Encuentro
Ya me voy camino al rancho y
manque pierda, ¡aquí estoy porque tengo mucha estrella! Y sigo caminando entre
los cipreses, cada vez más altos, siempre tan salidores. Y llego hasta donde se
acaban y empiezas, para encontrarte y sin saber si encomenzamos o terminamos.
Mis manos, ateridas del susto (o sería sorpresa), se descubren en el camino
entre los pliegues de tu rebozo para dejarse caer entre las luces que deja
pasar el reflejo del sol entre tu pelo, tan suelto, tan brillante. Todo para
recibir una sola orden, -Vuélvete- y el vacío… la nada, la nulidad se apoderan
de mí, están en mi piel. Y me estremezco, los ruidos adivinan algo que cae
levemente, se desprende tu aroma. Y adivino mi suerte que sabe hacia dónde
arranca tu esencia que se abre en dos. Después un murmullo para acuchillar el
tiempo y terminar de partirte, desgajo el silencio de mi asiduidad contigo y
yazgo las hojas que están sobre la tierra. Para ser feliz, embriagarme de mí mismo,
de tu tranquilidad.
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