos soportaba en la ligereza de nuestro ardor, muerto en risas
garapiñadas.
Del piso de lajas, hurté un guijarro y lo coloqué debajo
de nuestro rincón, junto al nido que ahora ya sin miedos, vacante y seco de
nuestra morada se oculta del viento. Entre las brisas de verano que estorban
las tardes, pervirtiendose en noches para recordar que se quedan limpias,
bañadas con ojos de entonces y miradas de ayer. Se hace tarde, y viene el
crepúsculo, la hora del lobo. El sueño me lleva al último peldaño, ese escalón
que siempre recuerdas como en caída libre cuando despiertas, para después
desvanecerse y quedar solo como sensación, ese sentimiento de evaporar que te
llena los pulmones cuando inspiras y llenas los pulmones para despertar, hoy
más que nunca.
Ahí le doy nombre y le pongo personajes al sueño.
Adquiere formas reales mientras lo trato de fijar en mi mente… pero es inútil,
ahora ya solo es un estado de ánimo que se desvanece cuando me levanto. Y queda
como polvo que se adhiere a mi mente inserta a las efímeras aventuras que ya no
sé si fueron o serán, si son y existen o se va en nubes que pasan.
20130404
Primavera
Primavera
Tanto tiempo, cuantas aventuras ausentes
y ahora me la encuentro, parece que no se fue… pero ya regresó. Ahí viene entre
el cortejo, avanzando entre la sombras de las jacarandas y los reflejos de las
buganvilias. Mientras veía triunfar la fila, la vi mirarme, me uní a su abundancia
y noté cómo se entretenía conmigo, casi burlándose de ver pasar el tiempo que
no se decide y solo trascurre, mientras quedan imágenes como postales en la
mente. La alcancé y platicamos mientras las sombras iban y venían entre los
árboles. Me contó como recordaba que cuando salía de la escuela se encontró al
tipo con la jaula y los pajaritos que leían la fortuna, y ella supuso que había
truco porque todo lo que decía era verdad (ahí estaba yo, en esa carta que escogió
el ave) y se dedicó a predicar su estado compulsivamente. Puede que sea, puede
que no, pero es seguro que transitó conmigo todo el camino.
Da vueltas y se enreda entre mis palabras y sus ideas, pero ella tiene la
última voz en mis intervalos, en uno de ellos se planta para dejar caer sus raíces
–Soy chica para tener conciencia- Todo esto es solo azar, un albur que se deja
caer sobre nuestro destino cuando sale el sol y se olvida de la magra dieta que
la acompaño en la sombra. ¿Crear conciencia? No puedo dormir porque siento que
estoy dentro de sueños que pasan y no regresan, para convertirse solamente en
poemas a cosas inútiles que nos dan forma, porque toda desventura es solo una
oportunidad para atreverse a rasgar los sentidos.
Antes de cerrar los ojos, con los primeros rayos de sol, un sudor frio
acompaña su segundo despertar, ¿Qué es lo que no puedo recordar? Pues qué y
para qué, ¿por qué? si eres la atea más profundamente devota que he visto,
mientras amanece, todo se vuelve una imagen difusa por la neblina, etérea e
irreal, mientras llegamos a donde da vuelta el aire, el silencio es sepulcral
hasta que llegas a celebrar la boda entre dos vientos en que no aceptan la
verdad y se esconde el silencio, silbando como uno solo entre las copas de los
árboles en una verdad a medias y le encanta que sea para dos, aunque solo sea
un tal ves o un quizás la promesa sin futuro, ¿Saldremos vivos de este
silencio? ¿Terminare algún día por alcanzar mi sombra? Llegamos a una puerta
que se abre y ve al abismo.
Es de pocas palabras, las esculpe de a pocos cinceladas en bucólica
añoranza de lo que no fue, y las suelta de a pocos, escupe si no le gustan,
como las moscas que me revolotean alrededor de mi pasión, luchando contra el
dolor que no es.
Y ¿qué? si de acuerdo a lo que ella habla, solo las frustrantes esquinas de
su insatisfacción fraguada dentro de los muros bordados de buganvilias queda. Y
como se dejaban derrumbar después, gozos que no gula, sublimados en intactas
imágenes que se escapan de su mente como fantasías en que su cuerpo se sublima
y suda las posiciones que imagina. Y se incorpora a la realidad en la última fase
que la acompaña de delirios estáticos que benevolente la moldean su depresión,
en moldes histéricos que se rompen cuando termina sus fantasías y se desguanza,
se deja ir en una ola de placer que acaba con sus somnolencia, termina y cancela
pero no se acaba cuando encuentra la paz interior por un rato que la moldea y tiraniza
su depresión entre elogios a la displicencia. Hoy más que nunca las lágrimas
son húmedas y escurren alegres sobre la almohada de la alquería, felices.
