Dolce non fare niente; porque las
ideas, después de habladas, se van al cerebro
Aquí, aquí mero es donde están las distancias para que los tiempos pasen y se sucedan: Lorena empezó por tomar café entre las tardes de sol y el calor del verano, siempre en la misma ventana de la misma oficina. Mientras bajaba el calor del mediodía, cuando se preparaba el fresco de la tarde y el hachador cortaba vientos y suspiros para jugar el aire claro, atesorando lluvias y chasquidos que me huelen a rancio mientras arrastro los pies. ¡Puras vergüenzas sudadas en batallas campales, polvo y silencios! Aguanta un poco, que sobra quien agarre las lastimas ajenas, a esas, las dueñas de mis ojos. Fatigo mis huellas nómadas en la arena y termino por arrastrarme lastimoso como ancla, hay emociones oscuras encarnando para escurrirme entre las rendijas del suelo, goteando como el desamor. Pasos iguales a los que dejó de muestra el nahual en la tierra que me rodea.
¿Por
qué todo es silencio? Es la pregunta, yo siempre estoy en el bosque, acurrucado
entre los árboles. Cada vez es más el ruido verde desde el fondo, sin darme
mucha cuenta estoy dale y dale la vuelta a los rancios demonios que me
persiguen ¿Por qué dialogo con las tapias y los árboles? Vine aquí a encontrar
paz y no... Si, bien sé, hubo un tiempo en que todos deseamos ser ella y Lore
gritaba desde el atrás su condición de nido, y se conformaba con su carácter de
deidad en rama florida de una congregación congelada en tres.
Me di
cuenta, de repente, que las personas que pasaban, me observaban. ¿Por qué?
¿Cómo el azar puede ser objetivo si tiene años fraguando la venganza? Un brete;
eran tres billetes de cien, pinches trescientos pesos muy relajados de la culpa
que era solo un salvavidas para justificar esto. Tres años, en una palabra de
más en que no había razón para tomar un desvío que fue a tajarme al centro. El
camino ya de por si se acababa pero había que concluir, el rumor del adiós no
terminaba de ahogar la lucidez del momento. Y si, ahí se me cruza en las ideas
que algo paso y no ahora, que tiene tiempo de ser una errata. Es fácil morir
por un apego, lo difícil es vivir en él. Entre lo artificial y lo artificioso
que esta, justo en el medio (su zona pilosa, diría mi compadre).
Llegó y
sucedió, cuando remató con vestirse sintió que algo faltaba. Olvidar que le
daba vueltas en la mente tratando de ser recordado
-El negro me sienta hoy, visto
según me siento-
-¡Axkan kema, tehuatl nehuatl!-
Apago la luz y se pierde en la
obscuridad, el teléfono suena justo cuando el aprecio por las cosas se acababa,
los amores permanecen y ahí están, en una obsesión por subsistir al frente, en
la pantalla que dice más que mil palabras y cada uno en su banda se juntan el
hambre y las ganas. Eso sí, desesperados por no poder ser y sabiendo que solo
hay una forma de expresarlo. Pero no, no fue una despedida, solo un paso de
lado. Porque el cuento que ella misma se escribió para tener que contar, era el
de la infanta que siempre acarició ser.
¿Cómo hacer presente lo alejado? Si, lo
sé, ¡En una extremaunción por miedo, o por venganza! Editada en una batalla
cuerpo a cuerpo que muere, que deja espacios para la reconciliación y el
abandono, que la hace crecer en el desahogo del tiempo y la holgura de las
ideas que quedan intermedias. En un olvido que está tan lleno de recuerdos de
gentes rotas, que ya son filigranas de una y otra vez. Es un abismo el que me
deja la ausencia mientras sueño. Repartido entre lo profundo del olvido y lo
hondo del chasco, calado hasta el fondo. Me enamoró a lo antiguo, clara y
lentamente por razones que no tienen razón. La caída será lenta y ya no habrá
nada igual en la dulzura de no hacer nada.
La fe es un don que me dio Dios para
entender a las mujeres y apechugar… ¡Ah! Esta necedad de ser feliz, ¡cómo me
apabulla! Y todo es estar en el paraíso
por un tiempo, antes que el diablo se entere que he muerto y yo pueda separar
su cuerpo de mis emociones, no de cariño, sino de súbdito