20120229


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Los recién amados (Estrés del apego)


En pocas palabras se disculpó pintando una silueta suya llorando y la dejó colgada en la parte interna de la puerta, donde no podía dejar de verla y solo era para mis ojos. Era un cartón que me recordaba los que se usaba hace muchos años la camisería, “La perfecta”, cuando enviaban las camisas blancas de papá a casa, perfectamente dobladas y empacadas en un papel manila siempre muy suave, sellado con papel engomado y dentro la camisa doblada sobre este cartón inmaculado. Yo apilaba estos cartoncillos, los guardaba y aprovechaba después, para dibujar porque sentía que eran una moldura para mis trabajos.

Era ella, estilizada a lápiz con la mirada gacha y la lagrima deslizándose sobre el dibujo colgado en el picaporte. La reja a la calle se mantenía cerrada y ahí, varado, estaba su bosquejo como un barco encallado, existiendo por la mañana para naufragar. Y ella, se había ido, desertando desvirgada por la lluvia, entre las hileras interminables de casa iguales que albergan problemas diferentes. El resuello nasal me decía que estaba alterado, nervioso entre los brotes de la enredadera que parecían abrazarme y la interminable angustia del ¡¿Qué pasó?!

Arráncate el corazón para comérmelo y dejarme así, plantado en esta puerta. La de un panteón que se queda con las rejas abiertas y es la cueva donde escondí mis sueños, es así. Ahora no está, como el recuerdo de los días en que se cumplía la norma, en que el camino era una larga bienvenida para un salto al vacío en la obscuridad, mientras doy vueltas y rodeos tratando de encontrar formas en las sombras. ¡No más roturas sin descalabros, regresa que aún hay gente que cree en ti! Gente que aún cree en un Dios que relaciona cosas con eventos que se suceden, cargados de razón apasionada y está dentro de la morada del muerto cuando huyen los pájaros, y solo queda la incuria del silencio. Es un lujo la soledad que llega de a poco y se hace tuya mientras se quiebran las señas de la entrada.

El trayecto al trabajo, esta mañana lo hice andando para darme tiempo de meditar y mascullar mis ideas. La herida es entre el pecho, espalda y madre; me sentí descobijado mientras los recuerdos se acercaban, llegan en rebanadas de existencia y en franjas de luz y sombra que supervisan los contextos en desgastados clichés que califican lo vano de la vanidad y frivoliza su entendimiento. Era un estrés frío que me recorría el cuerpo.

Llegué a la oficina con el tiempo encima, no importaba lo que pasaba porque ahora todo era diferente y aterrador, percibía un sabor amargo en la boca. Recordé el cartón y lo saqué de mi cartera, pensé en guardarlo, abrí el cajón al tiempo que se acercaba Laura, la ejecutiva con quien comparto, le di la vuelta al cartoncillo para ocultarlo de sus ojos y… sorpresa, estaba escrito con lápiz labial rojo. Leí el recado que no había visto antes “Regreso temprano, cuídate”. Para cuando regresé a casa, todo era diferentemente igual, quizás un poco más relajado.
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20120223

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Mi Inés



Si, Inés, siempre es una de las diosas más orgullosas de mi Olimpo y la caracteriza su cuerpo lleno de pecas, al principio yo pensé que solo el rostro las tenía y que tras esos rulos pelirrojos había un conjuro que los hacia brillar mientras subían y bajaban al caminar. Unos seductores rulos fantásticos que hoy, ahora,… ya no son naturales.

Por ella hablaba mi lengua y era, en su reino mágico, la responsable de los castigos al mortal, al expulsado de la fe que decidió premiar. Inés, tropezó con la castidad en su juventud, pero alcanzó a levantarse antes de los diez y siete, siempre en divina discordancia con el ocaso de sus principios y mis halagos. Entre la permanencia del misterio de la diferenciación del sexo, que no por ser primerizo (¡en mi!) se despecha a menos. Mientras ella, mi Inés, solo queda escaldada un par de días en que no nos hablamos de miedo, en que nuestra única relación era el silencio y soñar, ver pasar las horas e imaginar porque los temblores eran de placer, todos absolutos y nuestros. Y aunque después me enteré que se lo contó a Claudia esa misma tarde y hasta lo escenificaron, para ellas no era ningún misterio, y ahí, con la tal Claudia, se terminó de achicharrar sus cositas y verijas. Yo no tuve nada que ver con el descarrío y el secreto dejó de ser de dos cuando, así descubrí que sus sollozos eran de placer y las lagrimas de felicidad y no lo que me preocupaba, que fueran pena y dolor causadas por mi.

