20121228

Inocente


Inocente

 

Diez segundos bastan y sobra, si me desprendiera de todo lo que falló, del tiempo que perdido aparece entre sueños y me pesa, las horas que dan vueltas hasta el amanecer, del espacio que a veces es tan próximo ¡Amate con toda la tinta que pueda escribir tantos despropósitos! Mientras, trato de tocar ese cielo tuyo tan azul, que revienta las costuras de tu infinito de días no vividos, de la última imagen que me sobrecoge en la realidad de la devoción que queda cuando todo acaba, porque no rio de lo que dices sino de lo que piensas, entre la histeria que se repite en ecos ahuyentados y miradas perdidas, alentadas por el olvido y la inapetencia del miedo que se esconde en un manojo de hiervas de olor que en sus orígenes, fueron árboles y ahora, son hojas de un libro en que lo único que está es una ausencia, que ya se está escribiendo sola cuando las letras se esconden, jugando al escondite. ¿Cuál es el opuesto? ¿Dónde están sus correas? Que nada se toca, ni huele, solo interactúa y se despeja en el éter, mientras tú y yo nos frotamos, despedimos olores dulces y calores maduros de hipocondría sólida en doce tonos de esta felicidad que me encanta, porque yo estoy aquí, viendo el infinito inmóvil. La tierra impotente, crecida de puestas de sol, gira que gira, en torno de un sol que se desliza entre la galaxia, universo que solo interactúa con el cosmos, dando vueltas, giros, divulgándose en el eterno. Y yo, sigo aquí inmóvil, viendo el infinito en el acto de confesar cosas lejanas pero posibles en donde mucho de mi tiempo camina en la obscuridad, sentado en la sombra, deseándote a gritos.

20121204






 
Dentro del viejo parque

 

Nunca fui muy sutil ni sensible, más bien desenfadado y equívoco, creo que sin proponérmelo… pero esta vez, lo iba a pagar:

Los paseantes se habían acostumbrado a nuestra presencia en el jardín, pasaban errantes por todas las esquinas y sabíamos que nos observaban mientras discurrían, una y otra ves alrededor de nuestra presencia habitual en la tardes de frío. Fuimos un par de almas vagabundas, ¡las estrellas del parque! y el deleite de los curiosos.

Tomé su mano contra mi pecho y la apreté con la suficiente fuerza para llamar su atención, el viento corría plácidamente entre el follaje, ella lo observaba con la mirada perdida, la mente en blanco y la boca llena  promesas. Yo, solo tenía palabras para despedirme, hacía frío y las frases me surgían entrecortadas y cortas. Tenía ganas de terminar, pero el último abrazo era indispensable, noté que su pelo estaba empapado, estaba sudando y yo no tuve fuerzas para irme primero, aunque deseaba correr, escabullirme y desaparecer. Me aparté para dejarla ir, pero yo fui el que se fue, contando los pasos para cambiar de tema, las manos en los bolsillos sobando un sentimiento de culpa y abandono por nunca haber pasado de esa banca de parque con ella. Entonces, consideré que lo mejor era separarnos y yo tomé la decisión porque considere que era mi deber. Avancé procurando no tropezarme ni encariñarme con el sendero, porque al final soy la suma de las mujeres en mi vida entrecruzadas con lo turbio y sombrío de mí ser. Pasó el tiempo…

 

Levanté el teléfono y reconocí su voz, quizás un poco más apagada, quizás más lejana

-Voy a negociar con Dios mi regreso y quiero saber ¿qué harás?- y me citó al lugar de siempre, insistió que en la misma banca.

-Voy a regresar a esperar, aunque no vuelvas completo, pasó lo que pasó y ya no me importa- y no terminé de entender lo que quería

-Fue un largo impasse- se despidió y yo quise renunciar a verla, a la experiencia de regresar y tener que resignarme de nuevo a empezar a olvidarla, el pretexto estaba en mi superficie pero me negué a aplicarlo y acepté ir.

Llegué pronto a la cita, caminando el parque, oliendo a hierba húmeda, despacio, buscando imágenes y recordando lugares. Ella habló poco de su vida y yo en verdad nunca creí conocerla ni me importó su pasado. El paseo es un lugar abrigado, con personalidad propia y un fin definido, lleno de plantas y sombras entre senderos, que aparentemente no van a ningún lado y dan la vuelta en curvas marcadas por arboles gigantes que se dejan caer sobre sus linderos y casi velan los atajos que ocultan nuestras citas y recuerdos (cuando me la jugué robándole el primer beso)

Cuando me llamó, no entendí que quería, pero había pasado mucho el tiempo, año sobre año, y sentí curiosidad por volverla a ver. La recordé hilvanando recuerdos, como cuando la hierba crecía parejita alrededor de la banca en que siempre la esperaba y siempre habíamos frecuentado. Ahora el pasto es una cortina que casi oculta la banca y forma unas aristas entre verde-quemado que apuntan al cielo en las esquinas y esconden el lugar.

Apareció y caminamos un poco, cuando nos sentamos vi que traía el abrigo de siempre (o uno muy parecido) y una mirada verdosa que sentí familiar, se puso junto a mí como un espejismo que cayó en mi vacío

–Vamos a hacer lo que fuimos- Y traté de entender que quería. Ahí estaba y me provocó una rigidez que solo se disipó cuando ella se dejó venir en una sonrisa, que ahora me suena hueca y noté que parecía estar desnuda dentro del abrigo que la cobijaba.

–Solo necesitaba estar segura de existir en tu recuerdo- Me dijo mientras sus manos la abrazaban y, así,  mientras rozaba sus dedos en el abrigo, vi como su rostro se convirtió en un una mueca en que se transformó en el último recuerdo que tuve de ella, una tarde gris en que se entregó y me juró eternidad

–Si no estoy en tu recuerdo, fracasé- Una música lejana marco el tiempo y la tensión del espasmo continuó en un gemido, complicado en el humor que escurría despacio mientras no hay risas para tantos chistes que se cuelan enamorados en esa, su sonrisa que madura entre besos amojamados de tantos apretujones, desgastados de tardes escondidas que por alguna razón me recuerdan mi infancia, cuando rogaba sonrisas para despertar en el espacio que se extiende, ahí, justo en el final cuando ya no hay tiempo para corroer el tiempo que pasa sin aprovechar. Es de un lugar que pasa entre las huellas del viento, brinca y se convierte en pájaro, se convirtió en algo que me persigue, me acosa en las sombras.

–Nunca regresaste- Porque pensé que te habías ido

–Solo morí, pero… no puedes decir impunemente “Te quiero”-  Me increpó y sonó a reproche, cuando vi el reloj, estaba parado pero el tiempo seguía corriendo, estaba vivo y sin alma mientras cada cual resuelve sus angustias como puede.

Se escuchaba una campana repicar cerca, la que rompió la tirantez del momento,

-Llaman a misa- le dije

-Tañen a muerto- me contestó sutil, acariciándome tiernamente la cara con unas manos muy frías, se me quedo viendo fijamente y no supe interpretar su mirada. Algo me cubría completamente, empecé a oler mí alrededor, era algo como hierba mojada. Dejé de respirar y me dormí obscuro para empezar este sueño en que arrojé sus cenizas al viento y reuní mis pedazos cuando ya era inútil desmembrarme. Ya no sentí nada, solo sé que amanecí aquí, donde viven los muertos y se esconden los vivos, en este viejo parque que ahora es panteón.
...
...

