20141229

Encuentro


Ya me voy camino al rancho y manque pierda, ¡aquí estoy porque tengo mucha estrella! Y sigo caminando entre los cipreses, cada vez más altos, siempre tan salidores. Y llego hasta donde se acaban y empiezas, para encontrarte y sin saber si encomenzamos o terminamos. Mis manos, ateridas del susto (o sería sorpresa), se descubren en el camino entre los pliegues de tu rebozo para dejarse caer entre las luces que deja pasar el reflejo del sol entre tu pelo, tan suelto, tan brillante. Todo para recibir una sola orden, -Vuélvete- y el vacío… la nada, la nulidad se apoderan de mí, están en mi piel. Y me estremezco, los ruidos adivinan algo que cae levemente, se desprende tu aroma. Y adivino mi suerte que sabe hacia dónde arranca tu esencia que se abre en dos. Después un murmullo para acuchillar el tiempo y terminar de partirte, desgajo el silencio de mi asiduidad contigo y yazgo las hojas que están sobre la tierra. Para ser feliz, embriagarme de mí mismo, de tu tranquilidad.

20141227

Y si no ahora ¿Para cuándo?

Firma lo que te digo;
-Tuya, para lo que haga falta-
Y sobro en que faltar a tu invitación. Lo dices y el frío se dejó venir en mi cuerpo con un sopor que cala y nos transborda a las sábanas. Macarena, eres tentadora, todo es para hoy y nada para dejar huella, ni sembrar y menos permanecer. Así es estar, encontrarte en lo malo que puede pasar, es solo dejar pasar hoy para esperar mañana en ese dormir inquieto y despertar dudado y con el miedo de que aun estés aquí.

Me pides permiso para desvestirte y se desvistes, con la lluvia que más tarde se esconde entre dos brazos, se disimulaba tu talle en una almohada a media pierna, descanso blanco sin otro adorno que tus esfuerzos por apretarlo de a pocos; tú tan escondida y yo tan salidor.

Mi trabajo desde ese momento es mentir, decir verdades a medias, enamorar el alfabeto y endulzar oídos de quien espera algo más, dejarme caer entre sus sueños y apalancar mentiras con sonrisas de colmo y opulencia. Hacer lo que quiero y subestimar lo que veo mientras me crea contento. No importa que no sea verdad, nos corromperemos de a gratis y seremos dos desconocidos mañana. Y me acordé de los tiempos cuando fuimos solo enamorados, veranos de lluvia en que nos escondíamos en la arboleda y bailábamos entre ladridos de perros jugando y sombras de farolas por apagarse.

Es para envidiar hacer espacio contigo, eres tan valiente que da miedo ver como te enfrenta al punto y aparte de cada tarde, tú, en la postura de horizonte cuando sales enjundiosa a retarme, me enseñas el sol en el horizonte sin siquiera levantarte y solo un gesto, te descuidas y de repente ya estoy entre tus brazos. Ya solo el verte me involucra a entrarle a los carajasos por gozarte en ese entusiasmo innato para jugársela por puro albur y sin saber apostar y ser el tercero en un dos, porque la vida es así y lo demás… es pintado.

Las cosas son como son, no como queremos que sean. Macarena, mera intuición que me envuelves en el fuego del destino con todas las ganancias que pudo aportar el juego gregario, que por cierto, con el tiempo se ha desangrado en pequeños fuegos que no llegan a infierno castrante del amor y su entrega exigida del último prejuicio que se perdió en tu bolso. ¡Brotaste, ocasión entre noches!


Y se queda agazapada Macarena, esperando que pase una presa. O quizás, yo solo aguardo ver pasar su sombra por delante, un sentimiento de adonde quiero ir sin permanecer, si no tiene caso, con el muerto que llevo dentro. Amarse en el sí, claro un si condicional, -Si no vienes te dejo amarrado a mi olvido-, de hacer o nacer, casi lo mismo pero en ti es de todos los días. Y el cariño contra el tiempo en una pelea por ella cuando el viento se lleva el nombre de tu seudónimo. Así, comparte el cercado con diferentes casas vencidas por el tiempo. Imprevisibles como el clima en la montaña de tu existencia.