Y entonces aprendí que las lágrimas que se escurren de los dos ojos, pues son producto de la risa y las de tristeza solo se dejan escurrir de un solo lado del rostro. El dominante, el que manda señales de tizne y lluvia que entre absoluta y salada solo sirve para minar conciencias. Se escapó de la creación porque ya estaba engendrada desde antes, nació en una agenda de bolsillo cuando la esbozó Zeus, colorada y ardiente. Y su cuna, que era un bosque que nunca nadie se atrevió a manosear; por miedo al contagio de la miel y las frutas que se desparramaban de maduras y eso, ya era desde antes de todo y solo era un esbozo de un Dios, garabateando con lápices de colores.

Después, descubrí que estábamos emparentados los dos y ella no era tan etérea como suponía, lo imaginé cuando vi que teníamos las mismas costumbres. Pero no, ella tenía más mañas pues siempre salió del Edén acompañada de la guardia real, que era más real que guardia. Y aunque estábamos separados por las nubes (cuando había) éramos lo mismo; yo en el recato de una actitud recogida y ella, como una excelente expositora de su exuberancia presumiendo que la melodía que tarareaba era música del cielo

Un día se levantó y se dirigió a la sinuosa cresta en que termina el pueblo, donde se expelen los mortales y se sube al Olimpo. Desapareció como se escapan los gorriones de las jaulas, en un santiamén y sin dejar huella ni rastro. Hasta el tercer día en que regresó a rastras a reclamarme la virginidad (la mía de mi) con sus zapatillas rojas y un vestido blanco que revoloteaba al viento de luminoso. Volteó nerviosa al tiempo que me hablaba, era mi primera vez en esa situación y no iba a negarme con una hija tan bien dotada por sus padres. Nadie dijo nada con palabras y, si, tomé leche, mucha leche, hasta hartarme de sus ardores y mis vergüenzas. Las que limpiábamos con el paño ya arrugado que cubría la almohada, y el sudor de sus urgencias que en vano se disfrazaba de pudor mientras exigía más y se oía el ruido como de caverna llena de golondrinas que se baten, intimando en el amanecer. ¿Donde estábamos? viéndolo todo desde lejos acurrucados en el manto de las nubes que se desparraman entre nuestras, ambas, existencias. Inés acomodó la almohada, extendió las sábanas y se fue del Edén, ahora yo sabía quien era el que estaba flotando en el cielo y ya no tenía miedo, ni temores. Hasta me dejaron de gustar las bullangeras y aprendí a bailar las calmadas. Porque al final, uno se acostumbra al riesgo, pero no al desahucio y basta un segundo, solo una imagen para ser feliz. Esa es mi naturaleza, mientras, estoy dentro de su fábrica de humedad que sale de la nada. Un ensueño que es el paraíso de puertas abiertas con ventanas cerradas, que yo, ya no se donde se perdió.
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20120210


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Clemencia por triplicado
 

Estrella durmió durante tres meses; mientras, todo sucedía y nada transcurría. Cuando despertó renovada, aturdida, parecía apenas el tercer día, la fecha escogida para revivir. Pero entre sueños recuerda que despertando tiene cita en el instituto de calificaciones superiores, donde debe presentarse con el autómata que mide la felicidad en bruto tras tres meses de descanso (castigo) por haber reprobado su “evaluación de programa” tres veces. Tres era el número mágico que todo lo regía en Trípolis.