20121101




Aquí yace, o no

Muertos 2012

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-Escucha
-¿Son perros?
-No, es el retumbo de la muerte


Se me ha muerto mi Janita y estoy velándola, no sea que no se vaya. Ya siento un sudor frío cogiéndome el gañote, pero todo menos quedarse echado, finto y sin qué decir. Coqueteando con los malos amigos imaginarios que se aparecen entre lo oscuro y te invitan a no dormir con el chamuco, nahuales del mal que desde endenantes te jalan. Nomas tu perro se queda a los pies, porque de repente estás tan solo, sólo con el café como tú siempre me lo preparabas, siempre en el mismo jarro y con su panela para hacer más dulce la jornada. ¡Paqué te juiste Jinita!

Hoy ya nomás las personas se reúnen a tomar café aonde tendí el cadáver en su petate, bien muerta mi sangre, la difunta que fallecida es despojo, extinta sobre su examine cadáver para quitarse las cenizas de sus restos. Pos fría se quedó y nosotros ya mero juntamos las sillas pa que las comadres lloren a gusto con su alipús y nosotros le pongamos al tanguarniz con gusto para acordarnos de la interfecta, manque los teporochos solo festejen que hay ¡chupe gratis! Pero las comadres ya jueron por las flores pa que yo pueda velar mi pena acompañado, porqué al fin, sigues aquí mi Jinita.

Y pa mañana te echamos tierra y te prometo levantar tu cruz rapidito y ponerle nombre a tu tumbita de a luego, que expíes tus culpas y regreses sin perderte y sepas llegar, entre alientos y penas por el olor de las flores y la luz de los cirios. Olvida rápido tu fardo pa que vuelvas y me vengas a platicar de a ratos tus cuitas. Como cuando el jacal se calentaba en la noche y pelábamos las mazorcas hablando de a largo. Déjame aquí tus angustias y soledades que ya no tienen caso las jales onde vas. Pa que cuando vuelvas, que solo sea por gusto… ándale prietita, llévate tus previsiones pal camino y no tardes porque desdendenantes te espero.

Que sin destino ni porqué, yo aquí te aguardo en esta cárcel, oyendo los grillos de siempre y pa nunca serás olvido de naiden. Se me murió mi Jinita, yo no quería que se me fuera, y aquí estoy velándola con mis ganas de llorar. No sea que se me julla sin su nahual, ahorita que todavía me puede oír y me emprestó su ausencia.
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20121013


“No la vi venir”

 

No es que no sepa correr, ¡Pero, apareció muy rápido y quemando llanta! Y, qué, pues un mal día cualquiera lo tiene, después te puedes desmembrar para reinventarte y todos los amaneceres pruebas y repites para siempre ser un alma nueva.

Esto, era lo que se considera ella cuando amanecía para verse nueva ante el espejo, como lo que era, una niña bonita de porte altivo que se sentía opacada por los jeans raídos que cubrían sus largas piernas y alargaban las frases cortas con las que se comunicaba. Era mujer de pocas palabras y acción retardada pero efectiva. Salió hacia donde se relajaba, se fue cubriéndose la cara para llegar adonde estaba el convertible y le dio marcha, pero no arrancó a la primera porque piso antes de tiempo el acelerador. Se ahogó el motor, lo que aprovechó para verse en el retrovisor. Estaba inundado en gasolina el carburador y sintió el olor incitante a velocidad, cuando al final el motor arrancó tosiendo, se fue a toda rapidez. Sentía como el asfalto se acababa entre los cerros y yo no aparecía al final, yo también necesitaba algo más que autoestima para caminar y alcanzarla. Al poco rato la lluvia empezó y no hubo manera de cubrir el auto y el parabrisas empezó a llorar, ni el apego a un pasado que regresa mientras aun no ha sucedido. Como cuando se interrumpe la inocencia dentro de la prudencia de la virginidad y bien se sabe que el destino depende de sus relatores y ella, está llegando al origen del miedo. Ese impulso que la limita a continuar lo cotidiano. Como contrato social inútil en que si no hay algo que coartar, todo es anarquía.

Cómplice en miradas y palabras sabe que la parte más secreta de nuestra historia es una ficción que solo recuerda entre sueños mientras yo idealizo sus redondeces compartidas, descobijas de playa nudista en cualquier trato es de tú a tú, en que no deja duda de quien manda mientras las gotas de sudor perlan su frente cuando platica y convence. Parecía que le importaba cuando en realidad ella era el único motivo para comer larvas como deporte y la pasión que se convierten en una colección de cuentos que ya son leyenda en sus pláticas en que siempre firma cambiando el nombre del protagonista y exaltándose.

Sé que le importa porque ella también envidiaba el abandono de las flores póstumas, pero es todo lo que se y le agradezco, fue su atención porque algo había de ocurrir, ¿Pero, donde y cuando?, el con quien, pues ya lo sé. A menudo le recuerdo, pero ese día soñé que me empezaban a crecer dos pies más y que mis manos alcanzaban cualquier parte de mi cuerpo que crecía y sentía como si esta vez yo fuera quien perdiera la identidad. Ahora, ya pasó el tiempo y no creo levantarla a base de palabras dulces o dibujitos mal hechos. Hoy ya no creo en mi, que ni con ni con versitos plagiados la convenzo. Hay paredes ocultas a la vuelta de la esquina, con sus ventanas obscuras y portillos silenciosos de colores arcoíris que aun se acuerdan de lo dulce de su espalda y lo ardiente de mis manos, testigos del dulce escape de los exaltados pesares míos que se cocinaban en un caldillo de frutos, lo suficientemente jugoso como para unos decantados ardores. Y lo tan intensos como la penetración didáctica en que me encapuchaba para conquistarla mientras soñaba con la sexualidad hablada, ¡Por escrito y en tercera persona! Salí a caminar, el pueblo estaba calmado, caminé y un perro triste me siguió de cerca hasta que llegué a la casa… ¡Que no es la nuestra!

Yo fumaba mis impertinencias, herido y queriendo sanar, mientras ella se veía las uñas indiferente, era feliz vestida. Ese fue mi deseo, un deseo ajeno que sordo se enterraba entre mis sienes y me hacía consciente de mis carencias entre el triunfo y el desastre, nunca lo había planeado, pero esta tarde estuvo esperando que saliera para seguirme, me centró y me atropelló. Uno de los dos tenía que desaparecer y yo me ofrecí frente a su auto. Siempre hay una oportunidad para morir en la tarde y una primera vez para eliminar a alguien.

Solo por esa tarde se preocupó por revisar el espejo retrovisor, apago las luces mientras llegaba a casa, nadie la seguía. El día siguiente limpió el auto y respiró tranquila mientras conducía a ninguna parte, se detuvo, descansó reposada sobre el cofre y prendió un tabaco mientras planeaba una coartada a mi ausencia. ¡Qué mejor para llorar que el humo del cigarro! Y sola, volvió a la carretera con mi despojos a cuestas, sobre el nido de alas que es su espalda.

