Arreando mulas
-¿Y ese quién es?
-Gervasio, el arreador. El
mugriento que a las cuatro de la mañana de todos los días, nomás se arremanga
el pantalón y se echa encima un café negro con su pan. Saca las mulas del encierro
y las parea “porque cada una tiene su lado bueno”. Se fija su morral al hombro antes
que salga el sol, y sale con todo lo que necesita para encarrilarse al monte.
Ahí se va, pisando la tierra cuando todavía esta fría para que no le arda el
camino-
A eso se dedica, a
arrear mulas. Todito en él, es bien poco; su litro de pulque, tres tacos de
tortilla y un aguacate por recaudo. Con el machete a su izquierda y el fuete a
su diestra se calza el sombrero, se arrima su cobija y se pone a arrear el
atajo. Irse a bajar la sal de los llanos allende las tierras negras, al cerro
del Tecual, es su obraje, es su tarea traerla seca y limpia para mercarla a los
noqueros que preparan las pieles que salen del rastro.
-Oye tú
-Si te hablo a ti, ni
modo que a las mulas
Pero sigue como si nada,
es más sordo que una tapia y vive platicándose solito y sin oírse. Parece un
beato, siempre musitando cosas que solo él entiende. Y si algo aprecia es la
soledad del camino con las animales, más que mancomunado con alguien. Solo él y
sus mulas pintas, con las nubes de polvo y moscas revoloteando alrededor. Y
siempre cuidando la carga, manque se le viniera el cielo no se le moja la sal
porque la traiba bien tapada y hasta que no las pone en la artesa llegando, no
descansa.
-¡El infierno te queda
corto!
-Gervasio, ¡no te hagas
buey!
Y el camino se hace más
corto cuando ve como lo saludan al pasar y se ríen, y el tan como si nada de cómo
lo chotean, sigue en sus pensamientos. Tronando la fusta y avanzando en el
trajín, en la tranquilidad de quien no entiende. En el pueblo lo ven pasar de
al diario, cuando nació nada más le pusieron las aguas del socorro para ponerle
el Gervasio, creían que se moría del parto con su madre, de prematuridad. Por
eso así se quedó, así; sin bautismo con señor cura y todo re lleno de marcas en
el cuerpo por la chinga que fue que naciera y con la boca pegada a la pared.
Dicen que no se quería salir de su madre manque estuviera muerta y después,
quesque se quedó sordo a propósito, para no enterarse de nada. Él no era de
aquí, dicen que porque nunca lo legalizaron y el agua que le echaron no era de
la bendita, por eso se veía re enclenque. Pero era mejor que nada ese bautizo,
por eso se quedó flaco de por vida y sin aigre. ¿Pero y qué?, la bebía o la
derramaba
-Gervasio, ¡hay te ves,
mula desorejada!
-¡Chíflales que se te
quedan!
Y ahí se va muriendo
solito y día tras día se cuenta a si mismo las mudeces que solo él se entiende,
un día se dio cuenta que se largaron sus hermanas y ni siquiera se quedó con
quien le arriara. Ya andaba medio muerto del espíritu y, eso sí, aguijando las
mulas de al diario y comiéndose los alacranes que se encontraba debajo de las
piedras. Nada lo afectaba, nadie lo pelaba solo los chamacos que apedreaban las
mulas cuando pasaba el caserío de donde las cañadas empiezan.
-¡Cuantas mulas y yo sin
fuete!
-¡Ahí se ven!
Y el chasquido del fuete
y la funda del machete era lo que le daba a respetar. Y no es que no platique,
¡es que no entiende nada! y nomas le gusta andar lleno de polvo por las veredas
contándose historias él solito. Ya se ve, no es ningún coyón, ¡hay van tres
muescas en su funda!
1 comentario:
¡qué hondura para pintar en pocas frases al hombre solitario e indiferente hacia los demás, que transita por la vida salvándose con las historias que se cuenta a sí mismo! me gusta mucho como escribes, pero este relato me llegó de manera particular.
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