Tener un alma gemela que se haga cómoda escogiendo batallas que ganar, pues no es fácil. Que sea tan enigmática como la vida y se deje llevar por el hoy, menos probable. Aquí está junto a mí, con la respiración, tirita entrecortada y dormitan sus sollozos. Afuera el agua aprieta y el viento duele, para puro cabecear y cantar al siguiente episodio y subsecuente hecho. Amanece, las campanas de la iglesia llaman a misa y quebrar utopías. Abro los ojos, y aun estás, más Macarena que nunca.

20141101

Día de muertos

La panadería está esquinada en la última calle del pueblo, es una antigua capilla de piedra que cambio de uso y se quedó en la soledad de la filo del pueblo. Se pierde en las afueras del lugar, ahí por la salida de la barranca y antes de los campos de cempasúchil de junto al panteón. En las mañanas, el humo de su chimenea se escurre entre la arboleda que va rumbo a la parroquia y se impregna entre la neblina de madrugada con el aroma de las flores.
El tahonero abre la puerta para verificar que la temperatura del horno de leña sea la exacta para dorar el pan. Sus ojos de desvelado están enrojecidos, se lame los labios para quitarse el sudor, tiene una sensación en la lengua entre salada y acre. Está en su punto el calor y se apresura a mezclar las harinas y el agua.
Aún después de haber terminado el amasado, sus uñas todavía muestran restos de tierra y le duelen. Checa de nuevo el horno para ver que los últimos restos estén bien quemados, y que no impregnen su pan con el olor a carne.
Ya el último rescoldo del fuego se está apagando, es hora de poner la tanda de pan a hornear y aprovechar todo el calor. Al centro del horno, está un pan diferente, lo forma como un muñeco y lo trata de hacer sonreír.
-Este si es el verdadero pan de muertos, ¡Excelente pan de muerto!-
Se dice.
-¡En la mejor de sus acepciones!-
Se contesta a sí mismo.


20140717

Vedado, es de nuevo el moto.

Vedado, es de nuevo el moto.

De repente, ella siempre tan cauta, tan tímida, tan lejana y ajena se dejó llevar por una voz interna que le exigió despertar al mundo entero. Saber que tanta dulzura podía ser mundana y tan distinta de lo que se esperaba de ella: “Quiero ser” Ahora yo también me acuerdo de como quería ser, pero solo era un frenético y delirante fantasma en casi todo.
Le perdí la pista hace muchos años, a propósito la buscaba donde sabía no estaba, así encontré las ganas de extrañarla, porque era tan complicado tenerla, que preferí solo extrañarla. Desde aquella ocasión en que me llevó a enseñarme el mar, a tomar el sol bajo un pelo y disfrutar la lluvia sin techo, todo transcurrió, solo pasó. Los delirios que me acompañaban en esas ocasiones, sin prisa, me llevan a donde nadie espera. Es más, creo que nunca fue, todo lo soñé y ni siquiera estuvo cerca. Pensé que así la tranquilidad regresaría a mi vida y que extrañarla ya era poseerla lo suficiente. Y de cuando en cuando, visitarla era como meterle un traspié a la tarde, encontrar mentiras cazadas con medias verdades para justificarla. Era como ver como se quedaba obscureciendo la tarde de a pocos y trastabillando. Sintiendo esa sensación de temblor y cosas desacomodadas que se escurre en las paredes de su casa, todo en un perfecto desorden que se trata de evadir por las ventanas al horizonte infinito y este, no se deja, permanece verde y esplendido sin apenas enterarse que es completamente intemporal e inocuo.
Y todo al final centrado en su escote, en esa profunda cañada que abre miradas y fija atenciones. Y en su casa tan azul, tan pintada de cielo, con el árbol del centro del patio que deja entrar la última luz de costado a su puerta siempre abierta, como para robarle un poco de espacio a sus tinieblas y sacar un rato las sombras del abandono descuidado que tanto se esmera en permanecer. Y lo entrometido es que esa obscuridad piensa que la protege, que la encostra y oculta de las atenciones de los demás, entre los que me incluye sin excluirme del todo, solo soy un rato más, solamente un espacio que llenar.
-Te espero dentro- Entro en la ridícula idea de que solo sea una vez, y yazca la última. Oigo su voz que me llama como canto adormecedor, un susurro entre reclamo y llanto, recorro el pasillo con la mirada buscando dejarme caer en algo que vea al verde del horizonte. Me descalabro tratando de pensar como ella, me oculto del sol tras la columna que sostiene el portal. Y ahí está, cuidadosamente escampada y sobre una toalla que no quiere abrazarla, y recostada en el marco de la ventana como para impedir que la obscuridad se escape del pasado, como consagrando la felicidad.
Quizás antes vivíamos para un mundo que sabíamos estable y seguro, ahora es una feria de emociones y cosas nuevas. Y claro, no lo sabíamos, este ser se desmoronaba.  Era tan metódica y brava que parecía que esta era su última resurrección.
Ahora ya no hay remedio, ¡Hay que vivir el momento! Enamorémonos y seamos felices- Se lo suelto de sopetón y ella se queda impávida, sabe que yo no quiero que abandone su espléndida lasitud, solo quiero que me integre a ella. Quedarme en ese abandono en que nada transcurre ni envejece, solo se repite en un transcurrir de tardes soleadas y lluviosas, enjambres de moscos y pequeños colibríes que los acaban.
Empezar de la nada y sin querer decir algo, deslizarse en la noche sin ir a ningún lado, mientras, la vida se concreta en solo una tarde sin nada que hacer para dormir en la parte final del sueño. Dejarse llevar sin causa que justificar, arrimarse a la orilla sin querer avanzar.