20120830


 

Loco por la tormenta

 

La sola idea de volverte a encontrar me turba y cuando el viento del obscurecer empezó a exhalar, tu llegaste y fue como cualquier aparición inesperada, en que con un –Yo puedo ver la noche y encontrarle matices al negro- te presentaste, expelida y exabrupto de no se donde. Yo estaba descuidado, había pasado mucho tiempo y transpiré un sudor frío, impasible al verte y recordar lo estresante que fue vivir contigo y como tu talento fue arrasar con mi presencia en olas de paciente desarraigo. Ahora, ya tiene mas sentido nuestra relación, ayer en la fiesta, cuando te volví a encontrar Mitadmía, y vi que ¡el centro aún es tu vientre! estabas enfundada en un traje sastre formal con el primer tono de negro, que te henchía y reparaba de nuestra última vez. Mitadmia, con esa camisa de holanes que se encapuchaba parte en tu cara, y que te adivinaba entre sombras. ¡Como has cambiado! Dije por decir algo, aunque eras la misma, y yo temblando no puedo imaginarte en un mundo sin miedo. Empezamos a platicar sobre cosas triviales y terminamos recordando, perpetuando memorias que ninguno queremos aceptar y solo blandimos como excusa.

Tú, sigues fumando de corrido, ya no el paquete de tabaco, ahora estas atrás de esos cigarros extra largos, los blandes como antorcha olímpica para llegar a la meta en los primeros roces, y terminan como escudo, rápido y malo de tus labios carnosos en los últimos títulos que pronuncias, estas fingiendo una voz áspera y rasposa. Caminaste, te abriste paso entre todos los concurrentes, aventando humo y dejando un rastro de tequila. Verte escapar fue como cumplir con la historia de administrar ausencias que me legaste, porque bien sé que solo se puede amar u odiar con desmesura, no hay puntos medios

Pero no huiste desconsiderada y sin rumbo –El primero en desertar será solo memoria- , regresaste con otra copa para mí, que importó tu escudo de humo (-¡Quiero respetar tu amistad!-). Abriste un frasquito de perfume y trataste de neutralizar el tabaco en tonos de gris. Yo, mientras tú, Mitadmia, te embalsamabas y pensabas, estático tomé el trago y me supo a comunión cuando lo invisible se hizo manifiesto.

Esa noche me desquité soñándote, fue una visión que me marcó, tenía mi grueso torso, cuatro patas que trataban de caminar al unísono, cuatro brazos que se balanceaban, y no me preocupé hasta que traté de peinarme y descubrí algo como otra cara, mitad mía y mitad prestada que se dejaba llevar por mis imprudencias, avanzaba el sueño y me desprendía en dos seres independientes, en un dolor que se apartaba del sueño y te recordaba en mi parte perdida. El peine era esta vez, un cuchillo que nos separaba.

Y yo caí embaucado por el enamoramiento de -tusordenessonmisdeseos- (–Me gustaría… estar encantado de tenerte-) Sé que lo sabes, pero te preocupa y por eso me lo preguntas. Es cierto, no hubo remedio, la masa crítica de mi ser, creció, había sobrepasado sus posibilidades de entendimiento. Llego y apabullo a cuanto infante se le puso enfrente, así, sin dejarse impresionar se declaro libre y anuncio que estaba lista para dejarse llevar por sus más bajos impulsos y que sus deseos solo eran suyos. El órdago que la acompañaba se deslindó de tu compañía, ¡era difícil seguirte el paso!

-Ponme los labios cerca de la medalla de oro que me cuelgan. Que si no lo soy, ¡lo parezco y te van a quedar verdes!- Soltaste el listón de tu pelo y sacudiste la cabeza, el puntal que la sostenía se desquebrajó cuando descubrió que no era lo suficientemente humana como para dejarse llevar por su instinto. –A los muertos, ¡luz!, es un arte revivirlos- Ahora tienes la perniciosa manía de decir lo que piensas, claro, siempre me decías –Tu escribe ¡que yo te platico!- pero solo tienes ojos para su verdad y desgraciadamente a más de estar hecha de ideas, buenas intenciones y palabras, tienes un hermoso cuerpo que te desborda. Y me negué a complacerte. Ni besé tu medalla ni reviví esa noche y hasta hoy que te encontré de nuevo caigo en cuenta de cuanto soñé y que significaban esos sueños

Tú, hablabas sin parar y yo, dejaba caer mis silencios en medio de los dos y veía como nos separaban. Y yo ahora, solo tengo esta carta para recordarte.

20120817


La puerta de Míctlan


Ahora lo sé, ¡Está aquí de nuevo! Esa tarde cuando empezó a llover, el agua terminó por rasgar la zanja que empecé a excavar y lo descubrió. Ahí estaba entre la tierra húmeda, el tenaz guerrero se incorporó a duras penas entre el fango buscando sus armas. Mientras trataba de afirmarse, metió los pies entre el lodo y sintió como la humedad se apoderaba de su cuerpo y lo revivía. Cuando vio que su túnica se atoraba entre su maza y el escudo, se encontró con el lodo entre sus dedos mojados por la lluvia, pero se dejó llevar por los demás sentidos que despertaban. El tacto no era su fuerte, pero ahora sentía como otras sensaciones se acrecentaban. Buscó su espada y sus flechas, más no las encontró donde las recordaba. Caminó un rato hasta que se sintió solo y mientras se dedicó a atizar sus recuerdos para buscar su propósito haciendo memoria, lo último que tenía ahí era el ruido de los tambores de guerra retumbándole dentro y se recordaba deslizándose entre los árboles, esperando presas.

-¡A caminar, a caminar!- sus extremidades se dejaban llevar impalpables mientras el enterrador se había ido a algún lado, que ahora no hallaba. Pero ya tenía marcado en su mente donde encontrarlo.

-Soy lo que decido- el fantasma pidió la palabra gravitando entre el recuerdo del compañero corpóreo que ahora lo llevaba en el instinto cuando lo halló entre esos muros eternos

-Ahora tengo obligación de hacerme escuchar- y se dedicó a percibir algo que le recordaba a su conciencia y a ver que la realidad ahora es más pobre que lo que ahora trataba de perpetuar y esperaba, pero la estética de su reaparición estaba hambrienta del último recuerdo de él mismo. Fue demasiado excesiva la apuesta de volver pero lo había convenido y lo cumpliría, era como parte de su destino, regresar a darme las gracias por desenterrarlo del último escondite que escogió en vida para escapar de ser sacrificado a Huitzilopochtli en la fiesta del Tóxcatl de ese año para contarme los cuentos de lo que es su memoria. ¡Por fin! tengo alguien que me platique de lo que soy.


20120803

¡Híjole! Amanecí más cursi que de costumbre


“Cada quien entra en uno de una forma y se despide de otra. El frenesí del alma encubre una estela de olores que van desde el jazmín al azufre. Si no soy hoy, seré el otro mañana entonces soy yo y él cuando tú decidas que ella  de señales con su rodilla. Más tarde se enfunda de negro y encaja en el cajón que no vuelca sino como la cruz parada. Eternamente dormida, muda y helada. El reloj no para y el tiempo sigue su curso porque la agonía duró de lunes a miércoles, se  quedó desencajada de bronca el jueves porque no pudo suplicar ningún nombre antes de expirar.

Vamos dejando espacio para que desde el viernes los vivos rumbeen con el recuerdo de los muertos el fin de semana ininterrumpidamente.”



