ménage à trois
Pasaron unos días, nos
encontramos en un café de esos que son irrazonablemente adictos a lo simple. Ella
cuelga su brazo, ve en el reloj la hora de sus culpas, marcada puntualmente,
pero no contiene ningún tiempo porque sabe que algo va a pasar y quiere guardar
ese momento cuando aún disfruta la poltrona, el café y la compañía. Mira con el
rabillo del ojo para atrás, para adelante, solo para pensar algo y no
darse tiempo para ser escéptica, pues siendo tan lúcida
no quiere darse el lujo de caer para la carne y si para rodearse de
disimuladas ideas en que esconde pensamientos. Porqué retratarse, no de cuerpo
entero sino solo de cara. Algo más sólido que la monomanía de estar sola, algo
que la lleve a una agonía más rápida para su sensatez de estar cuerda y
declararse sana. O acaso, recuerda que el cuerpo tenía un dueño en la
obscuridad y la cara otro patrón para la luz. Y que, la imprudencia al fin solo
es quitarles el freno a los deseos reprimidos. Siempre será mejor ser nosotros mismos,
aunque no estemos de acuerdo con ello. (Manuel, no seas imprudente y no opines
de lo que no sabes, sabes lo que vale el riesgo y te sientes realizado)
- ¿La hurtaste? -
-No, le gusté y se quiso venir
conmigo-
-No hagas ruido, ¡Deja todo como
estaba y vete sin hacer ruido! -
- ¡Me gustaría saber sobre cual
cadáver caminé! -
Y nos queríamos tanto que mi
mayor miedo era que me hiciera daño tanto apego. Cuando se paraba
intempestivamente y corría a abrir la puerta de la casa para asomarse y
pensaran que alguien tocaba, la abría y cerraba rápidamente.
- ¡No era nadie! -
-…Solo tú conciencia, tú
conciencia solamente-
Se termina apresurada la taza de
café que casi no había tocado, toma disimuladamente el libro que había estado
ojeando mientras yo la espero en la media luz de la cafetería, aprovecha, se
para y se encamina al tocador, para ya no regresar en una huida de explicación
que no de disculpa. Yo, me quedo, esperando, escuchando la música de fondo y
ojeando el libro entre sombras, disimulado mi soledad entre las mesas.
Cae la tarde por entre las
calles, la iluminación empieza y aun no deslumbran ni ciegan las luces,
mientras, permiten caminar a ningún lado. Parecería que algo va a terminar,
pero… no, todo tiene un orden y concierto y la paz baja con la noche mientras una
mujer corpulenta que camina frente a mí me increpa cuando casi nos topamos.
-Perdón, vengo distraído-
-Adiós-
No estoy seguro que fuera un accidente,
pero no pasó nada, sostengo el teléfono en la mano, pero no lo uso, siento una
atmósfera enrarecida y dolosamente húmeda y pegajosa.
Los extremos se
complementan porque ella debe ser muy bonita por obligación y en varios frentes
para hacernos caber en una sociedad, con su nombre y apellido uno y su alias
para el otro. En una mentira, tan encantadora y bien dicha que enamora, aunque
sepa que es una farsa y sabe que soñar es peligroso cuando no es quien es, sino
quien quiso ser en la tranquilidad de sus treintas. Voy de paso transitando
entre emociones y alaridos con todos mis yos, veo como la vida me lleva
envuelto entre sus patas sin saber a ciencia cierta en que creo, ni a quien
respeto y sin embargo me veo satisfecho en ella, no hay la menor duda. Siento
que estoy vivo y el sobrevivir me está pelando como a una fruta madura que es
dulce y jugosa. A final de cuentas; mi vida es un conflicto crónico ¿Y quién no
desea existir en una vida más emocionante y menos empatada? O acaso
impúdicamente soñadora en el lapso que pasa entre ser joven y viejo, recorrer
el camino sin que este se vuelva cada vez más estrecho y tan peligrosamente
recto. En que el tiempo no es un lugar a donde llegar para tener conciencia tan
temprano de lo que es real y verdad. En lágrimas húmedas de ojos secos, llenos
de la grata amargura en que se convirtió la experiencia de ser su propio sueño,
contaminado de la marea que baja de su mente tan falazmente que produce un
vértigo que la lleva más rápido hacia el fondo, se quebranta y desencadenando
tormentas a su paso en el Ménage à trois en que quiere apartar las palabras con
su aliento para que se queden vagando entre los tres, confundiendo nombres y
apodos. Ha sido mucho tiempo en su soledad para encontrarse súbitamente consigo
misma en un punto que solo está ahí y no significa nada esconder sentimientos
para después echarlos de menos, en una casa llena de puertas que no permiten
escapar, están tapiadas con explicaciones y rodeos. Claro, todo lo anterior de
golpe ya no significa nada y cae a pedazos al pasado en un mudo silencio que
oprime sus oídos, como droga que evade y da placer entre los fogonazos de ruido
y luz a su mente que no sabe con cuál de los dos comparte. Se ha convertido en
una sacerdotisa y deja pasar los rituales según el día de la semana, la hora
del día y siempre tratando de voltear el destino que insiste en regresar para
ver pasar su propio entierro.