Yace mojada,
paz, entre inclemencias

de madrugada 

20140421

Sincronía

Sincronía

Mientras se levantaba, cuando ya había amanecido, se dedicó Teresa a repasar lo largo de la noche y turbio del descanso, tomó las sabanas para descubrir su cuerpo, se sentía apaleada y sucia. Tras solo estirarlas sobre la cama, corrió las cortinas. Se asomó para ver un día lluvioso pero solo abrió un par de centímetros la ventana, fue suficiente para llenar sus pulmones de un aire pesado, casi líquido que se impregnó en su rostro y la hizo suspirar. Se sintió sucia y pegajosa -¡Sé lo que va a suceder!- se dijo a sí misma, presintiendo su destino en un estado de ánimo. Y ya, se acercó al baño con la única certeza es que quería limpiarse, dejar que el agua tibia la escurriera para poder perdonar la vanidad del espejo, como un escape que pretendía se chorreara por el sumidero de la bañera y no volverlo a sentir encima, que se fuera lejos. Dejó pasar el agua sobre su cuerpo hasta que el agua le aburrió.

-Ahora vuelvo- se dijo a si misma al cerrar la puerta, y se llevó su ausencia a vagar en libertad sin tener en mente más que un café negro, lo imaginaba espeso, caliente y doble. Y ahora, ella, solo sueña que la nube viene para entender que pasa, mientras se deja caer sobre el  marco de la ventana y ve el horizonte como divulgando sus pesares a la lejanía. Como para no inspirar lástima, ni pedir piedad y cuando se descubre bostezando entiende que ya le aburre esperar, en ese momento un reyo cimbra la casa y alumbra el interior del cuarto con un gran fulgor. Se voltea y decide ser ella sin dejar que los demás sean ellos, y se descubre con los ojos húmedos, no es común en ella llorar. Tiende de nuevo las sábanas sobre la cama y esta vez decide que la cabecera puede estar del otro lado, quizás la orientación hacia el poniente no le favorece y lo que necesita es sentir como el sol avanza sobre su cuerpo en las mañanas para cargarse de energía.
Fatal aburrimiento de la inmensa rutina que a diario se deja caer sobre ella, sin poder evitarlo se desgaja en ramas pares, una florida para ella y una seca para avivar el fuego ausente, el desgaste de esperar que coincidieran en vez de hacer su vida, sin coincidir no hay remedio para la rutina en que espera. Pero sabe que se hundirá con el peso de dos, que unido, que digo coincididos, pesan más en el “ha habido”, muchas veces que coincidiendo, no se ven, pero reniega de su adicción a esperar, a no ser ella misma y estar cierta de ello y  anónima ser ella sin dejar de ver la ventana. Ella es la víctima de un infierno que sola hizo a su medida, dentro de la imaginación que le agobia la soledad en que presume solo estar de paso.
Sale y avanza con paso firme y solo se detiene cuando siente que alguien le llama, -Señora, ¡una limosna por piedad! – y solo le confirma lo que ya sabía, hoy es un nuevo día y ella camina en un trance extático y sin hacia dónde ir. Ya sabe qué olvidar, solo le falta saber con quién relegar el recuerdo de la mujer celeste que nunca fue y entender el ¿por qué? los jóvenes difuntos están aún vivos y buscan su compañía, no somos nuestros, pertenecemos al pasado.

