20070915

Pedro tiene el gesto adusto y la cara curtida del que sabe trabajar solo en el campo. Llegó a mi casa y al entrar al jardín se sintió un perfecto extraño, diez y siete rosales de diferentes alturas sobre setenta y cinco metros cuadrados de pasto de promiscua mezcolanza ¡Ay con la casual existencia del que aspira a jardinero! ¿Cómo acomodar los unos sobre los otros? tres colores de rosas y dos tonos de verde que intransigentes desentonan cualquier conciliación de arreglo.
¡No en balde dicen que los jardineros hablan con Dios directamente!... Solo meneó la cabeza, tomó sus aperos y se fue sin atreverse a pisar mi edén.

6 comentarios:

Aristóteles dijo...

También los sacerdotes hablamos con las flores.

Felicidades por estos años de bitácora, precisamente, te traigo un ramo de flores... ¿Cómo acomodar los unos sobre los otros?

Mmm... No lo sé,... Mejor nos vemos en el paraíso.

Saludos, compadre.

He regresado de mis vacaciones. Espero que durante esta semana escriba algo. Nos leemos.

Indio Cacama dijo...

Creo que eso de dejar que los jardines se acomoden a la buena de Dios , así , sin retirar hojarasca ni nada , es muy inglés...

María Elisa Quiaro dijo...

todavía hay respetos por los edenes de otros...todavía

Viv. dijo...

El dolor de cabeza posterior a la visita del jardinero parece un tema universal. Al menos el hombre en cuestión fue honesto.
Yo privilegié la presencia de árboles y espero que comiencen a florecer dentro de poco; ya me hace ilusión imaginarlos vestidos de lila.

Abrazo!

Isabel Barceló Chico dijo...

Un edén tan lleno de rosas, debe tener millones de espinas. ¿No convendría que provocaras tu expulsión? Besos, querido amigo.

Borrego dijo...

Pobrecito el Pedro.

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