Solitario
en Puerto Libre
Ella
no se fija en como la estoy observando, camina como si cualquier cosa hacia mar
abierto y yo, no puedo evitarla mientras marcha tan rápido que me deja atrás. Y
yo siento como cuando la realidad se vuelve cotidiana, una sola mirada furtiva
de silencio enamorado, basta, ¡Qué complexo este marasmo! Es un recuerdo de
orfandades y desamores en que la realidad no existe en naufragios, aunque la
coquetería sobreviva acariciando egos, esperando que se te escape un equívoco
en que observas que la vida es un borrador, nunca será original y solo quedan
éxodos. Tan solo son de ida y parten a ningún lugar, los esperas. Principian
desde que llegas al muelle queriendo descubrir nuevas sensaciones, pero pierdes
el barco, y solo vez pasar, distantes, a los tripulaciones que existirían como
tus compañeros de viaje y pones cara de que solo fuiste a verlos partir sin ti:
Son huidas en que traspapelas tu equipaje ahí dentro, con tus emociones y aun
así, no tienen regreso. Son viajes que ya comenzaste y no tienen atrás, son
compañeros que ya perdiste y maletas que no recobraras. A veces solo te quedas
marcado con una pulsera, que no una esclava, abrazando tu mano izquierda a
manera de boleto, con el miedo en la bolsa y suspiros de abandono en el
aliento.
Son
primeras veces que merecen una segunda oportunidad, el derecho a olvidar
cualquier cosa, es algo personal que nos acongoja y simplemente está el
recuerdo. La memoria que es un invento de abates o bardos está iluminada por
una luz que no calienta, artificial me deslumbra sin dejarme ver y se eterniza
sin calor. Por ratos esperaba que se volviera a armar pero se quedó desencajada
y hablando algo que no era nuestra jerga de todos los días, una verborrea en la
que traté de hacer mutis porque creo conocerla desde chiquilla y sé que hay que
esquivarla en estos momentos. Por la ventana de la taberna del puerto, veía
como de a pocos la tarde se caía en pedazos y dejaba unos enormes huecos negros
en el cielo de los que se suspendían
nubes cada vez más grises y siempre inacabadas. Ella se daba maña para
hacer la tarde eterna y no despedirse sin antes dejar escapar sus ansias
(debilitando las mías) en algún escondite que siempre estaba de paso y
generalmente era un obscuro y sin ventanas. -Estar solos no es casualidad- en
efecto era una cita cuidadosamente planeada y escrupulosamente escogida. Todo
un enigma que escondía el estigma que la caracterizaba mientras se trataba de
borrar las marcas de la última vez y pretendía ser primeriza, una y otra vez.
Los
aromas del mar, son momentos agradables que excitan la memoria y desde que
recito nubes estoy más cerca del cielo, contando gaviotas e hilando rutas que
solo se adivinan desde arriba, en el fantasma de mis apariciones que no tiene
brújula. Hay fantasmas por todas partes, son todo un hito yo siempre me
los encuentro entre el aire que pasa, van flotando y no podría decir que
arrastran penas. Más bien van en un aparte que los eleva mientras piensan y
destilan cuentos en ruidos extraños, cualquiera diría que los cultivan en la
religión de los desesperados, entre monosílabos y susurros. -Ya no deseo una sirena,
ahora me atrae el silencio-, y fue una sepultura por el cuerpo, lo
suficientemente bien planeado y perverso para parecer inocuo, irracional e
inocente porque no existen libros de magia para mujeres tristes.
Amaneció
muerta y estaba lastimada por quererme aplicar citas de famosos que nunca dijeron
y escogiendo, ahora sí, cuidadosamente las palabras para parecer consejos rosas
de quien solo adivina la realidad. Pero aun así, esta vez noté un pequeño
temblor en su voz, algo no cuadraba y sus escalofríos me turbaron, fue
diferente. Cerré los ojos y traté de concentrarme en la anarquía funcional del
silencio enamorado de su organizado desastre. Ese, que ahora nos tapa con solo
una sábana como vela de muchas palabras y poco entendimiento porque ya se le hundió
la última barca. –Soy un olvido, capaz hasta de amar-
No la
pienses, úsala y sedúcela, acaso ¿Se pude hace un inventario de las personas a
quien arrebatas? Y ¿Qué tan iguales son a ti? ¿Serán tan totalmente disímiles y
escabrosas como para desecharlas?... ¡Suelten lastre! Es como una tormenta en
el horizonte. El barco avanza, tú perdiste la candidez y solo te quedaste el
muelle viendo avanzar la ausencia, con el llanto a flor de piel, que para
acostumbrarte florece como una forma de morir que se marchita dando vueltas en
la bahía. El viento se escurre entre las rendijas reconciliándose en mutis con
la tarde, respirando a base de suspiros.
De
noche llegué a casa, percibí que alguien me llamaba, cuando volteé, no había
nadie, solo una desilusión inútil. Ahora y en la distancia podría decir que su cuerpo es un laberinto
que hay que transcurrir a ciegas, sus labios un sinfín de olas que se
entrelazan con sus pensamientos en gotas de miel. Pero abro los ojos y la
encuentro de cabeza observándome… -¿Quién es tu dueña?- ¿Quién posee a quién?
Ahora que tal vez salga la noche de nuevo a provocar a mi sombra, que a veces
es un susurro y ahora solo una caricia que como prurito se esconde en mi cuerpo
mientras pierde el velamen. Los hombres que pasaban lo sabían, pero caminaban
de largo disimulando, las mujeres preferían fingir. No tenía sombra, se veía
etérea, sin halitos ni auras ¡Su alma no había sido nunca! Mientras lágrimas se
creaban entre los rayos de la tormenta de su mirada.
3 comentarios:
Lo que genera el aura es lo amoroso? No sabía.
Es una imagen Noemí, la imagino frente a mí sin que esté presente, solo su recuerdo. Por eso no tiene sombra ni refleja luz, la tormenta en sus ojos procede del horizonte, mar adentro
Gracias
Varados sin la vara, aquella que al toque, sembraba y recogía ternura. Sin esos ojos que miraban a diario.Quietos. Sin las palabras que llegaban, en delay pero ahí estaban, sobre un puerto de juguete.
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