Paces y luces, hasta que el sol de hoy se deslumbre, que los recuerdos se cuenten y se vuelvan memoria, ¡eso fue lo que paso! Una tormenta enorme dejó unos aguaceros que inundaron todo, incluidos tus recuerdos, las gotas de agua que presumías que eran lágrimas cuando me las regalaste y el pañuelo con sangre que probaba que no había pasado nada y podía dormir tranquilo. El mechón de pelo que la hechicera había rechazado por suavecito y demasiado tierno para su magia, las trazas de tinta en la hoja borrosa que se había llevado el viento y correteaste por todo el pueblo para terminar en la fuente del pueblo, entre los dos enormes pinos que se dejaban caer con su sombra de primera cita, reunión de provincianos que después nos lleva a las rocas inmensas que se esconden en el camino del arroyo, ese que alimenta agua fresca al caserío. Misma agua insolente que aliviaba mi sed y calmaba mis calenturas cuando me desprendía de la ropa, llegando al castillo que protegía mis sueños, sueños que se convertían en aventuras de seres sin peso que flotaban entre los dos mientras tratábamos de conciliar ilusiones con conciencias. Reproches que de tan juntos se unen en quimeras, en desafíos que la moral no entiende. Se desprende de plañidos y llantos eternos que solo se dan a las doce de la noche, antes de amanecer y cuando aún hace calor. Desperté para disfrazarme de lugareño e ir a buscar el famoso lugar junto al mercado donde las iguanas se comían y las víboras se volvían tacos para la limpiar la conciencia para los borrachos de la noche anterior, que necesitaban curarse para poder ir a buscar aves que vender en el mercado de la capital el fin de semana y presumirles como obra de arte de la naturaleza, que son como el ardor, te tiene que hacer sufrir para ser auténtico amor, y hay que describirlo meticulosamente antes de que se deje caer la noche y el agua fría se lleve la emoción. Soñaba que no era posible y despertaba, ansioso y húmedo, no puedes hacer nada, solo desesperarte y consolarte pensando que al menos hay apego en el fondo, sofocado por el calor, pero apego. Afecto, como el que le tiene a la sombra de la enorme palmera que deja caer sus frutos, cuando ya ni las urracas los quieren mientras las guayabas apestan de tan perfumadas y solo puedes tomar un par. Las tomaba y su olor me volvía loco y me dedicaba a repetir tu nombre, Teresa.

Yace mojada,
serena, entre lluvias

la madrugada 

20140402

El sueño

Nada. Qué digo del hálito humilde de la noche, tan lleno de despropósitos delirantes y absurdos. Que mueran los delirios entre gritos de fastidio, que baje la calor de tus ensueños para ser congoja y desliz entre sabanas arrugadas. Acostúmbralos a ceder y a acompañarte hasta el fin de la almohada y regresar a su central limbo, que dejen de ser ensueños y terminen en contextos subjetivos. Intrínsecas maneras de evadir la luz del sol abajo del lino y la seda para no descansar. Suelta un grito sin sentido desgarrado de ausencias que solo sea vaho que empañe el espejo mañana, para no verte. Ahora ya lo sabes, bufa y déjate llevar encabronada, olvida el espejo y despéinate. Acuéstate de nuevo y sueña que no es cierto. No lo repitas porque será realidad en un escenario elevado y dejará de ser pesadilla. Vuélvete a dormir y resígnate a arrebatarme, sosegada y entre noches.

