Soy solo una imagen, camino tratando de parecer despreocupado,
pasando inadvertido. Voy encontrando el viento frio que me corta la cara, vengo
caminando en la acera equivocada y cruzo la calle al llegar a la esquina, no se
para que lado voltear, los ruidos vienen de todos lados y me embotan. Sin darme
cuenta ya estoy en él, ahí está, es un edificio enorme que impone, llego al
hotel por la avenida cinco, doy vuelta y es él, tiene más de treinta pisos, es magno,
la puerta tiene dos cristales inmensos que parecen flotar en el vestíbulo y
entro. Pase lo que pase será perfecto, ahora estoy entre dos columnas altísimas
que cualquiera pensaría soportan el edificio, pero no, solo adornan la entrada
y le dan la sensación de inmensidad que buscó el arquitecto, camino y me siento
observado, pero solo. Un par de sofás le dan simetría a la recepción y están
ahí como un adorno porque nadie parece interesarse en sentarse para ser
observado, todos creen tener prisa… menos yo. Las ventanas permanentemente
cerradas y medio ocultas entre unas cortinas que se ven como pesado lastre para
la luz que trata de abordar la entrada y no puede inundar el hall. Volteo la mirada
siguiendo un taconeo, es una mujer maravillosa que se trata de cubrir el rostro
con una mascada que parece flotar entre su pelo y unos ojos que sé que me
observan, es magnífica y lo sabe, levanta las cejas al verme, casi
imperceptiblemente, se acerca a la recepción y descuidadamente se pone a
acariciar las flores del adorno al centro de mesa, veo que susurra algo
inaudible al recepcionista y pone una cara de contrariada que no quiere
ocultar, ahora ella tampoco parece tener prisa, “es una regular de estas
situaciones” pienso para mis adentros. Con soltura se adelanta y toma posesión
de un sillón al centro del vestíbulo. Veo como me observa y trato de disimular.
Me gustan los hoteles que tienen personalidad y clase, ahí sientes como miles
de historias se apilan dentro de él y tú quieres formar parte de un cuento al
menos. Este no es el tradicional hotel con olor a café barato y una mesita de
cortesía con vasos desechables, aquí hay historia melodrama, tradición y tiempo.
Pero en fin, ya estoy dentro y no sé si lo que siento es devoción o fe. Es como
si ya hubiera sucedido, ya se lo que hay delante y a lo que voy, hacer lo que
quiero hacer y en ese momento ser feliz dentro de una burbuja en el tiempo.
En cierto mundo paralelo siempre
tenemos un clon y en este acompañante paralelo, nuestro Doppelgänger, tenemos a la sombra que siempre nos acompaña. Estos son
como formas luminosas que tienen su obscuridad en otra parte de nuestra
otredad, un alma gemela que se atormente por saber que vamos a hacer o se
despreocupe de lo que hizo. Espíritu que vagabundo no tiene más que mi cuerpo
para asentarse o deshacerse como humo que en el infinito se dispersa como sudores
añejos, es mi perfume, mi marca. Es difícil aceptarlo pero así es, algún lugar
nos copia o lo imitamos y es una alteridad que se subleva. Queda como una calca
inversa de lo que pasa y se sublima y no sabemos si es nuestro vecino o está en
el limbo del mundo alterno que todos
sabemos y nadie ve. Tenemos tantas dudas y preguntas que quizás solo estamos
esperando que cualquiera las conteste para que se deje caer en nuestra razón y
respire tranquila un fallo, una sentencia que nos exculpe y nos declare
comunes, viles mortales. ¿O quizás solo esté en la antagónica, un replicante
que se escurre entre sombras y se vuelve súpita, esperando que pase por este
lugar para subirse al tren y cambiar
puestos con su alma gemela de la antípoda? Existe o solo es una maniobra de
nuestra mente para escaparse y justificar el destino. Es solo el tiempo que le
dedicas lo importante y ¿cuenta para la otredad? La verdad es que solo coincidimos
cuando sentimos sus pasos caminando junto en un pasaje que viene y va, en una
proyección que solo nosotros vemos y está marcada por la tragedia de no ser
ella. No es un clon, es yo mismo y por eso cuando no me soporto, soy otro en la
misma historia con recursos de la otredad. Hasta que pasa el tiempo, comprendo
que yo no soy el igual de mi clon. “Es el destino, solo el resultado de una solución
que escurre de a pocos y nos moja, nos empapa y cubre, nos despinta y
transborda a otra realidad en que también somos”. Tanto pregunté por ella que
finalmente la encontré, y ahí estaba, inmensa para topar con ella, choqué con
mis recuerdos. Y bien sé que no todas las mujeres son iguales, las hay que las
hay. Y yo, con solo el suficiente tiempo para hacer una cita, programar un
encuentro que no fuera casual, planearlo hasta la última miga para encontrar el
meollo, mi razón. Al final entiendo que no es mi igual es mi contrario que solo
quiere protagonizar mi existencia porque no soy un cualquiera. Y siento junto a
mí los clones de otros dando vueltas, mientras tratan de encontrar su par y
tratan de controlar mi quehacer en una copia ajena. No entiendo si los clones
son del mismo sexo o son almas paralelas que se complementan y asexuadas son
iguales o inversas, parásitos que imitan o no quiero imitar. Imitadores de
siempre o comensales de mi alma que están del otro lado del espejo y observan
mientras me descuido en opciones binarias que me alimentan. Dislalias de mundos
que de tan iguales son diferentes en la nostalgia de lo que pudo ser y no es.
