Yo quiero despedirme así
Yo quiero despedirme así, hacerme a la mar por última vez en
una muerte muy dulce. Se me hace difícil pensarlo, más, el escribirlo, pero así
es. Porque sabemos que hay cosas que terminan, se acaban, son como los marineros
que un día salen en la mañana de puerto, pasan las horas y los días y simplemente
no regresan, se pierden en la boca del gran animal.
Para que esa noche, el puerto se vista de grandes fogatas
que a manera de faros en las cimas más altas alumbren la noche sin luna, se aparenta
tranquilidad pero en el fondo de sus callejuelas hay quienes lloran y se
acongojan, aunque saben que el mar no perdona, se pierden en la esperanza y así
se quedan, buscando ir al encuentro de algo que ya no se ve en el horizonte.
Y sus allegados se quedan lacrados en la vehemencia de las
tormentas que pasan, y ven los cielos grises con los ojos circundados de
lágrimas antes de irse a dormir, cansados de buscar velas en el horizonte y
dedicarse en las mañanas a pescar a los recién llegados e indagar noticias de
ultramar
Los niños salen en la mañana a la playa para buscar restos,
saben que se quedan regados por ahí en las mañanas, sin dejar casi huella; un
tablón aquí, una boya allá es lo que queda del naufragio y todo el mar es la urna
en que ellos se quedaron inmersos al el agua y dejaron la vida a la fortuna del
marinero, para morir entre el amor de una ola sin fin.
El servicio es a la orilla del mar, cerca de la capilla y
acaba rápido, hay nubes de tormenta y truena el horizonte. Se quedan contemplando
el mar, y sin culparlo sienten que la brisa es un fantasma, que cálido les
susurra consuelo cuando las olas lamen la orilla y se juntan las sales del
llanto y el mar.
Velaron al otro lado del océano, con las buenas intenciones
en que ellos se bebieron la mar de una muerte solemne, y sin parafernalias,
simplemente ahí están, en la mar de los desterrados. Juntos, en lo que extrañan
los viejos marinos mientras sueñan con tormentas para olvidarlos, como olvida
la mar, en los frutos de amores que corroen el alma en un paroxismo inútil.
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