Trascender
Hoy amanece y soy otro, ya no existo
el mismo, ni nada es igual para el que era antes. Tengo la barba crecida y la
memoria olvidada, me siento sucio y mis memorias no las encuentro donde me
acuerdo. Mis recuerdos son otros y nuevos, ellos me eligen por ratos y solo
intuyo que a mí me tocó ser escogido porque lancé la suerte y me toca estar en
su reflejo. Y sé que si me quedo en mi retrato, esto será igual ¿O no?
Después de tanto tiempo me
encuentro con mí mismo, me veo al espejo y me admiro de aun ser el dueño de su
imagen. La capturo y la guardo en esta cajita de madera de cedro que tiene una
pequeña llave y un espejo en su tapa, la cierro firmemente para que al cerrarla
no escape. El olor de la madera se confunde con su éter.
Estoy por entender al fin mis
motivos, para dejarme llevar por sus reflejos, y abandonarme a caer sobre las
olas de sus caderas y la envidia de sus pechos. Y mientras, voy a culpar a mis
miedos de la luz y a cegarme en sus ojos, cambiaré mi espejo por una ventana al
horizonte que existe entre sus ojos.
Pero ahora, sin dormir y alterado, aprieto su frente
contra la cajita, la siento húmeda de niebla y sopor, huele a su ser. Me dejo
llevar por su mirada; que ahora es mía. ¡Nunca la debí dejar! ¡Ahora soy ella!
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