Loco por la tormenta
La sola idea de volverte a
encontrar me turba y cuando el viento del obscurecer empezó a exhalar, tu llegaste
y fue como cualquier aparición inesperada, en que con un –Yo puedo ver la noche y encontrarle matices al negro- te
presentaste, expelida y exabrupto de no se donde. Yo estaba descuidado, había
pasado mucho tiempo y transpiré un sudor frío, impasible al verte y recordar lo
estresante que fue vivir contigo y como tu talento fue arrasar con mi presencia
en olas de paciente desarraigo. Ahora, ya tiene mas sentido nuestra relación,
ayer en la fiesta, cuando te volví a encontrar Mitadmía, y vi que ¡el centro aún
es tu vientre! estabas enfundada en un traje sastre formal con el primer tono
de negro, que te henchía y reparaba de nuestra última vez. Mitadmia, con esa
camisa de holanes que se encapuchaba parte en tu cara, y que te adivinaba entre
sombras. ¡Como has cambiado! Dije por decir algo, aunque eras la misma, y yo
temblando no puedo imaginarte en un mundo sin miedo. Empezamos a platicar sobre
cosas triviales y terminamos recordando, perpetuando memorias que ninguno
queremos aceptar y solo blandimos como excusa.
Tú, sigues fumando de corrido, ya
no el paquete de tabaco, ahora estas atrás de esos cigarros extra largos, los
blandes como antorcha olímpica para llegar a la meta en los primeros roces, y
terminan como escudo, rápido y malo de tus labios carnosos en los últimos títulos
que pronuncias, estas fingiendo una voz áspera y rasposa. Caminaste, te abriste
paso entre todos los concurrentes, aventando humo y dejando un rastro de
tequila. Verte escapar fue como cumplir con la historia de administrar
ausencias que me legaste, porque bien sé que solo se puede amar u odiar con
desmesura, no hay puntos medios
Pero no huiste desconsiderada y
sin rumbo –El primero en desertar será
solo memoria- , regresaste con otra copa para mí, que importó tu escudo de
humo (-¡Quiero respetar tu amistad!-).
Abriste un frasquito de perfume y trataste de neutralizar el tabaco en tonos de
gris. Yo, mientras tú, Mitadmia, te embalsamabas y pensabas, estático tomé el
trago y me supo a comunión cuando lo invisible se hizo manifiesto.
Esa noche me desquité soñándote,
fue una visión que me marcó, tenía mi grueso torso, cuatro patas que trataban
de caminar al unísono, cuatro brazos que se balanceaban, y no me preocupé hasta
que traté de peinarme y descubrí algo como otra cara, mitad mía y mitad
prestada que se dejaba llevar por mis imprudencias, avanzaba el sueño y me
desprendía en dos seres independientes, en un dolor que se apartaba del sueño y
te recordaba en mi parte perdida. El peine era esta vez, un cuchillo que nos
separaba.
Y yo caí embaucado por el
enamoramiento de -tusordenessonmisdeseos- (–Me
gustaría… estar encantado de tenerte-) Sé que lo sabes, pero te preocupa y
por eso me lo preguntas. Es cierto, no hubo remedio, la masa crítica de mi ser,
creció, había sobrepasado sus posibilidades de entendimiento. Llego y apabullo
a cuanto infante se le puso enfrente, así, sin dejarse impresionar se declaro
libre y anuncio que estaba lista para dejarse llevar por sus más bajos impulsos
y que sus deseos solo eran suyos. El órdago que la acompañaba se deslindó de tu
compañía, ¡era difícil seguirte el paso!
-Ponme los labios cerca de la
medalla de oro que me cuelgan. Que si no lo soy, ¡lo parezco y te van a quedar
verdes!- Soltaste el listón de tu pelo y sacudiste la cabeza, el puntal que la
sostenía se desquebrajó cuando descubrió que no era lo suficientemente humana
como para dejarse llevar por su instinto. –A
los muertos, ¡luz!, es un arte revivirlos- Ahora tienes la perniciosa manía
de decir lo que piensas, claro, siempre me decías –Tu escribe ¡que yo te platico!- pero solo tienes ojos para su
verdad y desgraciadamente a más de estar hecha de ideas, buenas intenciones y
palabras, tienes un hermoso cuerpo que te desborda. Y me negué a complacerte. Ni
besé tu medalla ni reviví esa noche y hasta hoy que te encontré de nuevo caigo
en cuenta de cuanto soñé y que significaban esos sueños
Tú, hablabas sin parar y yo,
dejaba caer mis silencios en medio de los dos y veía como nos separaban. Y yo
ahora, solo tengo esta carta para recordarte.
2 comentarios:
Manuel, elogio la elección y ocurrencia del nombre, Mitadmía.El enlace descriptivo en el 4to párrafo que comienza con "Me desquité soñándote...." es admirable.
¡Fabuloso relato!
...y yo dejaba caer mis silencios en medio de los dos...
Hermoso, Manuel.
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