Cuéntame del último piso, Cristina



El elevador indicaba que había llegado al último piso, abrió su puerta y se mantuvo detenido en ninguna parte, había solamente una puerta inmóvil frente a mí. No pude entrar, era necesaria una llave para abrir la puerta y yo solo toqué la puerta tímidamente, un timbre repiqueteo y la puerta se cerró inmediatamente para volverse a abrir velozmente y dejarme ver un cielo estrellado que no era creíble, la podía sentir, oler, tocar, ahí estaba y al tiempo, toda ella era etérea e insubstancial… y eso ahí esta. Pero no sé que es, un espacio sin tiempo o una larga huella que no es de nadie, donde algo pasó entre el momento de tranquilidad y la fuga precipitada; fue una mirada, sólo una ojeada fugaz que me conectó con sus ojos. Para que durante tres noches este fuera el sueño fugaz de -Quiero ser dependiente, vivir echando flores a un pozo y ser, simplemente ser- Y por un segundo me quedé en suspenso, esperando que algo pase, que el ascensor milagrosamente se abra y ella se abalance a mis brazos y la noche fría se arroje sobre la tarde de amnesia… y todo, dentro del cajón de culpa y mal, en que de repente encuentro con que la puerta está abierta en la planta baja, y su único camino es la calle. El tiempo, ni acaba ni empieza… Solamente transcurre, pero el temblor inicial se ha convertido ahora en una temblorina toda mía y me deja inerme simplemente. Convulsión que no me deja articular oraciones completas y solo balbuceo mientras pasan las olas frente a mí y el maremoto se aleja y me enmudece, su truco es desnudarse cuando va perdiendo la discusión.

La obscuridad me hace temeroso y el tiempo es quien en verdad me consume. Ella baja las escaleras corriendo para alcanzarme, se pone en movimiento y siente que gana segundos en movimientos ingenuos que la regresan al patio donde fue niña, ahí cuando perdió la virginidad, entre las baldosas mojadas y los truenos humeantes de aquella tormenta que la obligo a buscar refugio bajo el árbol esencial, el que no la protegió de sus instintos mientras hurgaba entre su cuerpo por algo que le desvistiera más rápido mientras le daba la vuelta a su medalla que la protegía. Ahora vive en un último piso para recordárselo todo el tiempo, y me lo cuenta todo, como si cualquier cosa.

A Cristina le dijeron que la sequía sería muy severa ese año y aprovecho para dejar los campos de agave y el maíz de temporal esperando por su presencia. El calor seco se apiñaba entre los muros y se desprendía inseparable de la noche de su casa de la ciudad. Se escondió para purgar su dicha, y supo que era improbable que volviera a sentir lo mismo en el activismo de sus modales. El ateo de su conciencia se despellejo en las caricias que ella misma se programo para despertar, y era como enamorarse en la cárcel y no tener fecha de salida para terminar de quererse. Y terminaba con ella misma, entre el quien sabe y jamás que lidiaba con su pena, para hacerla intemporal y etérea. Mientras corría el tiempo esquivando lastimarla en las prisas de dejarme y regresar al campo. Esta probada y disimula su rubor con el reflejo de su pelo que no puede terminar de desenmascarar sus ojos -Quiero anidar en ese viento que pega de frente cuando tu no estás, se mete dentro de mis ojos y me hace llorar. Pero mientras, imagina fabulas de poses inauditas en lugares insospechados-

Así te imagino en tu yermo.... como la hoja que perdió su árbol y ese queda más viento que pétalo viajando en un vaivén empecinado en no posarse sobre el prado, en juegos de manos que hacen diabluras con las palabras y se entretiene resucitando.

Seducida, regreso a su campo, tomó sus recuerdos, los limpió con un trapo blanco que antes fue falda, los colocó en un gancho y los colgó en su guardarropa y ahí se quedaron balanceándose esperando que alguien los baje a la realidad. Ahí se quedaron temblando, en la esquina derecha, casi donde tenía el traje sastre negro de los velorios y el rojo escotado de las fiestas. Ella era zurda y a su diestra tenía lo que menos usaba. Era pobre, de esa penuria que duele porque todo lo tiene. Esto es atemporal y lo mismo da si es hoy o mañana, y todo se quedó en el guardarropa con lo que no se usa y lo único cierto es su titubeo. Tengo más, pero lo tengo muy lejos y para reconstruirlo necesito platicarlo, para que la trama regrese y tome sentido. Verter los recuerdos en una copa de madera para que se impregnen de nostalgia. Descender a sus rastros más ínfimos y recrearla, hasta que se acabe el último resto y la vida siga igual. Vamos a probar la soledad del paisaje, me levanto y tintinean mis pedazos mientras se desprenden y caen.

Esa noche tomó un puñado de ramas bien secas y se puso a alimentar el fuego, -El fuego es como el amor, lo alimentas de a poquitos y después… ya no sabes como atajarlo- Pensaba mientras insistía en verlo crecer, una a una las colocaba para su sacrificio en aras de un fuego que se volvió incontenible. Se escapó una duda, no sabemos donde está, empezó temblando y acabó con una ola inmensa que cubrió todo. Con el tiempo y las sequia vendió el erial y regresó a la ciudad, pero esta vez al último piso de un edificio de muchos pisos en una calzada sin nombre. Con doble chapa y malos modos en donde se envolvía solamente con su larga cabellera, finamente peinada de vestido de novia enamorada.



Eso es real, nubes

El sol hoy, está pleno

¡Ya pueden bajar!

20120728

...


“Sí, es miércoles ya y la semana parece arrancar recién, en trote acompasado, siempre en busca del ansiado viernes, para soltarse el pelo o solo mirar hacia atrás y no saber donde se te quedó ese pedazo de ti, que te hace falta...” BB



Cualquiera habla de un desasosiego que errante es, de lo que pudo ser y no es mientras, infiel a la realidad en el quiebre del tiempo, se duele. ¿Será porque este transcurre en ausencias y elogios a la ternura de amores distantes? Que de tan lejanos engañan los intervalos que deja la conciencia y en ellos, me entrevero para disimular mi ignorancia de espíritu chocarrero que se escapa en las noches, sonámbulo que recorre las calzadas del sueño sin maldad, estúpidamente y sin sentido

Media semana, se estira en la cama, da un salto, respirando profundamente se dirige al vestidor para ponerse algo para salir. -Vámonos, ánimo- se da ánimos ella misma, ¿A dónde? Hay hechiceros que sensuales se descuelgan del prado húmedo enfrente de su casa, en solidas propuestas que parecen verdades absolutas, que la llevan a algo insoluto que la deja anonadada. La mueven hacia donde quede un ratito más que el tiempo, adonde pueda quedarse parada y observar como pasa la gente sin saber, dejando sus auras. Corre adonde el sol no haga sombra en todo el día y las paredes sean frescas de noche.

Son cosas como la negación del tiempo y sus causes, en los que yo vigilo y espero que pase la noche. Después de la obscuridad y ya no puede dormir ni regresar porque hay un nahual que le acecha atrás de las sombras de su orfandad. Ahí están las huellas, aquí llega su olor, olor de flores nocturnas que anuncian la muerte y ronda a su lado, toma un palo y golpea la tierra. Lo que ve aquí no es de este mundo, ¿Entonces para que lo mira? Si solo le acosa en el yermo su recuerdo del héroe bueno que se arriesga al mal y que pregunta si esta vivo, pero si lo duda, es porque está muerto. Los vivos no cuestionan.

Regresa al hogar, prende el fogón, se para frente al fuego, gradúa una hornilla al tope y acerca el sartén grueso. Pone uno a uno el recaudo sobre la mesa de junto y observa, busca las especies. Pone los caldos a hervir temprano para que se haga lento. Los borbotones entonan la salsa. Mira que rico transcurre y se desliza el guiso sin terminar de llegar en una cenefa infinita corre paralela a su suerte, esta bienhadada suerte de estar sin dejar pasar ¡que rico!