Aunque el dolor sea inevitable al ver a mis yos anteriores muertos y sin
sentido en el hoy en que si no estoy aquí, no estoy en ninguna parte. ¡Qué
razón pueden tener mis desvaríos!
¿Ausentarnos es como morir un poco a
los demás? ¿O será como recapitular y ser nosotros mismos un tiempo? Extraña
tarea la de las jacarandas; cobijar, dar sombra y escuchar historias… sin
tintarlas de su color ¡Qué enormidad de silencios enamorados! ¡Qué forma tienen
de atravesar mis sentidos en primavera, cuando todo mi ego se abraza en una
visión de un sepelio en que no veo la obscuridad! ¡Yo, soy las tinieblas sin
luz que apagan la vida! Esquizofrenias que parecen milagros, memorias que
destruyen al muerto que precede el desfile.
20130321
Puerto libre
Solitario
en Puerto Libre
Ella
no se fija en como la estoy observando, camina como si cualquier cosa hacia mar
abierto y yo, no puedo evitarla mientras marcha tan rápido que me deja atrás. Y
yo siento como cuando la realidad se vuelve cotidiana, una sola mirada furtiva
de silencio enamorado, basta, ¡Qué complexo este marasmo! Es un recuerdo de
orfandades y desamores en que la realidad no existe en naufragios, aunque la
coquetería sobreviva acariciando egos, esperando que se te escape un equívoco
en que observas que la vida es un borrador, nunca será original y solo quedan
éxodos. Tan solo son de ida y parten a ningún lugar, los esperas. Principian
desde que llegas al muelle queriendo descubrir nuevas sensaciones, pero pierdes
el barco, y solo vez pasar, distantes, a los tripulaciones que existirían como
tus compañeros de viaje y pones cara de que solo fuiste a verlos partir sin ti:
Son huidas en que traspapelas tu equipaje ahí dentro, con tus emociones y aun
así, no tienen regreso. Son viajes que ya comenzaste y no tienen atrás, son
compañeros que ya perdiste y maletas que no recobraras. A veces solo te quedas
marcado con una pulsera, que no una esclava, abrazando tu mano izquierda a
manera de boleto, con el miedo en la bolsa y suspiros de abandono en el
aliento.
Son
primeras veces que merecen una segunda oportunidad, el derecho a olvidar
cualquier cosa, es algo personal que nos acongoja y simplemente está el
recuerdo. La memoria que es un invento de abates o bardos está iluminada por
una luz que no calienta, artificial me deslumbra sin dejarme ver y se eterniza
sin calor. Por ratos esperaba que se volviera a armar pero se quedó desencajada
y hablando algo que no era nuestra jerga de todos los días, una verborrea en la
que traté de hacer mutis porque creo conocerla desde chiquilla y sé que hay que
esquivarla en estos momentos. Por la ventana de la taberna del puerto, veía
como de a pocos la tarde se caía en pedazos y dejaba unos enormes huecos negros
en el cielo de los que se suspendían
nubes cada vez más grises y siempre inacabadas. Ella se daba maña para
hacer la tarde eterna y no despedirse sin antes dejar escapar sus ansias
(debilitando las mías) en algún escondite que siempre estaba de paso y
generalmente era un obscuro y sin ventanas. -Estar solos no es casualidad- en
efecto era una cita cuidadosamente planeada y escrupulosamente escogida. Todo
un enigma que escondía el estigma que la caracterizaba mientras se trataba de
borrar las marcas de la última vez y pretendía ser primeriza, una y otra vez.
Los
aromas del mar, son momentos agradables que excitan la memoria y desde que
recito nubes estoy más cerca del cielo, contando gaviotas e hilando rutas que
solo se adivinan desde arriba, en el fantasma de mis apariciones que no tiene
brújula. Hay fantasmas por todas partes, son todo un hito yo siempre me
los encuentro entre el aire que pasa, van flotando y no podría decir que
arrastran penas. Más bien van en un aparte que los eleva mientras piensan y
destilan cuentos en ruidos extraños, cualquiera diría que los cultivan en la
religión de los desesperados, entre monosílabos y susurros. -Ya no deseo una sirena,
ahora me atrae el silencio-, y fue una sepultura por el cuerpo, lo
suficientemente bien planeado y perverso para parecer inocuo, irracional e
inocente porque no existen libros de magia para mujeres tristes.
