20070605



¡Yo estuve una vez enamorado así de fácil! Y como no, con su textura y olor a plástico recién moldeado, con vestidos blancos y nuevos todos los días. De sus prestaciones de vinil recién fundido, mente abstracta y encajonada entre las pérdidas y sacrificios del tiempo. Lo bueno de ella siempre es lo que hizo para sobrevivir sin quedar marcada para que todo siempre parezca tan recientemente fresco y claro, blanco, oloroso y sin macula. Con un humor subjetivo de años de soledad acompañada, como si hubiera dormido solo una noche acompañada. En la que no reconstruyó nada, lo edificó de ceros para mí cada nuevo día.

Así no me quedó más que nombrarla mi representante ante la sacerdotisa que era ella antes para después, volverse en una diosa parada al frente del altar de sacrificios en que anoche la tuve entre el sueño, como una premonición de lo que no sería. Pero esta vez fue diferente fue tan real, fue con un sabor a sal de mar y la textura áspera que queda en la piel cuando se frota con arena revolcándose al amanecer entre las olas antes de que salga el sol.

La primera ocasión fue dentro de una pequeña cueva cercana a un cenote, cuando desperté sudando entre el lodo que se había acumulado de la lluvia obstinada de toda la noche, después de una semana de medir y buscar caminos entre la selva, buscando paso para una carretera que nunca llego a ningún lado, no como el vinil de la muñeca que dura mil años para llegar al mar, y ¿qué podíamos hacer sino mojarnos los pies en el océano sin tener ánimos para entrar al agua? Aun estábamos húmedos y solos recogíamos caracoles en la playa donde encontramos esa muñeca perdida entre la arena, sin una meta clara y con su olor a plástico nuevo que hoy... la recuerda.

4 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Hay un sabor a sal marina y amarga en este recuerdo. Todo es perecedero. Besos, querido amigo.

Indio Cacama dijo...

Solía enamorarme fácilmente , hasta que me convencí de que para las mujeres un hombre enamorado no tiene nada de interesante.

Viv. dijo...

¿Y cuándo deja uno de buscar caminos entre la selva? ¿Qué hay de interesante en saber hacia donde vamos?
Abrazo, Manuel!

Aristóteles dijo...

Son los contrastes de la vida.

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