Transcurre el tiempo infinito pero solamente la noche y el tiempo son suyos, tiempo que transcurre entre las señales en los cielos y los avisos en la tierra que pervierten la seducción del-que rico- en la zozobra de mañana y cuando se da cuenta ya está desnuda y lista para descansar. Así se acercaban las horas, intempestivamente, se arrimaban después de la noche y casi eran amanecer para que cuando alguien se deje caer sobre un paréntesis, ya sea hora de descansar. La respiración es un problema que aunque bien sé que tengo todo el derecho de morir lleno de aire, y quizás buscar ese 'Petite robe noire' deshilachado que todos tenemos en la orilla del closet para sortear las emergencias, buscar una historia que no le pertenezca y salir para inventarme un cuento en ese -Que se yo- que lo envuelve tratando de seguir sus pasos y le preceden, pasos que cada ves son mas largos y llevan mas rápido a lugares en que no está. Ahí vive todo, solo hay que saber ver, salió a enamorarse solo para saber contra quien pelea. Lo primero ahí esta; es actitud, estruja sus temores y se pone su mejor sonrisa para abandonarse en mí, lo que no es raro porque ella siempre olvida todo y en cualquier parte, pero eso si dice lo que quiere y solo ella se entiende porque habla para si misma. Se sienta y sus piernas blancas se apartan de su verdad y buscan a quien apretujar. Su pecho se escurre entra las palabras que brotan y quieren arrebatarme mis ideas. Sus miedos ya estaban apalabrados, solo aparecerían al final de la noche, ya casi amaneciendo. A esa hora ya era fácil despertar y tratar de apagarlos con agua fría y dedicarse a engañarse con sueños que salen al cerrar los ojos. Simplemente dice amor y se siente bonita, simplemente actuará en consecuencia y se deja consentir, sabiendo que le gusta en él todo lo que odia en ella. Le pregunta y le hace callar, ya sabe la respuesta, la tomará de un golpe y sin pensarlo entablara una parejera conmigo para ver quien gana a llevar mensajes mientras eros corre detrás para tratar de alcanzarnos y averiguar como la noche alcanza al día, sus venganzas son más contundentes, llega como la sombra que siempre te alcanza al llegar la noche porque alguien dijo; sin ropa, no se pueden decir mentiras. El árbol del cementerio nomas le da sombra al muerto.

¿Contra el olvido? Subrayar que es lo único que me dejó su ausencia y me di cuenta cuando muerto de contento me encontré llorando platicándome a mi mismo. Llámame, en un sinsentido en el que ¡Qué sentido tiene ver el reloj, si esto ya es historia! Ahí vienen de nuevo y el tiempo se detiene, la habitación se obscurece mientras pasan las nubes y unos dedos ajenos, insistentes, pasan frente a mi. Salían siempre a la misma hora aunque no hubiera tiempo y estaban hipotecados a mi sombra. Yo no creo que sea parte de mi inconsciente el idealizar princesas, el maquillar muñecas de virginidad e idolatrar infantas de cuento que no crecen ni aterrizan. Pero aterrizar esa ilusión me mantiene enamorado, me muevo de a pocos para evitar asustarla

Ante la tempestad hay un pretexto, no creo que pase nada y la excusa ya no sirve para salir a afrontar la borrasca que le quita la ropa, la desnuda. Se queda sin rastro de dudas y sin miedos ni pesares. No hay pretexto para decir te quiero en esas playas en que la originalidad es un pretexto. Ah, y casi escondida atrás de su habitación, dejando pasar fotografías y momento sí está, pero necesitas buscarla, anda entre las calles junto al malecón. Ella se basta en si misma, la del rulo en cruz y la frente plana que cuando te miraba se apenaba. La que marca su huella con calor y, así, los que pasan ya ni se espantan -Estos muertos ya no asustan- Deja su rastro encantadoramente quimérico de perfume cítrico e irreal, lo suficientemente cerca como para no dejar ningún espacio... empieza a regresar el tiempo y se estanca en un palíndromo de los queno solo no lo son: se es o no se es.

Hay un duende con un llanto profundo en el fondo del pozo, veo el fondo y aún oigo como cae la piedra y se deja aplastar por el agua que intensa se deja naufragar en un somos o no somos, no nos decimos ni una palabra se adelanta y la veo alejarse, enfundada en su ajustado vestido negro. Es viernes y hay que henchirse de contento.

,,,

20120721

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Mercedes



Aprendí a estar con ella y no pedir explicaciones, permitir que las cosas fluyeran y tomaran su lugar en el absoluto. Meche estaba sentada en su Mustang esperando el semáforo y parecía que el tiempo no transcurría. Y mientras ella se alejaba del crucero que la detuvo, trataba de recuperar el tiempo como si en eso se le fuera la vida y los quinientos caballos bajo el cofre se le escurrían bramando.

Puede haber situaciones incómodas que no nos afecten, pero que te atajen, es insoportable y ella lo asumía. No es difícil imaginar su contrariedad, levantarse temprano, una hora de gimnasio, el baño y otra espera eterna en el salón de belleza para salir y aún tener que ir a desayunar algo y vestirse. Mientras, le lavaban el auto y todo estaba listo para una partida espectacular en que quemaba algo de llanta por el puro gusto. Se engrió al subir al auto, encendió el radio y con toda la autoestima de bandera, salió a lidiar con su ego de novia de veinte que es como la tormenta que brota dentro de ella, esa batalla que solo gotea bajo su falda cuando se conecta al piso, como la palanca de velocidades del Mustang, en manual. Ella sin ropa interior, para ir más pegada al asiento de cuero, ahí donde se juntan el premio con el fondo de su intimidad en la inviabilidad de sus deseos y se sabe la matriz del protectorado con su falda que ondea al viento y cada atardecer es un ensayo para soñar la resurrección, en la rutina cotidiana en que necesita reconocimiento ni reclamo.

Obviamente, yo no merecía tanta atención y cuidado, pero su merced (Meche) sí, era incapaz de despeinarse por hacer el amor y moriría en el intento por guardar las apariencias, a veces ecuánime y por ratos sanguinaria. No piensa en la hora de llegar sino en el ritual de bajar del auto, desvestirse, despojarse una a una de sus prendas, y sabe como generar envidias cuando nadie lo ve y todos lo suponen; que su desnudes es magnífica. Con ella ensayé a abrir los ojos y abrigarme solo.

Se desinhibe, y se acerca al clímax con una facilidad envidiable, como quien descubre la sexta velocidad con un embrague asistido. Con la seguridad de sus cuarenta años y ojos envidiables. Gana cuando se acerca la meta como si fuera miel, para sorberla, cierra los ojos porque así siente que se libera y disfruta, se ve más segura cargando su persona ella misma, sin ver con quien está. Se disfruta y lo mismo le da con quien, siempre y cuando ella no se sienta rota u observada. A lo más, admirada solamente, ella, la mecha de mis pasiones… tiene un chasis propio y un motor ajeno.

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20120609

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Lo ves, ¡Quizás para primavera!



-¿Lloras Victoria?- Una luz le ilumina el rostro y deja que se diluya mientras voltea hacia el público.

-Antes muerta ¡Llegó la ambigüedad!, recuerda que las personas felices no tienes historia, ni recuerdo- Sobre el pecho tiene un relicario, el cual abre para perderse dentro de él.

