20120830


 

Loco por la tormenta

 

La sola idea de volverte a encontrar me turba y cuando el viento del obscurecer empezó a exhalar, tu llegaste y fue como cualquier aparición inesperada, en que con un –Yo puedo ver la noche y encontrarle matices al negro- te presentaste, expelida y exabrupto de no se donde. Yo estaba descuidado, había pasado mucho tiempo y transpiré un sudor frío, impasible al verte y recordar lo estresante que fue vivir contigo y como tu talento fue arrasar con mi presencia en olas de paciente desarraigo. Ahora, ya tiene mas sentido nuestra relación, ayer en la fiesta, cuando te volví a encontrar Mitadmía, y vi que ¡el centro aún es tu vientre! estabas enfundada en un traje sastre formal con el primer tono de negro, que te henchía y reparaba de nuestra última vez. Mitadmia, con esa camisa de holanes que se encapuchaba parte en tu cara, y que te adivinaba entre sombras. ¡Como has cambiado! Dije por decir algo, aunque eras la misma, y yo temblando no puedo imaginarte en un mundo sin miedo. Empezamos a platicar sobre cosas triviales y terminamos recordando, perpetuando memorias que ninguno queremos aceptar y solo blandimos como excusa.

Tú, sigues fumando de corrido, ya no el paquete de tabaco, ahora estas atrás de esos cigarros extra largos, los blandes como antorcha olímpica para llegar a la meta en los primeros roces, y terminan como escudo, rápido y malo de tus labios carnosos en los últimos títulos que pronuncias, estas fingiendo una voz áspera y rasposa. Caminaste, te abriste paso entre todos los concurrentes, aventando humo y dejando un rastro de tequila. Verte escapar fue como cumplir con la historia de administrar ausencias que me legaste, porque bien sé que solo se puede amar u odiar con desmesura, no hay puntos medios

Pero no huiste desconsiderada y sin rumbo –El primero en desertar será solo memoria- , regresaste con otra copa para mí, que importó tu escudo de humo (-¡Quiero respetar tu amistad!-). Abriste un frasquito de perfume y trataste de neutralizar el tabaco en tonos de gris. Yo, mientras tú, Mitadmia, te embalsamabas y pensabas, estático tomé el trago y me supo a comunión cuando lo invisible se hizo manifiesto.

Esa noche me desquité soñándote, fue una visión que me marcó, tenía mi grueso torso, cuatro patas que trataban de caminar al unísono, cuatro brazos que se balanceaban, y no me preocupé hasta que traté de peinarme y descubrí algo como otra cara, mitad mía y mitad prestada que se dejaba llevar por mis imprudencias, avanzaba el sueño y me desprendía en dos seres independientes, en un dolor que se apartaba del sueño y te recordaba en mi parte perdida. El peine era esta vez, un cuchillo que nos separaba.

Y yo caí embaucado por el enamoramiento de -tusordenessonmisdeseos- (–Me gustaría… estar encantado de tenerte-) Sé que lo sabes, pero te preocupa y por eso me lo preguntas. Es cierto, no hubo remedio, la masa crítica de mi ser, creció, había sobrepasado sus posibilidades de entendimiento. Llego y apabullo a cuanto infante se le puso enfrente, así, sin dejarse impresionar se declaro libre y anuncio que estaba lista para dejarse llevar por sus más bajos impulsos y que sus deseos solo eran suyos. El órdago que la acompañaba se deslindó de tu compañía, ¡era difícil seguirte el paso!

-Ponme los labios cerca de la medalla de oro que me cuelgan. Que si no lo soy, ¡lo parezco y te van a quedar verdes!- Soltaste el listón de tu pelo y sacudiste la cabeza, el puntal que la sostenía se desquebrajó cuando descubrió que no era lo suficientemente humana como para dejarse llevar por su instinto. –A los muertos, ¡luz!, es un arte revivirlos- Ahora tienes la perniciosa manía de decir lo que piensas, claro, siempre me decías –Tu escribe ¡que yo te platico!- pero solo tienes ojos para su verdad y desgraciadamente a más de estar hecha de ideas, buenas intenciones y palabras, tienes un hermoso cuerpo que te desborda. Y me negué a complacerte. Ni besé tu medalla ni reviví esa noche y hasta hoy que te encontré de nuevo caigo en cuenta de cuanto soñé y que significaban esos sueños

Tú, hablabas sin parar y yo, dejaba caer mis silencios en medio de los dos y veía como nos separaban. Y yo ahora, solo tengo esta carta para recordarte.