Es un día común para una persona
cualquiera como yo. Ya casi es la hora convenida y ahora solo pierdo el tiempo caminando,
la vista es genial, avanzo despacio para no llegar hacia la cafetería donde nos
citamos. Esta, arrinconada en la recepción del hotel y no tiene vista a la
calle tiene los muros en tonos de gris, forrados en una tela cada vez más obscura
que mata el eco y cualquier ruido, misteriosamente los susurros se escuchan
perfectamente. Eso me molesta, me gusta no saberme encerrado y los espacios
abiertos y en el fondo no quiero estar ahí. La tarde es esplendida y nubes blancas
en el horizonte presagian un anhelo fresco. Afuera, la entrada a la cafetería está
llena de gente que viene a alguna reunión social de la que no soy convidado,
aunque bien podría confundirme entre ellos y hacer más rápida la espera. Pero
no, yo, me apoltrono en una butaca y aguardo con una copa (aunque no disfrute
del alcohol). Son las siete de la noche y el tiempo transcurre mientras trato
de no perder la compostura, me imagino que sudo profusamente aunque el calor no
lo amerite, solo son nervios, La copa se convirtió en un café que no saboreo,
permanece intacto mientras lo meneo con la cucharilla y me sumerjo en el
tintineo que hago, disimulando, tratando de ahogar ruido que produce. Las
personas que caminan en la recepción en sus trajes y corbatas no se dan cuenta
de que el tiempo parece detenido mientras espero, bien acierto que siempre vale
la pena esperar a una mujer porque aunque las primeras veces siempre son
memorables y únicas, pero sé que esta será la segunda y última. Y aun así, vale
la pena esperar una hora… o dos, sin fumar y tratando de parecer fresco mientras observo a las personas que se
registran y trato de adivinar su ocupación y no pensar, es fin de semana y hay
mucho tráfico como para rumiar en salir, porque, lo sé, vendrá. En el banco de
la entrada aún espera y siento como me observa la misma mujer mientras juega
con su mascada.
Esto ya no cuenta, para cuando brotó
Lluvia radiante, no la vi y pensé que valía la pena esperar su alma sin prisa, estaría
hermosa, radiante y cuando me di cuenta, solo éramos dos y ella (más el
fantasma que llevamos en nuestro interior que pide estar presente mientras algo
sucede para, espontaneo, aparecer después y en lo menos imaginado y montado
sobre la conciencia embosca nuestra mente), Lluvia, se quedó esperando que
llegara el tiempo. -Somos perfectos- Pero tanto tiempo se había desvanecido en
segundos y todos los caminos que veía llevaban al mismo sitio, y a sus lados la
tierra estaba deslavada y ceniza. Nuestros roles eran intercambiados entre los
días que no tenían más que hacer y el tedio de lo mismo de ser única. Todo era
caminar para compensar otras acciones y encontrar razones que no hay. Ella se
ocupaba de todo, antes trabajaba, ahora cuidaba de su casa y propiedades, y en
miedos pierde sus sueños. La mujer cauta del
encono diligente se deja caer en mí.
El tiempo corre, lo ves transcurrir
en las sombras que se mueven, tic tac, siento el pasar del tiempo en otra parte,
eso es algo terrible. -¿Sabes Lluvia? No sé cómo manejar la ansiedad, esto no
es igual a la muerte, tú eres una formal pasión, que cuando olorosa y obvia me
arrastras a lo más hondo del viento, me desmorona y solo me lleva al techo del
egoísmo- ¡No! es demasiado cursi, a veces, yo tengo la tentación de ignorar, de
solo dejarme llevar por la brisa y ahí flotar. Pero el solo revolotear sobre
huellas de herrumbre, esas persistentes manchas sin forma que marcan el camino,
me prohíbe olvidar. Son ganas de ver y dejar pasar, pero no puedo, siempre
supuse que eras parte de la armonía de mi vida, que tú, tenías poco de ser y
mucho de existir… quizás solo fue una brecha en un día a día, que en rutinas se
deja caer sobre la capa de fresco que queda de muchas tardes, en que yo, asomado
a la ventana para cuidar el jardín y soñar con verte corretear mariposas. Casi
sin ropa, oculta entre la mirada de mis silencios. Porque ni tengo todo lo que
es, ni es todo lo que está es un hábito. Recordando como el tule gigante al
centro del patio, se escapa de la sombra y deja caer sus graznidos vespertinos sobre
todo el jardín, y vuelven invisibles mis dudas como olor de flores. Me quedo
entre verdes de todos los matices, que regulares invocan pleitos de colores con
el cielo y se dejan caer en tonos de gris en las tardes que te desvanecen.
¡Regresa quintaesencia! Que mis huellas desnudas sobre el césped te extrañan.
