Del deseo y otros peligros
Más allá del deseo y de las
costumbres, ese día Lety caminó con soltura hacia la barra y pidió un cortado doble,
a los costados del destartalado bar de estación se escuchaban voces de hombres
que platicaban en voz alta y mujeres observaban a quien pasaba, Ella camina con
soltura montada en sus tacones de oficinista transmitiendo un tamborileo que
avivaba los oídos de los más curiosos, llegó, se plantó frente a mí y se llenó
de pecho a espalda de luz. Una pequeña rendija entre sus lentes me deja ver sus
ojos, se sentó displicente, abrió su agenda y trato de leer lo que traía instruido
en la memoria:
-Lunes y primer día de marzo, fecha
en el que hay cajones que no quiero abrir porque por ellos se escurren
nostalgias; las tengo dentro, bien húmedas entre la ropa vieja que ya no uso, son
almarios llenos de cosas viejas que no he visto en mucho tiempo y al ponerme a indagar…
se me escapan estupores y sorpresas, que como son, me asombran. Empiezan a pespuntarse
con mi vida pero… todo esto está estático, es lo mismo, no cambia-
La escuche como quien escucha al
viento, sin querer comprometerse, con cuidado. Sus palabras tan sutiles que
casi no se escuchan, noto que tiembla temerosa. Le tomé la mano para decirle
algo y creía en la curiosidad de las personas en la mesa de junto, que no
sabían si ella actuaba o así era sus maneras y revoloteaban en nuestro portar. Llegó
el servicio, tomé la humeante taza de café y sorbí de a pocos tratando de
ordenar mis pensamientos y descifrar los suyos, aislándome de los demás.
Abrí y me encontré con ecos
confesos en que ella llega sin más, recuerdos de otras tardes llenas de tazas y
plática -Soy una impostura- descaros que dicen que la verdad siempre sale a
flote y las mentiras caen por su propio peso, estas escurrieron de sus labios
hasta tocar fondo cuando ella me dijo que hoy, ¡Ya me perdonó! Me guiñó el ojo
y tomándome de la mano me indicó que había inventado el amor de ocasión y tenía
que percibir todo, es como era y nada cambió la vocación de sus besos ni en sus
caricias que se escurre en la tierra y forma lagos que brillan deslumbrantes y
terminan bordeados de árboles, que son como sombras que nos observan. Termino
por pedir una ensalada con frutas -Para dos- Le guiño un ojo al mesero y yo me
sentí celoso de que el ayer no acabe nunca para deshacer una realidad que no
acaba nunca
–Abrázame, respírame, acaríciame,
metete en mí y revienta. O al menos solo imagíname, piénsame y hazme real, no
puedes conservar para siempre frescas y olorosas a todos los requiebros que has
amado- No esconde ningún secreto, solo actitudes y posturas ya olvidadas sin
caso se dejan entrever cuando abre la bolsa y me entrega un regalo, es algo que
para ella importa.
Puede que así sea todo ahora, que
algo pase, no sé si hoy o nunca, pero va a suceder, solo es cosa de esperar que
este de buenas y se deje querer porque si, nomás porque si y sin siquiera
cuestionarse o preguntar. Yo, tengo mis dudas. A veces era una y a veces era
otra, y regresó a la que me gusta, se acomoda a mí y me permite quedarme ajado,
porque no existe nada que no sea inmortal, pero esto ya huele a enredado de
tres días. Descubre el hecho de amar sin entregarse y es como morir sin tener
fuerzas para resucitar y deja caer sus pesares en la culpa. Se siente como
recién llovida y húmeda de nuevo.
Cuento su historia queriendo
olvidarla, bella e intransigente, porque ya está lo suficientemente clavada en
mi cerebro para poder disfrazarla, atenuarla y dejada caer de a poquitos,
siempre he querido olvidarla pero regresa para disfrazar mis miedos de sueños
justo donde empieza la alucinación. Cada amanecer despierto más temprano para
tratar de evitarlo y dejarme caer en la vigilia del día a día de trotador
ensimismado en mi propia brega, faena que maduró precoz en su relación subterránea
de acciones develadas solo por las sombras que se evidencian, solo por el frío
que provocan entre generosos desvíos de atención que me enseñan que estoy
encerrado entre cuatro paredes que parecen ser una caja de cartón. Siempre iba
y venía en el mismo camino, en la misma hora e iguales vistas, lo que pasaba,
pasaba a sus espaldas porque ella no se daba cuenta que lo que pasaba la iba
digiriendo de a pocos, casi sin darse cuenta. Tenía unos treinta años y no se
daba cuenta de cómo asomarse al mundo sin agacharse a ver si es amor o
sordidez. Sin darse cuenta que desilusiona mis ayeres en sus dos versiones,
claro a la que tiene subtítulos le entiendo más, aunque dude de todo, más del pasado
y las mentiras de un momento. Pero memorias… para toda la vida incrustadas en
el baúl de los recuerdos en que ninguna felicidad es eterna. Pero, ¿qué
realidad tenemos sino la que vivimos y recordamos cuando la suerte se lía con
el destino? Y mientras no termine la encrucijada, no puedo empezar a
disfrutarlo porque ahora me siento un extranjero, que no un extraño entre sus
besos con aire de tabaco que me desconciertan de inciertos. Para cuando llegué
a casa la tarde era una lluvia continua.
El
mundo hasta ayer era un lugar apacible, hasta que aparecieron las dos, ella y
su sonrisa con cierta malicia y así fue el final, un cuento con vuelta de
página ¡Orgasmo de por medio! Y entre lo quieto y lo formal se desenvuelve
entre lo que yo desconozco de la noche y lo que la obscuridad sabe de mí. No me
gustan los almendros, se dejan florecer por cualquier febrero y en pleno
invierno quieren ser las estrellas de la mañana… Lety es lo mismo.
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