-¡No es posible!-

El enredijo de cables y mangueras que la mantuvieron en forma los tres meses, se auto desconectó a las tres de mañana. Primero el respirador automático, después la alimentación parenteral. Y para cuando el cuerpo se estabilizó, la  tercera y final; el nebulizador de ondas que blanqueaba sus pensamientos mientras descansaba. Era el amanecer y ella empezó a boquear, buscando emparejar su respiración. Se restregó los ojos y sintió que la sangre empezaba a irrigar su cerebro, una luz le hizo volver a cerrarlos. Era el detector de conciencia que ya empezaba a mandar reportes al TMU (Tercer mando unificado) por medio de la red trifásica haciendo lecturas en el iris de sus ojos. Recordó otra vez, aun entre sueños, la cita que tenía programada en el chip de memoria maestra que le habían implantado el tercer día de viva y que registraba todos sus ritmos y movimientos, era como una urgencia la que tenía por obedecer. Se dispuso a tener un buen despertar; no se escucha ella misma, pero aun respira con el compás del marcapasos de tres ritmos; suspensión, vigilia y actividad. De repente sintió un sentimiento, algo como nostalgia que le hacia recordar algo, eso era señal de que no sabía que pasaba o la última fase de la limpieza mental no se había terminado completamente, en la última calibración cerebral en que borraron sus consuelos y apremios. Lo que la hacía diferente a los restantes miembros de Trípolis. Sus recuerdos los ahogaron en imágenes injertadas que eran menos inquietantes.

-Puede suceder hoy o hasta pasado, serán tres días y ¡No sé donde estoy!-

Cuando quiso levantarse, sintió que no regresaba a su cuerpo completamente, alzo una mano, se sentía pesada, como si tuviera algo que la detuviera y se frotó los ojos para ver si aun estaba viva (Y recordó el puesto que tenía en la trilogía -Técnico En Recepción Y Archivo Definitivo De Recursos Humanos (Sepulturera)- en cada movimiento que empezaba creía que no era ella la que despertaba hasta que lo logró, se fue a la ducha en la emoción del agua fría para ver si le quitaba el sopor.

Ella no era bonita, pero tenía un no sé que, que la hacia atractiva, probablemente solo era un gesto que no le habían borrado en la “masificación”, la última idea del gobierno trigarante para igualar a las tres facciones de la sociedad y desintegrar la individualidad. Puso la mano sobre la chapa y el sensor la reconoció. El cuerpo, metódico y en automático, la ingresó a su departamento que de inmediato empezó a auto condicionarse. Era el suyo, pero estaba truncado por una luz blanquecina que le recordaba los primeros instantes del sueño en que todo estaba igual, quizás solo un aroma a viejo que el aire acondicionado no terminaba de llevarse y fue suficiente para despertar su instinto de supervivencia, o la ausencia de música que ahora era suplida por un ruido de fondo entre mar y olas. Después de tanto tiempo, aún no se borraba su última estancia ahí. Fue a su guardarropa y se coloco un uniforme plastificado para irse a sus pruebas, aún no sentía hambre. Se había olvidado de los malos recuerdos y entrar no le causó emoción, había olvidado que sucedió ahí cuando la integraron a la trisomía de los nuevos entes, desde cuando la época en que se cambio el sistema binario a triario y hubo que reprogramar todo a los tres estados, si no neutro, prendido espera apagado, blanco gris negro, el concepto que revolucionó los ordenadores y creo una nueva programación para el genero humano que ahora podía estar; vivo, desconectado o muerto, si, no, quizás. Entro al triangulo inmenso del instituto neuronal y se registró, la computadora solo le indico que acercara el iris de su ojos mas cerca del lector y se bloqueó. Desconcertada, tomó el reporte de la impresora y salió a la calle. Ese reporte contenía la licencia que la identificaba y le permitía circular en las avenidas