20140328

Nada es igual cuando llovizna

Nada es igual cuando llovizna


El mar abordaba espumoso la última calle del puerto, y se volvía un estado de ánimo que después de las tres de la tarde se vuelca desde siempre, lánguido, lluvioso para al atardecer explotar en furia. Recordando que el tiempo transcurre, para ver que te acercabas en silencio, para ver como de tranquilo solo tenía la facha, y lo veías embravecer y retarte. Te retaba como diciendo que nada sería igual si no te acercabas a probarlo, cada vez más cerca. Y al tiempo te extrañaba, como si te quisiera abrazar para hacerte daño en un manoseo escabroso. Como esa condena que te hacía evadirte al acercarte y, ya ni pensar en tentar sus olas de domingo en la tarde, tan ellas, tan audaces que se metían como espuma entre todas las ventanas y puertas del puerto mientras yo… me quedé en el lado equivocado de la costera para ir a tu encuentro, porque, aunque se bien que ya no existes, aun te espero.

20140315

Fluir con la existencia

Fluir con la existencia, para urgir la prosa que se está, estancada.

En esa casa había habido una pequeña reja que veía al jardín, era simbólica, de hierro fundido y alguna vez pintada de negro. La hierba crecía a su alrededor, se subía entre sus barrotes para dejarse caer del otro lado, la parte soleada. Ahí estaba yo con mis vaguedades cuando entonces oí el aletear del cenzontle, a las espaldas de la cerca, había entrado y no encontraba la salida, era tan solo una mujer escondida entre los setos que se dejaba caer como si tratara de volar y solo podía aletear sin sentido en el denso aire de tantas flores maduras que agolpaban perfumes, como dulces entre el jardín.
Ella solamente salía al jardín de cuando en cuando, de vez en vez, cuando se acababa la inspiración o quería fumar. Trazaba entre las flores los cuentos de princesas y dragones, que generalmente terminaban en desamores y brincos de página sin moción de orden por su parte. Esta vez trazó una aventura en que ella era la protagonista y el jardín el escenario. ¡Que susto se llevó el miedo! Dulcísima se dejó caer en sus pensamientos, después de la feria, todo es diferente por un año. -No eres tú, tampoco yo, todo cambia- y recordó su amor, el amor de su vida. Que aunque ella decía que era ella misma, yo sabía que era otro.

Tarareaba “Ya viene la cuaresma, ya vienen las panochas, que tan dulces y sabrosas se cuelan en mis pensamientos. ¡Ah! la llevas tan escondida, esa panochita mía” Nunca volteó, ni miró para arriba, y el cielo era el límite de sus cuarentaytantos años con cientosetenta centímetros que la hacían sobrevivir en la jungla del jardín trasero de su vida, este, tan completamente enmarañado de macetas sin uso, zarzas y rosales enormes de gruesos troncos, crecidos de tiempo eterno y que formaban los arcos floridos, entre los que era difícil pasas sin enzarzarse. Pensó para si misma, “Aún no llega la primavera, y yo… ya cambié”. Atrás, la ventana de la recamara, oculta por una enredadera que cada día se hace más negada al sol, y una sombra esperando.

