Es la verdad, y por eso, no dice nada
Todos somos muchedumbre que se vuelve extática mientras transcurrir parece normal, porque no entendemos lo que pasa cuando dedicarse a buscar almas y disponerlas a descansar en conjunto es algo bastante subjetivo que solo se justificó cuando nadie pudo salir del panteón.
-Nada es real, me da mal agüero- señaló con voz tipluda su viuda, mientras dirigía la vista a las torres de la iglesia que estaban como congeladas en la última campanada.
-Todo es silencio- y se dio cuenta que el tiempo estaba estancado, las nubes no se movían y los pájaros permanecían misteriosamente inmóviles en las cornisas del templo, esperando, como aguardando por algo que aún no pasaba. Algo irremediablemente íntimo para lo que no podían salir y su querer se canalizaba en los demás… aunque nadie opinaba diferente de la partida de las almas y menos aun sobre su naturaleza
-Están desatadas todas las ánimas, por eso no las hayamos. Necesitamos unirnos y ver que pasa para buscar, si no, nunca vamos a acabar- Un médico opinó que no era algo real lo que estaban haciendo -Para la resurrección hace falta la muerte y para mí que no se quiere ir, está esperando algo o algún nahual la tiene presa-
-¿No será tan sencillo como morirse y ya? pinche nahualli, no lo deja. Qué diablos hacemos aquí esperando, ya son tres días. Ve sus ojos, abismos y profundidades- dijo observando al muerto y haciendo como que buscaba algo en los alrededores
-Pues no creo que resucite como El Señor, ya son más de tres días. Es más, ya empieza a heder-
-¿Y cómo no nos iba a abandonar? Si ya era puros huesos y ganas de vivir-
-Si cabe el muerto en la caja… ¡ya no está vivo! despachen a su alma a otro infierno, al menos cierren la caja que ya no soporto verlo- dijo algún invitado ya muy molesto, que ni tenía vela en el entierro pero tampoco podía salir del cementerio
-¡Que alguien le empiece a echar tierra! Me gusta pensar que ya no saldrá nunca de ahí-
-¿Cómo podemos saber que no estamos soñando?- Dijo otro mientras se pellizcaba y simulaba dolor
Lo único cierto es que la tumba permanece abierta, algo oculta de un sol que ni calienta ni se pone, entre los dos árboles de manzanas panocheras que se parten entre su sombra y el alma del muerto que se niega a salir del cuerpo para mantenerlos a todos atados al funeral que no termina, aunque ya han pasado días. Los deudos ya están entre desesperados y nerviosos, pero el cuerpo está incorrupto, absurdamente optimista se mantiene sudando una serie de gotitas como de rocío que perlan su frente. Y la humedad es síntoma de vida, existencia que no es ser cuando que se transpira en pedacitos de cielo y eternidades
Se acerca al agujero para observar fijamente el ataúd, buscando algún inexistente signo de vida y lo trata de cerrar mentalmente pero sus dedos nerviosos no le obedecen. Un vahído espeso y oloroso se desprende en ese momento del cuerpo muerto y hace que las gotas sobre la frente del cadáver escurran.
Denso y lleno de sapiencia, el regüeldo flota y se coloca entre los deudos, que ya reniegan de serlo después de una semana de penurias, ahí sin poder terminar, esperando que se vaya el alma para ponerse a llenar la fosa. Uno de ellos, el más valiente, toma un puño de tierra que avienta encorajinado sobre la frente del compadre muerto y al grito de –Vámonos a comer buñuelos- se pone el saco como quien se dispone a partir con lo que queda de su planchado acicalado de duelo después de una semana de malpasarla encerrado en el panteón, para intentar despedirse del alma y atreverse a acercarse a la salida para abrir el portón del panteón, sus hojas se apartan pesadamente sin que nadie las empuje y se observa una calzada bien ancha que se deja ver enfrente, pero no va a ninguna parte.
Llega al portón y aunque está abierto se queda ahí parado sin cruzar el umbral, esperando por los demás. Nadie lo sigue y él; no se atreve a cruzar la puerta.
Todos somos muchedumbre que se vuelve extática mientras transcurrir parece normal, porque no entendemos lo que pasa cuando dedicarse a buscar almas y disponerlas a descansar en conjunto es algo bastante subjetivo que solo se justificó cuando nadie pudo salir del panteón.
-Nada es real, me da mal agüero- señaló con voz tipluda su viuda, mientras dirigía la vista a las torres de la iglesia que estaban como congeladas en la última campanada.