-Permiso Clase AAA, ¡perfecto!-

Casualmente este día empezaría las Triosas, las tres jornadas de fiesta que se habían instituido para parar todo el sistema y reprogramarlo, eran tres días en que se evaluaba lo anterior y se programaban los nuevos “Trifactos”, las leyes que ordenan todo. Fue en esa transición, ese primer día de fiesta cuando ella se quedó sin reprogramar, algún fallo no coordino sus neuronas y se quedó entre el limbo de los dos estados; el estado intermedio del que tanto había oído cuchichear a los treos. Ahora tenía todas las prestaciones de cualquier miembro de la comunidad y además se empezó a dar cuenta que no estaba enajenada por los deberes que todos tenían programados, estaba en un limbo en que tenía donde vivir y no tenía labores asignadas, se había cancelado su labor de sepulturera y sin embargo aún tenia acceso a los centros de acopio, recuperación y deshecho. Se dedicó a recorrer las calles buscando gente que tuviera sus mismas características, una aquí, otra allá en la soledad de los límites de las zonas habitacionales, o los complejos industriales, en los tiraderos en que se almacenaban los productos a reciclar. Recordó su profesión y sintió repulsión a lo que hacia. Caminó sin sentido en las playas donde la marea dejaba zonas de nadie y hasta había uno que otro perro sobreviviente de “La conclusión de seres inútiles” ordenada por el consejo cuando se instituyeron las “triafactas”. Estos se habían adaptado a cazar y sobrevivir, ellos, los perros eran los que habían aprendido a distinguir entre los programados y los libres, quizás era un rasgo en la mirada o solo la manera de andar mas pausada, menos mecánica de los limpios, que por ningún motivo hacían contacto visual con nada que se moviera.

Mucho tiempo después, o no tanto, quizás solo fueran unos tres días, los empezó a encontrar. Los desprogramados antisociales se escondían entre los limpios para sobrevivir y cuando se hartaban, simplemente tomaban camino hacia las afueras de la ciudad. Siempre había oído comentarios sobre ellos:

-La utopía en la montaña existe, no podemos negar que vive una tribu en el monte, más allá de donde se oyen los aullidos, se dice que viven en solitud y que no conocen la electricidad, ni los transportes, son salvajes sin red neuronal triangulada-

Salió a caminar y se encontró con una alma gemela, era una mujer de mirada viva y facciones quemadas por el sol que salió a parearla, ella también había logrado evadir la “programación pro afasia” cuando su nacimiento se dispuso por el consejo. Siendo programada para efectuarse en solitario, fue separada de inmediato de sus otras dos hermanas, mismas que si fueron integradas a sendas colonias de adaptación para que desarrollaran las habilidades programadas en su óvulo y que por algún azar del destino no se había terminado de fijar en ella completamente. Cerró los ojos cuando el sensor pasaba la lectura y una parte de la programación neuronal pasó sin afectarla, se daba cuenta ahora que integrarse era una opción. Caminaron buena parte del día y llegaron a la orilla del bosque, era hora de regresar a la seguridad de su habitáculo pero su nueva amiga hablaba sin parar y la mantenía atenta:

-Mira, para cuando me di cuenta, vi que estaba acostumbrada a sentir una terrible soledad, fingir amistad y negar amor. Estar preparada es fácil en el cotidiano, uno corre encarrilado y suave, todo así sucedió, pero me creé para no estar sola-

-El tiempo siempre había pasado sin arrancarme nada y me convertí en un extrañadora, ya no hubo remedio, siempre que no estaba le buscaba un nicho bonito para tener su imagen mientras no estaba cerca, y cerca no es una valla que brincar. Siempre estuve más ocupada en dejar de hacer cosas que en olvidarlas, que no es lo mismo negarse que olvidarse. Y ahora ¿Como me veo? ¡Como estoy! Como el infierno de estar próximos sin intimidad con los demás, y dejar ser mis instintos en una escalera en que las cosas se suceden en  pequeños pasos y grandes escalones En un ni modo, para que las cosas sucedan, primero imagínatelas, vete a la orilla de la cama, levántate de a poquitos y grita a tu modo; Amor para la musa viva que me abandonó y quiero que lo sepan, aquí estuvo ignorada y ahora la extraño. Quiero quedarme estática, desahuciada y sin siquiera ojear, extrañar en silencio y ahorcarme unido a los recuerdos de cuando la disfrutaba inmensamente, la saboreaba, y la condensaba irremediable en el tiempo para acercarla en el espacio para hacerme más pequeña y cercana mientras testimonió mi caída, cuando yo la había creado. Y así, correteando mi futuro, me empiezo a desfigurar correteando atardeceres-

Eran frases aparentemente inconexas que le movían a seguir escuchando y solo responderle con pequeñas aseveraciones y gestos que expresaban algún grado de entendimiento y comprensión, pero aun no tenía la capacidad de digerir tantas ideas. Caminaban por el campo y recogía pequeñas frutas, como vallas de entre los matorrales, la plática con ella la llevó a la comida, algo que Estrella nunca había experimentado con placer, simple y llanamente no sentía nada al deglutir, saco un pedazo de pan de su bolso y le invitó a probar:

