20100219

¿Qué valor tienen las fiestas?


-Pues claro que todo está muy empolvado aquí, pero va usted a ver cómo queda limpiecito en un rato. Había que mandar orear la capilla, abrirla, dejar que se venteara para que pasara mucho viento y le saliera el tiempo. Hoy el nicho del centro está ocupado por una calavera que va y viene cada año en cambalache y solo se queda para cuidar el lugar, en fin un sitio triste en que ya ni la campana se acuerda de cómo tañer todo un año y siempre par.

Cuando era chico, soñaba en ser el mayordomo, ahora aquí estoy porque sé que a veces, después de la tarde aún tengo ánimos para hacer las moronas y que me queden parejitas todas, segar un poco más de trigo y amontonarlo en paja para yunta que solo golpea el piso aventando tierra con los cascos respondiendo a los chasquidos de mi lengua. Y después, atarantado de tantas cosas me dejo caer en el trabajo y veo ponerse el sol en la tarde sentado bajo la higuera y me preparo para robarme la virgen, Ya estoy más que listo. Es una tarea que debo hacer solo y hoy me toca. Me olvido de los cajones en que se supone debo guardar el grano y voy a la capilla a vaciar el nicho para guardar la calaca en mi morral. No me acuerdo de que pasó ni me importa nada; hay que preparar el rapto.

Salgo caminando, pero ¿Por qué dejó de correr el viento? Será para que se quedaran los humos sobre la casa y me hicieran toser mientras recordaba la tarde y me olvidaba desenganchar las mulas mientras buscaba alguna voz en la casa para poder platicar algo en la merienda o sería para esconderme y que nadie me vea salir. Esto tiene que ser a obscuras y sin ser visto. Pero ni sombras ni ruidos, nada quedó guardado en estos muros que de tantos olvidos ya ni se acuerda. Pero no puedo parar, estos tabiques que si no oyen pláticas, les da por caerse encima de uno y ya van varias veces que amanezco todo polveado. Nomas recule de miedo hasta la pared. Ni siquiera llego a la cama, dormito un rato acostado junto al calor del fogón.

Quienes sean no me van a espantar, porque aquí es de donde soy y no me queda de otra mientras viva. Y si no, ni modo. Pero ya estoy más que lleno de lutos y cada día me entra más fe y creo que no estoy solo, que esto solo es el tiempo de secas que voy a recordar mucho tiempo que su aroma es mi recuerdo y lo tengo encajado aquí sin más, esperando otro temblor para que se termine de caer todo lo que queda y solo quedemos planitos en este campo sin agua ni surcos, puras pitayas enjutadas en las encrucijadas y eso… a veces.

¿Por qué dejó de salir la luna y de correr el viento? Y cuando salgo, camino hasta amanecer y todo para llegar a otro pueblo igual al mío y agarrarlos disque dormidos, Siento que los estoy engañando, pero sin tener que esperar a que me vean, porque aunque me sientan como si no me conocieran se dejan caer al sol, ahí nunca amanece antes del medio día de lo olvidado que están. Le temen a salir y ya están medio muertos, se ve que están más jodidos que nosotros. Hay algo que se mueve en las mañanas, luz que cae entre las rendijas de la capilla y se dejan caer hasta alumbrar el marco y dejar confesiones desbaratadas en el altar que solo ve al cura una vez cada dos años. Se lo robaron y eso fue todo recorrer distancias y dejarse llevar por el nada ¿Cómo? ¿He de ir allí yo solo? ¡Necesito estar convencido de ir!

Los sauces grandes y escurriendo me acercan al pueblo, la noche sigue gris, fría y a mí no me queda más que esconderme entre los abrojos para disimular mi entrada. Un perro ladra largamente, como anunciando que –Ella- desapareció de su nicho para encontrarse ya en otro lugar, prisionera del año y del marco de plata que la guardaba hasta que le toque que la roben un año, desaparecerá en las fisuras que abandone abiertas y se quedará en el limbo todos los doce meses y solo un perro no fingirá que un extraño entró de amanecer a llevársela y solo quedó un esqueleto en el nicho de honor anual que tenía, un año aquí y el otro allá, pero siempre bien guardada.

El silencio guarda el honor de quienes me ayudaron al regresar y se quedaron esperando que el olvido enterrara todo lo demás. Era una locura, por donde pasaba sentía sus miradas de los que hoy amanecerían sin ella y a esta forma de desamor la llaman cariño. Y como no fiarse de gente que se muestra tan intensa una vez al año y el siguiente año fingen dormir. Voy de regreso y ya oigo a la campana tañendo a fiesta. Ya está la población arrejuntándose junto a los arrayanes para recibirme, ahí junto al panteón de la entrada, pero ya son más los muertos que los vivos y tenemos que hacer una fiesta grande para recibirla, porque el tiempo que no pasa, se muere.

Mirarla y tenerla es una forma de fe y hay que ver para creer, un año si y uno no.-

2 comentarios:

Indio Cacama dijo...

No sé que valor tengan las fiestas pero de que cuestan...sino pregúntenle a Calderón cuánto está dispuesto a botar del presupuesto en la pachanga del Bicentenario.

Patricia 333 dijo...

Me tardo en visitarte pero NO te olvido mi querido amigo ... No estas solo aqui estoy contigo :)
que bello todo esto que acabo de leer

Un beso

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