20110430

Mi pipiolo


-Ande aste ¿Come me le va?-

Para cuando lo devisé yo mesmo estaba jeteando, ya era tarde pero bien que lo endevisé y manque la carrera que pegué fue buena y me apercibí todo sudado a ver para qué era eso, jue inútil, ya no los pude nortear.

-Ya naiden compadre, se nos fue, como güilota se nos voló-

Y me quede chueco tan la vide yerta. Endenantes fue donde me prendieron sus carnales.

–Te va a llevar la fregada-

Me la cantaron los muy cabrones que ansina bien que me buscaban.

-Pos dia como nos toque

-Ya venites onde los zopilotes, ya te chingates-

Cada día tiene su palo encebado, si no aquí, ¿Ónde? Ponle que algo se truena y algún campanero toca a responso y algotro le cae su primera o su última pena. Ansina, lo que encomenzó se quedó enterrado porque ya ni remedio, me apretó los dedos como pidiendo gusto y se encandilo con desafanarse el jorongo, de a pocos para ver si se me venían los recuerdos y de a ratos me recordaba

–Quihúbole, yo creiba que no me moría-

Pero namas con su tecito de jilotes se me inconformó. Había que probar mis sentimientos y a chiflidos me entonaba, pero bien quese trancaba por no regresar y decir que sí, cuando logro correr de la luz y me escondió bien enrabiada onde endenantes nunca me encontraron, ella mesma fue la que me largó con un ¡Te quero!

–¡Ondi me iba a jullir con asté!-

Hasta creen que yo me iba aculerear por un chipote, manque fuese mío.

-Pélate pal cerro-

Era un lugar entre los palos a medio camino al jacal, entre el monte, donde se juntan los caminos y nadie sabe paónde jalar porque se pierden los rastros en las piedras y no hay ni donde nortearse y nomas yo con mis chuchos andábamos. Ahí me andaba, alcahueteado por mis cuates, comiendo los cogotes amargos de los cactus y las tunas secas de los nopales y una que otra de las garnachas que me dejaba mi tata entre las piedras. Mientras, a mi greñuda le crecía el chipote y yo mesmo, nomás desatacaba entre los cerros en la pura gueva. Ansina me chismearon que ya no gritaba en las noches y que cuando se tumbaba en la campechana las tardes de calor, nomás se revolcaba como acordándose. Dónde decían que yo andaba rajándome en el cerro atendiendo mis pensamientos sin hacer algotra cosa, ¡Híjole, Ni paónde pelarse! Y ella allá, sin asunto ni quehacer se tenía cohibida y triste para hacerme la paz y mandar a sus hermanos a gritarme al monte.

-Ahí andas, déjate devisar-

Y yo de guaje que les tengo caso, ¡Nuncamente!, El tiempo llegara Sí, ya estaban seguros y querían al tata, pero yo solo veía demoños que me aguardaban y yo, chintetes, ya estaba bien oscuro de tanta tierra y solo quería acercarme a cantarle una música bien cerquita. Ora pior ¿Qué culpa tenía el chamaco de que su amacita se nos pelara?

-Escuincle, ¡Ahí te viene tu mero papucho a conocerte!-

Ya tenía como los ocho años el probe infeliz de mi xocoyote que ni las enaguas de su madre vio y ¡Que se me queda sin su pilmama! Y conste, posque me la perdonan con tal que lo cuidara para darle el nombre, hasta ese día gorbí al pueblo a talonearle y desdenantes ahí me haigo pa yagorita hallarme mesmamente aquemesmo, con el sol encima, arreando güeyes y espantando cacalotes. Ansina créanse estas palabras ¡Que dialtiro no las estoy inventando!

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