Amaneció
muerta y estaba lastimada por quererme aplicar citas de famosos que nunca dijeron
y escogiendo, ahora sí, cuidadosamente las palabras para parecer consejos rosas
de quien solo adivina la realidad. Pero aun así, esta vez noté un pequeño
temblor en su voz, algo no cuadraba y sus escalofríos me turbaron, fue
diferente. Cerré los ojos y traté de concentrarme en la anarquía funcional del
silencio enamorado de su organizado desastre. Ese, que ahora nos tapa con solo
una sábana como vela de muchas palabras y poco entendimiento porque ya se le hundió
la última barca. –Soy un olvido, capaz hasta de amar-
No la
pienses, úsala y sedúcela, acaso ¿Se pude hace un inventario de las personas a
quien arrebatas? Y ¿Qué tan iguales son a ti? ¿Serán tan totalmente disímiles y
escabrosas como para desecharlas?... ¡Suelten lastre! Es como una tormenta en
el horizonte. El barco avanza, tú perdiste la candidez y solo te quedaste el
muelle viendo avanzar la ausencia, con el llanto a flor de piel, que para
acostumbrarte florece como una forma de morir que se marchita dando vueltas en
la bahía. El viento se escurre entre las rendijas reconciliándose en mutis con
la tarde, respirando a base de suspiros.
De
noche llegué a casa, percibí que alguien me llamaba, cuando volteé, no había
nadie, solo una desilusión inútil. Ahora y en la distancia podría decir que su cuerpo es un laberinto
que hay que transcurrir a ciegas, sus labios un sinfín de olas que se
entrelazan con sus pensamientos en gotas de miel. Pero abro los ojos y la
encuentro de cabeza observándome… -¿Quién es tu dueña?- ¿Quién posee a quién?
Ahora que tal vez salga la noche de nuevo a provocar a mi sombra, que a veces
es un susurro y ahora solo una caricia que como prurito se esconde en mi cuerpo
mientras pierde el velamen. Los hombres que pasaban lo sabían, pero caminaban
de largo disimulando, las mujeres preferían fingir. No tenía sombra, se veía
etérea, sin halitos ni auras ¡Su alma no había sido nunca! Mientras lágrimas se
creaban entre los rayos de la tormenta de su mirada.
20130219
Del deseo y otros peligros
Más allá del deseo y de las
costumbres, ese día Lety caminó con soltura hacia la barra y pidió un cortado doble,
a los costados del destartalado bar de estación se escuchaban voces de hombres
que platicaban en voz alta y mujeres observaban a quien pasaba, Ella camina con
soltura montada en sus tacones de oficinista transmitiendo un tamborileo que
avivaba los oídos de los más curiosos, llegó, se plantó frente a mí y se llenó
de pecho a espalda de luz. Una pequeña rendija entre sus lentes me deja ver sus
ojos, se sentó displicente, abrió su agenda y trato de leer lo que traía instruido
en la memoria:
-Lunes y primer día de marzo, fecha
en el que hay cajones que no quiero abrir porque por ellos se escurren
nostalgias; las tengo dentro, bien húmedas entre la ropa vieja que ya no uso, son
almarios llenos de cosas viejas que no he visto en mucho tiempo y al ponerme a indagar…
se me escapan estupores y sorpresas, que como son, me asombran. Empiezan a pespuntarse
con mi vida pero… todo esto está estático, es lo mismo, no cambia-
La escuche como quien escucha al
viento, sin querer comprometerse, con cuidado. Sus palabras tan sutiles que
casi no se escuchan, noto que tiembla temerosa. Le tomé la mano para decirle
algo y creía en la curiosidad de las personas en la mesa de junto, que no
sabían si ella actuaba o así era sus maneras y revoloteaban en nuestro portar. Llegó
el servicio, tomé la humeante taza de café y sorbí de a pocos tratando de
ordenar mis pensamientos y descifrar los suyos, aislándome de los demás.