Todo esto es un teatro tan ritual y perfecto que escenifica algo que empieza con un monologo, ¡hay que contar un cuento! y recorro el espacio disponible; es suficiente para montar toda la obra. Desde las gradas, ordeno apagar las luces y el escenario se vuelve intransitable, son unas tinieblas que inspiran. Se hace la luz, el ambiente cambia a mi capricho, ya es otro el espacio en que mujeres con miradas lánguidas se aprestan a entrar al foro y la voz que habla no tiene rostro, afirma y descree razones al tiempo, solo es la palabra del autor que se desvanece mientras entran los actores y yo me hago pequeño para observarlos entre las rendijas de mis dedos que me ocultan el rostro. Con esta iluminación es importante enfocar, un rayo de luz delinea tu sombra sobre el muro del fondo y sirve de escenario, no se en que momento veo que solo es un recorte de cartón que simula tu silueta.

Porque mientras sobre las tablas están los exteriores de la obra y los ruidos de fondo deben ser los de un parque cerrado de arboles con grandes sombras, en la mente debe quedar grabada tu silueta, entallada entre luces. Al frente se encuentra una banca de jardín y se ve una mujer que camina sobre un prado verde, que en realidad es la madera del tablado, dialoga con ella misma cuando sale todos los días a rezar su misterio, pero se encuentra con un sendero nuevo que no sabe a donde va, o si es gozoso o doloroso y al transcurrirlo el tiempo desaparece misterioso.

Sale a escena con actitud estoica, hay una centena de dispuestos al drama a los que les parecería una obra unipersonal y una gárgola viva se asoma en el último palco. Pero no manida de ninguna fe ni miente: solo cuenta lo que recuerda, ella es la dueña del escenario y yo de sus palabras. Se planta firme a su costado y se convierte en solo una maleta con señas de haber viajado mucho, del bulto sale una mano que quiere empuñar sus palabras, las toma y se las lleva a la boca de nuevo para sellarlas y olvidarlas. Advierte un libro sobre una banca, es un misal forrado de negro, escrito en un idioma que ya no se usa y que algún curioso abrió antes al verlo abandonado sobre una piedra que se mueve a la orilla del camino, ¡Está viva, crece hacia dentro! Sopla y me cuenta cosas que no sucedieron y son reales, brincan las palabras y vuelan como pájaros en el jardín. A cada paso es más fuerte el viento y las historias adquieren sentido, se vuelven reales y me identifico con sus personajes, los puedo tocar y hacen sombra en el futuro hasta que me quedo hipnotizado. Así y todo, veo como el cansancio la alcanza y me duerme su adrenalina mientras descubro que trae un puñal clavado en el pecho (o, ¿será un adorno del vestido?). Yo a un costado del escenario, espero, sé que el ajuar que traen los actores será una ofrenda a Taos después de usarlo, no son ellos, los que visten así, son otros que solo actúan. Y durante buen rato ese camino será su destino mientras comparte pasos con desconocidos, que van al mismo destino huyendo de los mismos ritos. Los servicios están a los lados del camino y claro es una parada obligada, y se desvía. Sale del escenario, duda de puerta porque aun se discute sobre el sexo de los ángeles en los corillos y el aroma es a ceras y copal. Hago un recuento, ella empieza el día encomendándose para después mear perfume, solamente ella puede usar esa fragancia y oler bien. Y así empieza la obra, rezando por sus tropiezos y huyendo de sus abandonos en un baño público.

Regresé, el libro se había quedado abierto, compungido, sobre la banca del palco principal y ella, ya no vivía dentro de él. Traté de leerlo y ni siquiera en voz alta tenía sentido. Solo quedó un recado escrito sobre la última página, mismo que leí antes de que lo abandonara otra vez: -Yo, de mujer, quiero ser tuya- pero, en lugar de un cuerpo, solo tenía una pluma embarrada de palabras, lo dejo junto a mí, y me concentro solo en escribir, porque nada es real y solo me afana perder tiempo. Al fondo, sobre el escenario desocupado, un viejo con una pala está inmóvil y más que un jardinero, parece un sepulturero y solo tiene un dialogo en la obra –Leer, siempre leer. La lectura es el pasaje para una muerte digna, que sin historias que fundamentar, me lleve de la mano- Se sienta sobre un cajón y toca con los nudillos, como pidiendo que le abran.

Mientras, baja el telón, que más bien es un tul vaporoso y confuso. El viento que sopla desde la fosa de la orquesta lo mantiene ondeando. Así, un rayo de luz marca un sendero. Pero a mi se me ocurre otro final en el que apareces tú, como cuento que me deja verte otra vez y no se si eres perfecta o el libreto es tan pulcro que te deja inmaculada hasta la última página en que muero. Aparece la pala en el fondo del escenario, pero el sepulturero ya no está y, no hay quien cuente todo lo que no pasó. Mientras, de la caja escurre algo que huele como a tu perfume… ¡Un fiasco de obra! Y la gente sale indignada, la obra fue escrita para no ser vista.

Solamente una persona aplaude, desde el libro, sobre la última butaca. Pero una actriz que habla con faltas de ortografía me pide el pago de su actuación y me distrae, cuando la inquiero me dice en tono burlón: –Págame y no me cuentes tu vida, no tengo tiempo. Bien lo sé; esa tensión sexual te trae frito y anoche te acostaste con esa vieja historia. Encuérala de una vez por todas y veras como deja escurridas las mentiras entre la ropa, y así, tú… descansas. ¡La gracia es desvestirla!- Volteo y ya no está, se salió por la parte de atrás y corro hacia la salida, pero es inútil, ya no está. Cada escena tiene un actor, pero no cada actor tiene un papel con la alegre manía de vivir, en obscuros actos sin final que saltan del estrado cuando se encienden las luces. Se fue y aún está aquí porque sus diálogos podían musitarse o deletrearse, era lo mismo, de todos modos no decían nada.

-Como salgo de aquí 

-¿Adonde quieres ir?

-A ningún lado… ¡A donde no te vea!        

-Entonces, ¿Para qué quieres salir?

-Porque si estoy dentro grito, y si salgo lloro

-Hermosa primera verdad que llega con el deshielo

-Te haría el amor… pero no tengo mayoría.  Y esa esperanza me hace vivir más de lo debido ¿Para que arruinar esto?

-Te veo y siento la dureza de tu amor por mí y tu barbarie

Imágenes angustiosas entre delirantes e insomnes deliran vacías de significado, volteo cuando siento una mirada en mi espalda y ahí la veo, en el palco más alto con una luz tenue que la bordea y la hace etérea. ¡Es ella! Rodeada de siluetas negras que cuchichean y se esconden tras pañuelos y rebozos. Pero ya no quiero correr y solo le sonrío, ellas ahí siguen y se convierten en humo. La obra es la misma, las dudas cambian en cada función porque contar cuentos es como decir mentiras. Eso si, convencido de que queda una herida absurda que ni duele ni se ve.

Salgo a caminar, es día de fiesta, ¡es Corpus Christi! y los puestos despiden un olor mágico, atrás queda el teatro y nadie me acompaña, me doy cuenta que camino hacia ningún lado, repitiéndome ¡Suéltame!, miro y remiro pero no hay nadie del público entre la gente a mi lado, y los actores usan mascara de vendedores ambulantes. Ya es tarde, busco entre mis cosas y ahí está el misal, tiene una página señalada con la estampa de una virgen que no identifico, la marco con el dedo. Regreso al teatro, pero ahora es una pequeña capilla, muy recargada de adornos y colores en que las campanas llaman a difunto y cuatro ceras escurren al centro.


