20131015

Primera de muertos

Primera de muertos 2013


Quiero que quede bien claro, la pulcra y bien dotada desidia que formaba regularmente su esencia; simplemente desapareció con el desastre que nunca llegó ¡por Dios que desamparo! todos los muertos llevamos el mismo tiempo esperando la resurrección, no es cosa de reloj, es cuestión de penas el dejar de ver el sol para permanecer entre las lobregueces de quienes no tienen sombra. Si tú los miras, ellos fingen no verte porque tienen miedo de juzgarte o que los juzgues en un trazo de silencio. Llevan cara como de saldo, de lo único que quedó sin liquidar en un remate de conciencias blanqueadas por el fervor de una extrema unción. Sus señas son mensajes que se aprenden de memoria, son unas líneas y no las meditan mientras se deslizan entre las palabras, musitando oraciones a nadie. Necesitan una pausa pero no pueden parar, se cruzan para conocerse en el fondo de las cuencas, donde se proyecta algo como luz que solo debe ser el reflejo o la sombra de algo que ya no está. Puros deseos contenidos que ya no serán, para pasar junto a los demás como si no los conocieras ni coincidieras, nadie camina acompañado y los viajes son redondos sin saber cuándo acabaran, porque cada día te cansas menos. El único viento que corre es el de mi sombra, sin prisa, devanando ideas que se quedan como imágenes en mí. El desdén se vuelve mañosa manía para desfilar entre las ramas colgantes, como lienzos entre los cipreses del panteón, las mueve como si lloraran y se arrastra para refrescarme mientras estoy sentado en la orilla de una tumba, viendo salir los humores de los muertos que humean en la tarde sin más compañía que mi destierro, que aunque voluntario bien que pesa. En algún punto del cementerio el aire da vuelta y revuelve las telarañas entre las tumbas para llevarse los espíritus de paseo a los sembradíos de junto, los pasea y les va contando cuentos de niños para que no le tengan miedo al diablo,  saben que en algún lugar la brisa los depositará para tenderse entre los pastos, ahí donde el charco de agua de lluvia se vuelve espejo y mi alma se despoja de su sombra.

20131014

Antes, ahora, después...

Antes de que Patricia llegara, la tarde descompuesta de domingo no se dejó enfriar ni con el ventarrón, ni con el aguacero que cerró la semana, torrencial y de solo quince minutos ¡La lluvia y ella deberían ser hermanas! La tormenta que dejó la noche lista para soñar como objetivar esos ratos, soplos en que la gente sincera no dice la verdad, porque la verdad solo es cuestión de mentiras en que la culpa atosiga, sencilla, monótona, igual y simple de primeras veces de fracasos únicos.

Para cuando llegó, ella, la que no necesitaba imponer nada, era una toda una autoridad absoluta de quince minutos, despóticos de una eternidad para no acordarse. Bien segura de su porte mientras no rozara con otra mujer, era terriblemente abyecta y segura, fascinante en verdad, pero se enamoró de mis quince minutos ¡lo sé!

Se fue, no dijo nada, callada prefirió marchar grandiosa, como lo que es y quedarse tan sola como debía estar, acompañada por la nube vacía que es su experiencia, de cómo la lluvia moja la tierra y la deja húmeda por buen rato y mucho tiempo, pero no me importó, lo buscaba en el fondo.


Regresó contoneándose absoluta, como solo ella lo sabe hacer, por otros quince minutos de encanto ocultos en la nube de flores de su magia, perfumada de ausencias.

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