20140306

Todo lo que hay

Todo lo que hay

Bien me lo decía Concha –¡Ya ni  me quieres!- y es que a su primer amor, siempre lo tuvo enfrente, y era real; el merito mero. Siempre, su querer, fue como el de una piedra caliente del fogón, que de tan caliente piensas que te va a durar para siempre ardiente, pero se me fue. Y como arrinconar su recuerdo, si siempre aquí estuvo, ella, con todas sus modestias y ausencias, que dé a pocos se hicieron una conmigo. Sí, no había necedad en buscarla, porque siempre aquí estaba, y ahora aquí se quedó, manque ya no esté. Todo fue, de siempre, hermoso y salvador con mi Concha. Era todo lo que había y se acabó cuando las fiebres se la llevaron, ¡ni para donde menearse!, se me murió como pajarito, en mis brazos y diciéndome –¡No me dejes!-. Cuando ya no estuvo y de a pocos la casa perdió su olor y sus sonrisas, dejó de llenarse de luz cuando ya no había quien abriera el viento para orear las mañanas y sacar el humo de la estufa, que ya no ardía. Solo de vez en vez, yo la prendía para calentar café, pero no era igual, la vida se me puso chiquita y la cocina se me llenó de recuerdos. Y de cuando en cuando, mientras pasaba el tiempo y las cosechas llegaban; su herencia se volvió las flores en el jardín que yo aún regaba y la pintura vieja en las paredes de la casa vacía de mis ausencias, para solo quedarme el refugio del trabajo en la parcela.
Y ahí fue donde se me metió la Lupe; ladina y de a pocos, que digo; tranquila y desde el primer día que la recuerdo, aunque siempre ahí estuvo. Ella vivía en su chamba y ¿Qué le iba a pedir? si la Lupe solo quería vender sus tacos y hacerse de su dinerito, porque era solita de siempre. Y pues donde, sino donde había chambeadores que tuvieran hambre y como aplacarla.
-Hija de toda su madre, ni con que dejarla venirse, si nomás quiere fregar- Pensaba pa mí mismo y malpensaba, pero como ella siempre me insistía en que le comprara de comer cuando me encontraba en el campo, me atosigaba, mirándome todo el tiempo; pero yo sabía que era igual que con todos. Ella era sola y llevaba el lonche a los hombres del campo, le daba la vuelta al ejido vendiendo, y yo bien ladino que no me dejaba, prefería pasar hambres. Y aunque la conocía de bien por toda la vida, la Lupe se me hizo presente desde chiquilla y por siempre. Varias veces nos agarró el agua en la arboleda y ella bien prudente se hacía chiquita para no despertar astucias, ni habladurías. Daba de comer y punto, ella era derecha con todos porque le rajaba que fueran a hablar de ella sin dar motivo.
En fin, era difícil aguantar la brega que deja el no resignarse a pasar hambre, y solito me quedé plantado, nomás esperando la friega del campo con el bastimento que me llevaba. Bien que cuando pudo, no quiso y ahora ya no hay pa donde voltearse, ya no se va a poder. Y, pa qué, ahí se me viene de nuevo con sus tacos recién hechos y la jícara del pulque. Y yo, con el hierro a la mitad del campo, partiendo de a pocos el surco, y con el sol de frente, hundiéndome en la zanja y oliéndole a las mulas el sudor agrio; así, todos los días.
Creo que ya, ni para cuando se acabe la jornada, y llegue la tarde con algo de lluvia y viento para refrescar mañana voy a irme a descansar. Después, la noche todo solito, y al día siguiente a cuidar el campo y levantar la cosecha para volver a empezar. Y así de a por siempre me imaginé el destino, esperando las lluvias para quedarme solito en la casa, esperando los brotes.
Y para qué lo niego, algo que nace y punto; hace tanto frío en las madrugadas que un día se me salió un -¿Adónde?- y mi Lupe, que bien sabe que me gusta el pirul para comer y esconderme entre los azares del día sin buscar un albur para pasar la noche, se hizo chiquita y que ni me pela. Y yo, aquí me quedo para esperar a la Lupe si se decide, pero, nomás resopla cundo le pregunto -¿Pa cuándo?- Me respondió -Mi nombre es mío, nomás mío-  Pero al día siguiente llegó con su canasta de vender y el pelo suelto, ¡Nunca la había visto así! y le pregunté el ¿Porqué, tan suelta? -No te habías fijado,- me dijo.
Pero no hubo necesidad, ¡El destino manda!, esa tarde me sentí mal, algo se me retorcía en las tripas y me hizo caer de un vahído a medio campo, Lupe, que por ahí andaba pizcando algo en el cultivo de junto y que le llama la atención que la yunta se quedara enganchada. Corrió, y ni se dé donde agarró fuerzas para ir a alzarme; soltar el arado del tiro y arrastrarme hasta el rancho, ella tan menudita, ni se cómo pudo aguantarme pero doy gracias de sus fuerzas. Pa cuando me di cuenta ya estaba acostado en mi cama con las fiebres y supongo que ella fue hasta el médico por la consulta, y me cambió de ropa de tres días huido que se quedó a cuidarme. Dice que yo sudaba como si no hubiera agua que me alcanzara, me cuidó. Y el comal se prendió de nuevo, solo asaba chiles, echaba tortilla y la olla de los frijoles recién cortados, era lo único que había en la casa porque ya hasta las gallinas habían pelado. Pero bien que se aguantó la pena para consentirme y sacarme para adelante porque sin ninguna obligación no tenía necesidad, al fin ella también era solita y lo hizo por el puro gusto de ayudar al prójimo. De ahí pal real ya se me hizo costumbre verla en la casa, a veces me iba a prender la leña y preparar caliente los domingos y así la llevábamos… hasta que este año el cura nos arrejuntó por lo legal, nos animamos a ponernos catrines e ir a darle las gracias a la virgencita de la piedad por sacarme de mi mal. Pero yo bien que sabía que era por ella que yo andaba de nuevo, mi Lupe, ya le decía por su nombre para esos días, me respetaba. Y ahí, mientras regresábamos nos fuimos de tiendas, por lo que hacía falta en el rancho y ahí fue donde le compré su vestido, ya no era de novia pero bien que le gusto, ese, el de florecitas rojas que todavía se pone los domingos y para las fiestas, el par de zapatos de taconcito para ella y mis botas nuevas. Gracias a la buena cosecha, a que nomás éramos dos y yo, pos ya estaba bueno para disfrutar a mi Lupe.
La quiero recordar de nuevo ahora, tan bonita, tan ella. Soñar la fijeza con que me prendían sus ojos para no dejarme bajar la mirada a su pecho, todito inflamado de respirar rapidito, como para acabarme de los nervios. Relamiéndome sobre su presencia y acordándome de lo que ya no quiero echarme en cara. Preparándose para la obscuridad de la noche y allende el miedo de la primera vez por la noche, viendo de reojo como si alguno nos espiara y con cierta luz escondiéndonos de los demás. Como quedándose ciega y poniéndose a temblar mientras se quita su vestido nuevo y se apresta a meterse a mi cama por primera vez. Sentir como mis sombras la rodean y me acompaña de naciente, porque han de saber, que antes, nunca se dejó. Y la verdad ¡Qué bueno! nada arruinó esa noche.