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20120515


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Escrito está:

Vengan a nuestra iglesia. En esta iglesia, no hay problema, usted paga y nosotros perdonamos. Nuestros androides de última generación están alineados al sentido común, son una maravilla de trato despersonalizado. Escoja uno y le brindara la mejor experiencia sensorial, que estará siempre basada en el perfil pedido por su madre para educarlo, sin regaños ni reproches, simplemente la sombra indicada en su cartilla natal. Recuerde que hace mucho tiempo, después de todo y antes que nada, ella pagó el programa que tiene usted asignado y es endémico, pero no incurable.

Usted, no está condenado, y no solo perdonamos, ¡Le creamos un nuevo perfil! en cómodas mensualidades y con tres, sí tres justificantes para pecados veniales y UN mortal… GRATIS CADA MES. Sean bienvenidos a este templo y siéntanse a gusto con un mes a prueba, sin cargo ni cargas, y recuerde que contamos con suficientes sucursales, para que se sienta usted protegido dondequiera que usted se encuentre.

Disfruten nuestros vitrales de colores cambiantes, siempre de acuerdo a su estado de ánimo; nuestras magnificas bancas de madera natural, conectadas al inframundo y canceladas por el obispo mayor y gocen de nuestras reuniones de pre-perdón y post-trauma en las que convivirá con siempre con lo más selecto de nuestra comunidad.

Agnósticos y ateos; sean lo que siempre desearon ser, estén donde siempre quisieron estar. Liberen sus culpas y prejuicios ventrales, aquí y rápido. Sus cuotas al día y ¡crean en lo que quieran ó… en lo que no quieran!
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20120512


Yo celebro, ella conmemora; en un texto fuera de contexto



El tiempo me encontró, estaba caminando afuera de la casa que hace las veces de mi guarida. El reloj se escurría atrás de mí y yo insensible me desliaba fuera de rumbo sin dejar huella en las baldosas. Y en esas estaba cavilando cuando ella, simplemente apareció entre las esquinas de un kiosco, en un callejón obscuro sobre su templete que la sostenía pulcramente lejos del piso. A lo lejos, parecía un ángel voluptuoso ondeando al viento de la tarde, con la cabellera suelta y una falda amplia de colores cenizos con los tonos de los adobes escurridos entre los muros del pueblo. Venía caminando con la frialdad de quien puede y sabe a donde, va ondeando su falda cual pendón y batiendo su bolsa como cetro para la batalla. Y claro que me sobrecogí cuando me cercó, yo siempre había sido un charlatán provocador ante ella, pero ahora me sorprendió porque nunca es lo mismo saber de una hechicera, que conocer a una mujer pérfida. Sus manos ya no eran manos, eran unas garras que me acercaban a un pecho que ardía en coraje y latía beligerante. Sus ojos ahora eran sopletes que me entregaban a sus deseos sin yo desearlo. Y sus labios, solo me pintaban un mar de dientes amenazadores, de los que se escapaban espumantes borbotones espetados, incoherencias aviesas con un tono de su voz desconocido para mí, que se volvió profundo, solo para sobrecogerme. Al tiempo que con un gesto hostil se echó la cabellera sobre el rostro, lo que obscureció aún más sus facciones y sentí sus ojos como dos puñales que me despedazaban entre sus deseos. -¿Y ahora qué?- No alcance a sugerir nada, además, no tenía opción (¡Yo y mis pocas palabras!) cuando ella, tomando la iniciativa y acercando aun más su cara a mi rostro, se despojó de los lentes obscuros con un gesto de desdén. Ahí estaban sus ojos flamígeros viéndome, rebuscando en mi alma. Y me susurró algo que no entendí, pero afirmé con la cabeza. Fue una batalla perdida, que yo celebro y el libro solo conmemora, ya me tenía entre sus garras y debía ser suyo por todo ese fin de semana. La alcance en el estanquillo, la observe, y en un éxtasis de recogimiento, abandono y sin más, solo con mi alma, me encarrile a poseerla (la leyenda siempre es un amor ingrato que se acaba). Nos enfilamos a la habitación, pero antes, pensé en comprar viandas para la batalla; chocolates, cigarros (manque no fumo) y algunos bocadillos ya preparados, que no ensuciaran la cama. Ya encarrilado la observe con detenimiento; la portada era atractiva, pero cuando leí la contraportada me emocioné aun más, ya sabía que me iba a poseer su lectura todo el feriado, extrañando el periódico u otras letras, este era un libro que prometía emociones en las que el tiempo se deslizaría lentamente.



La primera persona en persona, es el anhelo de esta escritura que solo uso para inflar mis ideas sin sustento, obscurecer tantas imágenes en tramas insolubles que inhiben el entendimiento cuando las revuelca mi mente en la prosa barata, que mientras más practico, más me envuelve en la opacidad grisácea de los atardeceres. Ando buscando que decir, algo que no sea el monologo escrito en imperativo íntimo de pasado impersonal, que con una sola idea mueve mi ánimo. Para poder hacerlo, debo ser un ente anónimo que se come a si mismo, en un susurro ignorado que lo consume entre los sueños anónimos que tendré  desde hoy… hasta mañana.



-Me llamó siempre “cariño”, tenía las manos largas y las ideas cortas, nunca de más de un párrafo breve y, si me lo permite señor alcaide; será muy fácil demostrar mi inocencia, yo no la maté, ni se nada de la víctima. Ayer terminó todo y yo, a fin de cuentas, ya estaba ingresado en el manicomio, pintando las paredes de azul y con la brocha, aplacaba mis instintos mientras disimulaba mis lagunas. Porque su nombre, para mí, siempre fue una tumba y tenía algo de niebla entre sombras. Pero que importa si yo siempre sería “cariño” u otro nombre, que no era el mio, susurrado de a poquitos-

Eran como las gotas de miel que se escurren desperdiciadas y te manchan -Lo que no te de yo, no te lo dará la vida- Lo de ella era miel que no disfrutas, son gotas de hiel entre sus palabras mal dichas. Después de tanta intensidad, llegó insulsa a preguntar la hora, ella sudaba y algo le escurría de la comisura de los labios, era la marca de un anzuelo que exigía atención, pero se empecina en vaciarse mientras sus viejos amores, se convertían en odios latentes e inequívocos ¡Que vivan las tortas de mole de guajolote! (Aunque manche las sábanas) Que es tan absurdo que solo puede interpretarse como un símbolo. Empiezo a tener miedo de ella, porque esconde muchas cosas en su silencio, pero no puedo quejarme ¡He vivido de su cariño! Y estoy seguro de saber imaginarla por algún tiempo más.

Miraba con naturalidad los halagos que pasaban de unos a otros sin pena, los toques fortuitos que teníamos y que le encajaba entre visita y visita a territorio comanche, en las que me presumía de su marido y traficaba su permiso de ejercer pasión, mucha pasión. Al tiempo me instaba a olvidarlo pero bien que lo traía impregnado entre las borlas de su falda corta y las pequeñas gotas que perlaban su frente, cuando se ponía nerviosa haciendo el amor y me recordaba que el buen querer, no se deja convencer nunca. Hasta que te desprendes de ti mismo, de las únicas palabras que te ensillan a ella. Siempre está ahí atrás, luminoso y radiante, listo para explotar al menor toque, porque sabe que se puede convertir en nada en un instante y lo único que lo une, es un poco de paciencia en la rara combinación aportada por mi misticismo y su realidad, en la que solo importa el estar cerca e inminentes como honrados milicianos en una batalla contratada. Y todo perfecto hasta que le dio por cambiarme el nombre, y no por el de su marido, sino por el del santo en la feria en la parroquia de barrio, que junto con el azar, tocó a mí oído como albur de fiesta que se concreta en un escueto –Algún día- En que hoy se entrena, para estar muerta en un panteón lleno de flores que controla mi subconsciente. Caminar por la noche fantaseando con la mirada perdida de su personaje que se transfiere de escenario, con la tranquilidad de quien domina la puesta en escena. Y siempre está buscando recuperar todos esos recuerdos que se pueden llegar a encontrar en la búsqueda personal de tantos anhelos que se quedaron en el camino. Rara como su sonrisa, de saber degustar un libro que te atrapa todo un fin de semana. Que yo celebro y ella conmemora.