20120817


La puerta de Míctlan


Ahora lo sé, ¡Está aquí de nuevo! Esa tarde cuando empezó a llover, el agua terminó por rasgar la zanja que empecé a excavar y lo descubrió. Ahí estaba entre la tierra húmeda, el tenaz guerrero se incorporó a duras penas entre el fango buscando sus armas. Mientras trataba de afirmarse, metió los pies entre el lodo y sintió como la humedad se apoderaba de su cuerpo y lo revivía. Cuando vio que su túnica se atoraba entre su maza y el escudo, se encontró con el lodo entre sus dedos mojados por la lluvia, pero se dejó llevar por los demás sentidos que despertaban. El tacto no era su fuerte, pero ahora sentía como otras sensaciones se acrecentaban. Buscó su espada y sus flechas, más no las encontró donde las recordaba. Caminó un rato hasta que se sintió solo y mientras se dedicó a atizar sus recuerdos para buscar su propósito haciendo memoria, lo último que tenía ahí era el ruido de los tambores de guerra retumbándole dentro y se recordaba deslizándose entre los árboles, esperando presas.

-¡A caminar, a caminar!- sus extremidades se dejaban llevar impalpables mientras el enterrador se había ido a algún lado, que ahora no hallaba. Pero ya tenía marcado en su mente donde encontrarlo.

-Soy lo que decido- el fantasma pidió la palabra gravitando entre el recuerdo del compañero corpóreo que ahora lo llevaba en el instinto cuando lo halló entre esos muros eternos

-Ahora tengo obligación de hacerme escuchar- y se dedicó a percibir algo que le recordaba a su conciencia y a ver que la realidad ahora es más pobre que lo que ahora trataba de perpetuar y esperaba, pero la estética de su reaparición estaba hambrienta del último recuerdo de él mismo. Fue demasiado excesiva la apuesta de volver pero lo había convenido y lo cumpliría, era como parte de su destino, regresar a darme las gracias por desenterrarlo del último escondite que escogió en vida para escapar de ser sacrificado a Huitzilopochtli en la fiesta del Tóxcatl de ese año para contarme los cuentos de lo que es su memoria. ¡Por fin! tengo alguien que me platique de lo que soy.


20120803

¡Híjole! Amanecí más cursi que de costumbre


“Cada quien entra en uno de una forma y se despide de otra. El frenesí del alma encubre una estela de olores que van desde el jazmín al azufre. Si no soy hoy, seré el otro mañana entonces soy yo y él cuando tú decidas que ella  de señales con su rodilla. Más tarde se enfunda de negro y encaja en el cajón que no vuelca sino como la cruz parada. Eternamente dormida, muda y helada. El reloj no para y el tiempo sigue su curso porque la agonía duró de lunes a miércoles, se  quedó desencajada de bronca el jueves porque no pudo suplicar ningún nombre antes de expirar.

Vamos dejando espacio para que desde el viernes los vivos rumbeen con el recuerdo de los muertos el fin de semana ininterrumpidamente.”



Cuéntame del último piso, Cristina



El elevador indicaba que había llegado al último piso, abrió su puerta y se mantuvo detenido en ninguna parte, había solamente una puerta inmóvil frente a mí. No pude entrar, era necesaria una llave para abrir la puerta y yo solo toqué la puerta tímidamente, un timbre repiqueteo y la puerta se cerró inmediatamente para volverse a abrir velozmente y dejarme ver un cielo estrellado que no era creíble, la podía sentir, oler, tocar, ahí estaba y al tiempo, toda ella era etérea e insubstancial… y eso ahí esta. Pero no sé que es, un espacio sin tiempo o una larga huella que no es de nadie, donde algo pasó entre el momento de tranquilidad y la fuga precipitada; fue una mirada, sólo una ojeada fugaz que me conectó con sus ojos. Para que durante tres noches este fuera el sueño fugaz de -Quiero ser dependiente, vivir echando flores a un pozo y ser, simplemente ser- Y por un segundo me quedé en suspenso, esperando que algo pase, que el ascensor milagrosamente se abra y ella se abalance a mis brazos y la noche fría se arroje sobre la tarde de amnesia… y todo, dentro del cajón de culpa y mal, en que de repente encuentro con que la puerta está abierta en la planta baja, y su único camino es la calle. El tiempo, ni acaba ni empieza… Solamente transcurre, pero el temblor inicial se ha convertido ahora en una temblorina toda mía y me deja inerme simplemente. Convulsión que no me deja articular oraciones completas y solo balbuceo mientras pasan las olas frente a mí y el maremoto se aleja y me enmudece, su truco es desnudarse cuando va perdiendo la discusión.