-Todo es silencio- y se dio cuenta que el tiempo estaba estancado, las nubes no se movían y los pájaros permanecían misteriosamente inmóviles en las cornisas del templo, esperando, como aguardando por algo que aún no pasaba. Algo irremediablemente íntimo para lo que no podían salir y su querer se canalizaba en los demás… aunque nadie opinaba diferente de la partida de las almas y menos aun sobre su naturaleza
-Están desatadas todas las ánimas, por eso no las hayamos. Necesitamos unirnos y ver que pasa para buscar, si no, nunca vamos a acabar- Un médico opinó que no era algo real lo que estaban haciendo -Para la resurrección hace falta la muerte y para mí que no se quiere ir, está esperando algo o algún nahual la tiene presa-
-¿No será tan sencillo como morirse y ya? pinche nahualli, no lo deja. Qué diablos hacemos aquí esperando, ya son tres días. Ve sus ojos, abismos y profundidades- dijo observando al muerto y haciendo como que buscaba algo en los alrededores
-Pues no creo que resucite como El Señor, ya son más de tres días. Es más, ya empieza a heder-
-¿Y cómo no nos iba a abandonar? Si ya era puros huesos y ganas de vivir-
-Si cabe el muerto en la caja… ¡ya no está vivo! despachen a su alma a otro infierno, al menos cierren la caja que ya no soporto verlo- dijo algún invitado ya muy molesto, que ni tenía vela en el entierro pero tampoco podía salir del cementerio
-¡Que alguien le empiece a echar tierra! Me gusta pensar que ya no saldrá nunca de ahí-
-¿Cómo podemos saber que no estamos soñando?- Dijo otro mientras se pellizcaba y simulaba dolor
Lo único cierto es que la tumba permanece abierta, algo oculta de un sol que ni calienta ni se pone, entre los dos árboles de manzanas panocheras que se parten entre su sombra y el alma del muerto que se niega a salir del cuerpo para mantenerlos a todos atados al funeral que no termina, aunque ya han pasado días. Los deudos ya están entre desesperados y nerviosos, pero el cuerpo está incorrupto, absurdamente optimista se mantiene sudando una serie de gotitas como de rocío que perlan su frente. Y la humedad es síntoma de vida, existencia que no es ser cuando que se transpira en pedacitos de cielo y eternidades
Se acerca al agujero para observar fijamente el ataúd, buscando algún inexistente signo de vida y lo trata de cerrar mentalmente pero sus dedos nerviosos no le obedecen. Un vahído espeso y oloroso se desprende en ese momento del cuerpo muerto y hace que las gotas sobre la frente del cadáver escurran.
Denso y lleno de sapiencia, el regüeldo flota y se coloca entre los deudos, que ya reniegan de serlo después de una semana de penurias, ahí sin poder terminar, esperando que se vaya el alma para ponerse a llenar la fosa. Uno de ellos, el más valiente, toma un puño de tierra que avienta encorajinado sobre la frente del compadre muerto y al grito de –Vámonos a comer buñuelos- se pone el saco como quien se dispone a partir con lo que queda de su planchado acicalado de duelo después de una semana de malpasarla encerrado en el panteón, para intentar despedirse del alma y atreverse a acercarse a la salida para abrir el portón del panteón, sus hojas se apartan pesadamente sin que nadie las empuje y se observa una calzada bien ancha que se deja ver enfrente, pero no va a ninguna parte.
Llega al portón y aunque está abierto se queda ahí parado sin cruzar el umbral, esperando por los demás. Nadie lo sigue y él; no se atreve a cruzar la puerta.
5 comentarios:
una visión muy de Buñuel ¿verdad? muy del Ángel Exterminador. A mí me aterra esa imagen de la inmovilidad del entorno , como estar metido en un cuadro , en un pintura pues. Todo se solucionaría si hicieran caso de Don Jaime Sabines cuando dice eso de "qué costumbre tan bárbara esa de enterrar a los muertos..."
Usted si sabe, por eso puse enmedio del texto –Vámonos a comer buñuelos-
Gracias por prestarle atención
Nada que ver con tu relato, pero, se me ocurre... En las llamadas "culturas del maíz" -aztecas, etc- se mantiene la costumbre de enterrar al difunto con algunos granos de maíz, frijol, tortillas ... (eso leí); si los aztecas habrían logrado llegar muy al sur, a estas pampas, ¿le pondrían al difunto un roast beef?
Por eso hay que cafetear a los muertos, para asegurarnos con el calorcito y la droga que seguimos vivos.
manuel, ese chico tan guapo del mono eres tú? ;)
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