Cuenta la tía Claudia que nos gustaba jugar a las
escondidillas, saltábamos las rejas para ocultarnos donde nadie pudiera vernos
y, se ríe recordando. Lo que ella no sabe es como siempre te buscaba donde ya
sabías que te encontraría y, lo que inventábamos cuando nos quitábamos las
ropas de domingo. Ahora, tampoco sé dónde saber buscarte, si atrás del jardín o
en el hueco de la palma, tras las huellas húmedas del camino al río o en las
sombras del patio trasero, y ni siquiera imagina los cuartos obscuros donde
asustan y nunca nos soltamos las manos.
Antes te encontraba para tirarte a besos, comerte con
caricias mientras te aprendía de memoria para colorear las tardes, o cuando
cambiábamos de personaje mientras subíamos a la torre para ver la lejanía
arqueada de nubes. Nacimos así de juntos, brotamos para ser felices y
florecíamos los veranos. Ahora, ya sabes todos tus secretos y yo paseo por
cuentos nuevos para platicarte, aunque solo los tires en manojos secos que se
desviven entre el arroyo. Hoy me abrazas sin apretar, mientes con una frescura
que enamora, con una certeza que apabulla y… me hace creer que aún somos niños.
Unirás tus dedos
Serán miles de hojas
Brotando sueños
2 comentarios:
Enamora Manuel... enamora! :)
Tal vez, aún sean esos niños que sabían amar, sin esperar nada, sólo amar, aunque hoy se miren, casi con indiferencia, ajenos...
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