-Si comes lo que te gusta no tendrás molestias nunca.Ya ni modo, comete un pedazo grande, saboréalo de a poquitos, quítale todas las cascaras a la fruta, pélala hasta que quede encuerada y a modo de que ella te saboree-

-Y ni que, uno siente la melancolía y siente como se arruga la piel mientras se queda sola y expuesta-

Ella la dejó que experimentara y Estrella lo disfrutó inmensamente, como quien se desnuda, se quita la piel y empieza a germinar, entre las horas que, obscenas, se arrugan, se comprimen con su compañía ausente. Estrella sintió una sensación nueva, el cansancio, esa placidez que le permitía descansar más profundamente y amanecer dormida en un lugar desconocido donde aprendió a administrar el tedio leyendo. Leer era una capacidad inducida que tenia de origen y solo había usado esporádicamente en la ciudad para comunicarse con algunas pantallas colocadas en lugares ruidosos o donde se necesitaba privacidad. Y la lectura la despertó, hasta recordó las imágenes nocturnas que nunca había experimentado, “sueños” le dijo su amiga que se llamaban y era una pesadumbre que cargaba todo el día por las imágenes que no alcanzaba a entender, como si fueran realidad sin serlo, ese era el concepto de realidad aumentada del consejo que hacia las veces de divina trinidad antes que el trimurti llegara en la hipóstasis de una misma esencia. Leía y en la noche soñaba con las imágenes mentales que la lectura creaba.

-No es algo sensible ni siquiera insinuante, es solo un transcurrir entre la sensación de abandono y sentir como una mano te presiona el pecho para asustarte, solo para hacerte claudicar obsesionado por darle los buenos días a la taza de infusión de flores y hacerme la asustada-

Si no se puede liberar de sus angustias, porque desmadrar es un instinto que ella hace parecer talento, para tener un oponente digno, para despedirse como ciervo en la arboleda que supone que andar lento es hacerse invisible. El miedo también le atrae, le llena, le turba y también le muestra el camino. Los sueños cada día eran más reales y la atormentaban todo el día; Un niño se cae al rio y se ahoga entre las barcas en un día feriado, es algo que entristece a cualquiera y lo puede ver, sentir. Pero, ¿soldados de plomo ahogándose en metal fundido? O, tan solo el cariño que tiene una vaca que lame a su becerra y la hace despertar sudando

-¡Soy mi peor enemigo, peleando en un triángulo para binarios!-

Su obligación en el campamento era ir a caminar al campo para recoger comida y bayas. La verdad era que la enseñaban a estar sola. Un buen día, caminando lejos del campamento, se encontró con el cadáver de un trio que había huido de la ciudad y no sobrevivió, había casi olvidado su profesión, pero al olerlo, arqueó y vomitó enérgicamente hasta que se sintió purificada. Mucho tiempo estuvo junto a la muerte, pero esta vez fue diferente, ya no era indiferente ante ella. Ahora se sobrecogió al ver el rostro hinchado y las cuencas vacías. Con sus manos le cubrió con ramas y le prendió fuego, tomó de su bolsa el dispositivo de identificación que llevaba y lo coloco junto al cuerpo quemado, cuando lo activaran a distancia sería ella. Esa noche no pudo dormir pero, encontró alivio entre los compañeros del campamento. El camino de regreso a Trípolis era largo pero Estrella insistió en ir de vuelta a su ex ciudad, era como quitarse una expoliación que le urgía, la muerte era solo el camino que siempre tuvo cerca,

-Yo creo en ti-

Le dijo la rectora y bibliotecaria del campamento “Montaña” al despedirla. Sintió un llamado y agitada abandonó el reducto para regresar a su departamento de tres paredes, donde permaneció por tres días con sus noches, al tercer día desconectó los sensores, se había auto borrado la memoria implantada. Recogió sus pocas pertenencias para no ser identificada y poder regresar al alberge de montaña donde habitan los binarios. Ahí, el tiempo, parece que ya no transcurre.

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