Abrí y me encontré con ecos
confesos en que ella llega sin más, recuerdos de otras tardes llenas de tazas y
plática -Soy una impostura- descaros que dicen que la verdad siempre sale a
flote y las mentiras caen por su propio peso, estas escurrieron de sus labios
hasta tocar fondo cuando ella me dijo que hoy, ¡Ya me perdonó! Me guiñó el ojo
y tomándome de la mano me indicó que había inventado el amor de ocasión y tenía
que percibir todo, es como era y nada cambió la vocación de sus besos ni en sus
caricias que se escurre en la tierra y forma lagos que brillan deslumbrantes y
terminan bordeados de árboles, que son como sombras que nos observan. Termino
por pedir una ensalada con frutas -Para dos- Le guiño un ojo al mesero y yo me
sentí celoso de que el ayer no acabe nunca para deshacer una realidad que no
acaba nunca
–Abrázame, respírame, acaríciame,
metete en mí y revienta. O al menos solo imagíname, piénsame y hazme real, no
puedes conservar para siempre frescas y olorosas a todos los requiebros que has
amado- No esconde ningún secreto, solo actitudes y posturas ya olvidadas sin
caso se dejan entrever cuando abre la bolsa y me entrega un regalo, es algo que
para ella importa.
Puede que así sea todo ahora, que
algo pase, no sé si hoy o nunca, pero va a suceder, solo es cosa de esperar que
este de buenas y se deje querer porque si, nomás porque si y sin siquiera
cuestionarse o preguntar. Yo, tengo mis dudas. A veces era una y a veces era
otra, y regresó a la que me gusta, se acomoda a mí y me permite quedarme ajado,
porque no existe nada que no sea inmortal, pero esto ya huele a enredado de
tres días. Descubre el hecho de amar sin entregarse y es como morir sin tener
fuerzas para resucitar y deja caer sus pesares en la culpa. Se siente como
recién llovida y húmeda de nuevo.
Cuento su historia queriendo
olvidarla, bella e intransigente, porque ya está lo suficientemente clavada en
mi cerebro para poder disfrazarla, atenuarla y dejada caer de a poquitos,
siempre he querido olvidarla pero regresa para disfrazar mis miedos de sueños
justo donde empieza la alucinación. Cada amanecer despierto más temprano para
tratar de evitarlo y dejarme caer en la vigilia del día a día de trotador
ensimismado en mi propia brega, faena que maduró precoz en su relación subterránea
de acciones develadas solo por las sombras que se evidencian, solo por el frío
que provocan entre generosos desvíos de atención que me enseñan que estoy
encerrado entre cuatro paredes que parecen ser una caja de cartón. Siempre iba
y venía en el mismo camino, en la misma hora e iguales vistas, lo que pasaba,
pasaba a sus espaldas porque ella no se daba cuenta que lo que pasaba la iba
digiriendo de a pocos, casi sin darse cuenta. Tenía unos treinta años y no se
daba cuenta de cómo asomarse al mundo sin agacharse a ver si es amor o
sordidez. Sin darse cuenta que desilusiona mis ayeres en sus dos versiones,
claro a la que tiene subtítulos le entiendo más, aunque dude de todo, más del pasado
y las mentiras de un momento. Pero memorias… para toda la vida incrustadas en
el baúl de los recuerdos en que ninguna felicidad es eterna. Pero, ¿qué
realidad tenemos sino la que vivimos y recordamos cuando la suerte se lía con
el destino? Y mientras no termine la encrucijada, no puedo empezar a
disfrutarlo porque ahora me siento un extranjero, que no un extraño entre sus
besos con aire de tabaco que me desconciertan de inciertos. Para cuando llegué
a casa la tarde era una lluvia continua.
El
mundo hasta ayer era un lugar apacible, hasta que aparecieron las dos, ella y
su sonrisa con cierta malicia y así fue el final, un cuento con vuelta de
página ¡Orgasmo de por medio! Y entre lo quieto y lo formal se desenvuelve
entre lo que yo desconozco de la noche y lo que la obscuridad sabe de mí. No me
gustan los almendros, se dejan florecer por cualquier febrero y en pleno
invierno quieren ser las estrellas de la mañana… Lety es lo mismo.
20130104
...
,,,
Cuando
encontró la llave del tiempo, Inequívoco se devolvió al pasado para crear de
nuevo el universo, átomo por átomo, y se fundó igual, idéntico. Lo imagino como
él era y será, antes de quedar como un cadáver exquisito, con la imagen de un
dios a su imagen y semejanza. Lo hizo en un lugar con olor a incienso, que perpetuamente
fue igual porque con el tiempo aprendió a crear e imaginar el futuro a su
antojo. Desde entonces siempre está ahí, donde perpetuamente hubo flores con
cantos suspendidos entre volcanes y ríos, todo lo descubrió entre los ecos del
pasado sembrados en la memoria ancestral, que ya no transcurrían innecesarios. Ahora
transita eternamente; como lo quiso el innegable, que no sabe que Él, es él
mismo mientras nosotros; ya nunca nos perdimos de nada porque descubrimos que
estamos hechos de historias y cuentos, no de partículas entre el tiempo que ya
no existe.
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