El teléfono suena, y en lugar de
dar, pide explicaciones. El mismo café y ahora ya estoy leyendo otro libro que
escogí porque tenía algo en común para ambos. Musito una respuesta que no lo es
mientras ella observa una página en blanco del final del libro, toma su pluma,
quiere como escribir una posdata, pero solo la raya transversalmente, como para
anular la hoja. Me toma de la mano y me lleva fuera, ambos miramos hacia atrás,
nadie nos sigue.
Sale de la regadera, el chorro de
agua se llevó lo que ya no le gustaba, siente como le resbala entre el cuerpo,
por entre las piernas y los dedos, acaricia sus vellos. Mientras la acarician,
musita algo entre dientes y cree encontrar la palabra clave atrás del lunar que
acrecienta su sonrisa, en sus palabras no se discute nada. Se relame la piel
para buscar un último sabor antes de vestirse de a poquitos enfrente de quien
la observa y no deja en el fondo de admirarla
-¿A quién le importa?-
-Pasión, amor-
-¿Entre dos mundos? Lo particular
y el colectivo-
-No le importa regresar porque ya
está aquí-
Si, fue como enamorarse y dejarse
morir en dosis diarias, abandonarse en la realidad cuando no es la fidelidad
sino una vista en el espejo, distorsionada y al revés. ¿Cómo ser? Si cada día
tendremos menos y la relación se acrecienta en donde no se puede tocar ni
alcanzar porque contar la historia es manipularla para acercase y comprobar que
el olor que desprende no es precisamente agradable
-¿Quién dejó a quién? ¿Cuál de
los tres es el clavo que une? -
-¿Te acuerdas que te dijo
antes? o de qué platicaban, cuanto añoraban...-
¿Quién imposta a quién? Porque
alguien se tiene que hacer cargo del cadáver que quede al fin, pero ¿Qué hacer
a más de quedarnos viendo de costado uno al otro y tomar el silencio como un
sí? ¿Terminar como un enemigo intrínseco e incondicionalmente solidario? O
solamente cada cual a su propio asunto en una malversada amistad y yo cargo con
tener que decidir que es bueno o malo.
Recuerdos, solo recuerdos en que
todo el día nos recreamos cuando nos dejamos de ser en el trío de invierno,
totalmente seco y recalcitrante que despide desasosiego, al final de una que
cama no tiene palabra de honor. Todos muertos o fingiéndolo, para vivir
dejándose caer a la locura y el olvido. No lo comprendo socios y solo alcanzo a
valorarlo en las carencias que me suplen, abrazos que lastiman para lo que
aporta el ser y estar aquí en que no tengo la menor idea de donde es aquí y
solo finjo una excentricidad perfectamente estudiada, disfrazada de adicción,
para ocultar mi paupérrima manera de ser y mi prudencia para pasar inadvertido
tanto tiempo.
Ahora lo mejor, debajo de la
tranquilidad de la boca misma del sexo: piensa que todo sigue igual, pero no.
Bulle, hierve algo que no está bien. Se levanta de la cama, corre las cortinas
para provocar algo de intimidad en que maldecirme, suave y delicadamente. Y
todos sabemos que hay atrás, un hueco, un agujero devastado por el que algo se
escapa y a nadie le pertenece, no tiene dueño. Ahora ya no hay deudos ni
desconocidos para la reciprocidad, aunque… ¡no lo sé! Quizás
1 comentario:
Ménage à trois, cuando hay más de dos personas ya no queda espacio para la ternura y yo así no le entro.
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