Y qué, a estas alturas de la vida quedé más cerca del cielo que de calor del campo, ahora ya tengo quien me cuide del diario. Y pos como no, pa celebrar nos fuimos a tomar la foto del recuerdo ese domingo, ella tan chiquita y yo tan asoleado que parecíamos otros, pero, eso sí, bien juntitos y rete contentos ahí íbamos chiflando porque, cuando el pájaro canta, es que está contento. Y eso sí, ya de tardecita nos regresamos al rancho y, -A lo que te truje…  Chencha-

20140215

Quiero empezar el final y que termine hoy mismo, saber que no soy recuerdo sino mentira, y terminar como la tonada que te deja una melodía cuando pasa el tiempo, y, sabes que hizo falta solo un momento para cambiarte de nombre. Tú, mi alcoba de paz, en donde reír es tan sagrado como orar ¿Aventuras, amores? solo embarazos y deseos en un océano de tiempo, en que no es el cómo, sino el modo y el con quién. ¡Qué será! alguien que ampare a quien no tiene pasado y solo le dé permiso de ser. Quiero llegar a una orfebrería que no tenga obra, que solo sea un taller, en donde la pena de escribir, apenas valga la pena. Que sea la mesa que todo lo conduce hacia ti, entre palabras muertas y frases cortas.

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