(Son tres partes, 1 El enamoramiento del libro, que aunque el, para mi es un ella. 2 Una explicación de porqué lo hago y 3, Las notas de la crónica de esta lectura, apoteótica y sublime, en que mezclo la trama del libro, con mi experiencia en la leída sobre la cama, por todo el fin de semana)

20120507

El baúl de los haikus.....


La noche está aquí

Los ruidos se extinguen

Y el frío hiere



Por última vez

Junto al amanecer

Llegó radiante



Las lluvias de ecos

Que aturden al atardecer

Jamás serán voces



La raíz penetra

Enjaulando las piedras

Con gritos mudos



En el límite

Lo estrecha tan cínico

Más allá, la nada



Los vientos se van

Vil, pasa un hálito

Que al aire quieta



Fláccidas en paz

Flores como pendones

Flotan al viento



Hojas de viento

Jugueteando se apuran

Cerca del suelo



En suave alba

De tormentas perfectas

La luz se rasga



Las aves, sin viento

Todas, batiendo sus alas

Vuelan sin llegar



Las gotas rozan

Pétalos, arboles, aves

Con lluvia limpia



Escurre la lluvia

Tiñendo las cortezas

De manchas frescas



En mi derraman

Se disipan recónditos

Cuentos de bosques



El aire delgado

Se pasea entre  las ramas

Y ahí, se turba



Pasan y se escurren

Violentas e imprecisas

Nubes tristes de gris 



Halamos las raíces

Hasta que se vuelven ramas

Y florecen eternas



Bordan los cielos

Dejan la vía rayada

Aves como chispas



Ocres y grises

Pasean entre montañas

Restos de nubes



Una tras otra pasan

Se citan con la vida

Atrás de la sombras





Hojas de otoño

Bajan secas al bosque

Ya es silencio





Nadie duerme aún

El sol no puede ahogar

La razón ciega



Últimas alegrías

Nubes, sin rumbo se van

Hiriendo lomas



Las nubes alegres

Con embozo de cielo

Se pintan de azul



Miro su rostro

Un vahído inmenso

Que escupe niebla



Aquí estamos

Desternillados, porque abajo

No hay nada



Desternilladas

Grandes nubes se burlan

Del bosque seco



Los tiempos vacuos

En una arruga del viento

Sin pasar… se van



Los vientos pasan

Entre nubes espesas

Alegrándolas



Seducidos por

Nubarrones durmiendo

Van los pájaros



Nubes al borde

Presagian en su sombra

Un frio sosiego



Sin preocuparse

El ave alza el vuelo

Deja su nido



El mar se calma

Frescura que desarma

Silencios se abren



El ruido pelea

Al aire de mis palabras

Un cuento se crea



.    El viento fluye

Dejando un silencio

.   Entre las ramas



_   Un raro de azul

Cae sobre el amanecer

_   Desparramado



Rumiando mudo

Mis recelos guardados

Aspiro mi vaho



Fértil encanto

De sol, aire, lluvia, tierra

Deja esa joven



Falta un árbol

Miles de sombras tristes

Llenan su hueco





Vivo, soberbio

Presumiendo su imagen

Labra su pose



La hoja cae grácil

Hasta que hiere al piso

Entonces… muere



Deja su huella

Fugaz firmando el aire

Mientras perece



Algo ha huido

Se desliza sin prisa

En fugaz caída



Cinco mas siete

Y un cierre con cinco

Así es de fácil



Quien es feliz

No cuestiona razones

Ni ve tormentas



Se quedó vacío

Para colmar de brotes

Sus entristeces



Fosca sobre cielo

Sin más mirar que estar

Huye en silencio



Déjate llevar

Escribe el pre-texto

Que será final



Abriendo cofres

Corriendo cerraduras

Deja amar al amor



Abriendo cofres

Arrancando los cerrojos

Deja amar al amor



En un suspiro

Para soñar lo mismo

Dormitaremos



Con un vagido

Intangible y cierto

Nace una flor



Las olas se hunden

Solas desconsoladas

Yo, así… veo al mar



Sobre las dunas

Se nacen tan desiertas

Crestas sin luces



Llueve sin piedad

Truena el ruido al caer

Desamparado



Mientras caen lentas

Las frena sin tocarlas

Su suave aroma



Tan sin sentirlo

El tiempo pasa feliz

Entre las horas



Así, entre brillos

Se derraman las sombras

Atrás del Dios de luz



Tan entre nubes

Se derraman las sombras

Y cuelan los fríos



Chorrean agua los días

Mientras transcurren grises

Con precoz siseo



A darle, que es mole de olla

¿Y yo?

Qué decir si ya lo dijeron todo



Creo que al soñar

Se perdona el color

Duerme la vista



Va el tiempo asaz

Entre la felicidad

Ya sin transcurrir





Detrás los vacíos

Dócil, la flor se cierra

Del frio con sus hojas



Hojas la cobijan
Tirito de frágil flor
Que dócil cierra



Lejos está cerca

La nube al transcurrir

Lenta vive pronta



Silba el viento

Estremeciendo todo

La nube huye



Puesta de niebla

Con el fresco del alba

Despierta una flor



¡Cuantas aves al aire!

Las angustias del viento

Requieren sus alas



Llamando vientos

Se deja caer al aire

Lánguidamente



Mientras vuelo idea

Se van las plumas del ave

Con plan tan ocioso



Niebla que agobia

Tan cerca se esfuma

Que ¡lejos se ve!



Crece la vida

Feliz flor en tu seno

El tiempo viaja



Mujer; semilla,

Fruto, flor y camino,

Diario pendiente


Sin espacio el mar

Desiste en la playa

Su claro hervor



Veniales faltas

Dejan surco profundo

En la conciencia



Causes perdidos

Plantados en el borde

De verde hierba



El edén extingue

Lloros y penas abrumados

De mandas muy idas



Deja en claro

A quien deben temerle

¡Ruge tormenta!



Troncos huecos

Antagonismos rellenos

De orugas plenas



Él hubiera ¡existe!

Cercana fuga del ser

De su existencia



Ingenuo cielo

Echando todo arrojo

Al cubilete



Lejos del cuerpo

Mis brazos buscan tu piel

Sin encontrarla



Tremor cercano

Del ardor contenido

Anhelando salir



Lejos del tiempo

Sombras viajan mi cuerpo

Desamparado



En chapulines

Asados con sal y ajo

Mi poesía se va


Con gracia vacía

Se dejan ver en mi brío

Poemas sin chiste



Negro confuso

Pegada en mí muro

Noche sin rostro



Mutis callados

Rayos despojan cumbres

De sus memorias

                       

Corre siniestro

El tiempo sin sentido

Entre caprichos

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