¿Cómo escapar de lo inevitable? ¡Qué sé yo! Porque, retar no es una opción,
ignorarlo y dejarse llevar por la falta de tema para después lidiar con la
culpa, esa traición que nos hace nuestra alma para justificar lo necesario.
Olvida el miedo que tienes de ser feliz, que nadie te la va a arrebatar. Y
pasa, tararemos la culpa todo el tiempo y mientras el viento acaricia la tarde,
empapando lo que queda de recuerdos. Adiós viento insolente que desaforado te
llevas mis pensamientos cuando te conviertes en la seductora realidad que tu
pelo acaricia descuidadamente-
Parecía un infinito afín y Lluvia,
caminabas desnuda delante de mí, tan acicalada como enigmática no recuerdo el
día pero sí su frescura, quizás solo fue un sueño, teníamos un trato y algo no
funcionó, nada más al empezar a caminar lo ignoró. Te fuiste, ligera, como el
vino en el verano, parecía que volaba.
Me impresionó verte, veníamos juntos
y por un buen rato no caí en la cuenta de quien hería junto a mí entre el
sendero, te vi en la inmensidad de un parpadeo y supe que las cosas suceden
porque así tiene que ser ¡Lluvia!
Olía a primavera. Algunos logramos
continuar, caminamos atrás del perdón y supimos mantener la especie, ocultos en
el jardín. Hay una fuente, entre vientos que van y vienen, se escapa de a pocos
entre las orillas, en tonos azules y rosas cálidos que se escurren al miel de
tus ojos. Las fragancias que se escapan del jardín y llevan recuerdos de
alguien como tú, corriendo desnudas de peso en tu piel limpia. Atravesando
peldaños y pisando el verde recién regado que humedece las culpas, y se deja
caer entre las ramas del cedro que tiene tu nombre y mis recuerdos. Esas
memorias que son un rostro mojado entre lo demás, que fue cuando la lluvia
soltó a sus pequeños bastardos al sol de la mañana, uno dos tres cuatro, para
que se disiparan entre el sol. Parecía contar constantemente mientras
ronroneaba tratando de tenernos juntos. Pero desde que se seducía, veía muertos
en todos lados y penes en todos tamaños. Lluvia, quizás no es posible seducir
un sueño, que fiel al texto se queda sin alma, trasgresor e irreal de mi alteridad que se esconde entre el mito de tu
sexo. Cierto, me interno en el bar, el bullicio del hotel ha desaparecido,
siento la soledad, solo es polvo de tiempo escurriéndose entre las aguas, tú no
sabes lo que es buscar cauces, solo caer y dejarme llevar para perderme a
propósito en tu recuerdo.
Pasó una ráfaga de viento y se llevó
el final que no cabe en esta historia, porque los excluidos de esta historia
tienen otra versión, más real. (Lluvia dice que dejo un recado en la recepción
en que explicaba algo) Porque yo como digo una cosa, digo otra y todo se oculta
en mi otredad que veo en el espejo (O es solo mi clon quien me hace gestos) y
se niega en morir para dejarme como un fantasma sin sombra, porque tener
alguien a tu cargo te mejora el vigor. Lluvia, no llegaste nunca para
convertiste en tormenta que me hace pagar la cuenta y salir del restaurant, la
mujer del sofá aun aguarda atrás de su mascada a tono con sus ojos y siento que
es mi alma gemela. La observo, tiene una mirada triste y me mira, quizás piense
lo mismo.
Coincidencias que no veo, soluciones
imperceptibles y peleas que nos enfrentan. Sabía que los demonios terrenales no
hurgaban en las niñas sin prejuicios, siempre hubo un dejo de respeto.
Amarguras y dulzuras que nos describían entre sueños y vivencias, tomó su
píldora contra el miedo a las tormentas con una dosis de larga enumeración de
sueños. Las mentiras son un acto de colaboración desde aquella vez en que la
nube se situó encima del jardín, volteo a ver y se hizo chiquita mientras se
agotaba en grandes gotas que despeinaban las flores, llovía y Lluvia envejecía
recordando el cielo cuando era suyo el viento, con esa certidumbre de rencor
vivo, nube que se desgaja con los vientos de febrero.
Los muertos siguen caminando por
ahí, ya son el olvido que será,
melancólicos se acercan como sombras que de repente te descubren y caminan
junto a ti. Pasan contando lo que ya no tienen, que digo caminan, se deslizan,
se escurren con la luz que frívola se desprenden de su peso, se esconde entre
las sombras de tres árboles, una buganvilia. Se mete entre el jardín y se
integra a la tierra. Ya no son muertos, víctimas de falta de existencia, ¡ya
son la muerte misma! Que en una paz inmensa, inunda las sombras que ya resultan
estériles
Todo era igual, ya nos sabíamos de
memoria, violamos tantas costumbres para que sin miedo nos pudiéramos acostumbrar
a desaguar nuestra conciencia
1 comentario:
Mi Doppelgänger... debe ser que todos tenemos alguno. Yo recién ahora estoy empezando a entender de qué va todo este asunto. :)
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