La obscuridad me hace temeroso y el tiempo es quien en verdad me consume. Ella baja las escaleras corriendo para alcanzarme, se pone en movimiento y siente que gana segundos en movimientos ingenuos que la regresan al patio donde fue niña, ahí cuando perdió la virginidad, entre las baldosas mojadas y los truenos humeantes de aquella tormenta que la obligo a buscar refugio bajo el árbol esencial, el que no la protegió de sus instintos mientras hurgaba entre su cuerpo por algo que le desvistiera más rápido mientras le daba la vuelta a su medalla que la protegía. Ahora vive en un último piso para recordárselo todo el tiempo, y me lo cuenta todo, como si cualquier cosa.

A Cristina le dijeron que la sequía sería muy severa ese año y aprovecho para dejar los campos de agave y el maíz de temporal esperando por su presencia. El calor seco se apiñaba entre los muros y se desprendía inseparable de la noche de su casa de la ciudad. Se escondió para purgar su dicha, y supo que era improbable que volviera a sentir lo mismo en el activismo de sus modales. El ateo de su conciencia se despellejo en las caricias que ella misma se programo para despertar, y era como enamorarse en la cárcel y no tener fecha de salida para terminar de quererse. Y terminaba con ella misma, entre el quien sabe y jamás que lidiaba con su pena, para hacerla intemporal y etérea. Mientras corría el tiempo esquivando lastimarla en las prisas de dejarme y regresar al campo. Esta probada y disimula su rubor con el reflejo de su pelo que no puede terminar de desenmascarar sus ojos -Quiero anidar en ese viento que pega de frente cuando tu no estás, se mete dentro de mis ojos y me hace llorar. Pero mientras, imagina fabulas de poses inauditas en lugares insospechados-

Así te imagino en tu yermo.... como la hoja que perdió su árbol y ese queda más viento que pétalo viajando en un vaivén empecinado en no posarse sobre el prado, en juegos de manos que hacen diabluras con las palabras y se entretiene resucitando.

Seducida, regreso a su campo, tomó sus recuerdos, los limpió con un trapo blanco que antes fue falda, los colocó en un gancho y los colgó en su guardarropa y ahí se quedaron balanceándose esperando que alguien los baje a la realidad. Ahí se quedaron temblando, en la esquina derecha, casi donde tenía el traje sastre negro de los velorios y el rojo escotado de las fiestas. Ella era zurda y a su diestra tenía lo que menos usaba. Era pobre, de esa penuria que duele porque todo lo tiene. Esto es atemporal y lo mismo da si es hoy o mañana, y todo se quedó en el guardarropa con lo que no se usa y lo único cierto es su titubeo. Tengo más, pero lo tengo muy lejos y para reconstruirlo necesito platicarlo, para que la trama regrese y tome sentido. Verter los recuerdos en una copa de madera para que se impregnen de nostalgia. Descender a sus rastros más ínfimos y recrearla, hasta que se acabe el último resto y la vida siga igual. Vamos a probar la soledad del paisaje, me levanto y tintinean mis pedazos mientras se desprenden y caen.

Esa noche tomó un puñado de ramas bien secas y se puso a alimentar el fuego, -El fuego es como el amor, lo alimentas de a poquitos y después… ya no sabes como atajarlo- Pensaba mientras insistía en verlo crecer, una a una las colocaba para su sacrificio en aras de un fuego que se volvió incontenible. Se escapó una duda, no sabemos donde está, empezó temblando y acabó con una ola inmensa que cubrió todo. Con el tiempo y las sequia vendió el erial y regresó a la ciudad, pero esta vez al último piso de un edificio de muchos pisos en una calzada sin nombre. Con doble chapa y malos modos en donde se envolvía solamente con su larga cabellera, finamente peinada de vestido de novia enamorada.



Eso es real, nubes

El sol hoy, está pleno

¡Ya pueden bajar!

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