20100120

Entre ajos y prejuicios.


Ayer era mitad de un invierno emplazando entre dentro y fuera mi casa. Sentado en mi sala en el quinto piso, vi como un gato se deslizaba entre las cornisas siguiendo un camino imaginario que yo recreaba cual si fuera el felino, era uno café con leche de patas largas y estilizadas que se veía ágil y pretendía pasar inadvertido para poder sorprender algún pájaro o quizás solo una lagartija. Recorría el filo del barandal con dominio de quien lo puede todo y es dueño, con la temeridad de quien sabe lo que cuesta estar ahí en el borde. Yo, lo observaba en la morbosidad de quien espera un paso en falso y solo tiene dos pies.

Ahí llegó sin que la esperara y me lo dijo al oído para que lo fuera entendiendo de a poquitos. No fue fácil asimilarlo todo y menos acabar de entenderlo (Terminó y encendió un cigarro como esperando que me diera tiempo de contestar algo coherente)
-Soy inmortal y estoy más allá del bien o del mal, sentimental sin sentimentalismos- ¡A carajos! ¿Y que se supone que esto signifique? (Sorbí un trago del café ya frío que estaba sobre la mesilla y vi como temblaba el liquido dentro de la taza)
-Sábelo, abajo tengo algo más que no es tuyo y detrás de mis labios se muerden las palabras que no quieren salir a lastimar porque perdería el ritmo de mi vida y no tendría caso seguir- (Se volteó a ver las ventanas del edificio de enfrente para comentar que las macetas no estaban regadas y las plantas secándose)
-Todos los placeres mundanos no son más que una gota en el mar contra lo que espero, veo brillar el sol y sé que solo debo cuidarme para no caer en la tentación un poco más de tiempo, como el gato se cuida del precipicio- después dijo
-Son unas pocas reglas pero hay que seguirlas al pie de la letra, es como una receta de cocina de temporada que se que existe, pero nunca he preparado- Y resultó no ser tan sencillo, cuando llegué la vi envuelta en una demencia descifrada, al menos por mí por su nerviosa presencia ¡fina y aguda!

El edificio es una construcción de los sesentas, encristalada y cuadrada como sus principios y mi pudicia, asentado en un terreno que antes fue recuperado a un tiradero urbano. Tiene una escalera que quería subir a un lugar que ya no existe de abandonos, una serie de cuartos con una sola puerta con umbrales que no han sido violados en años y sombras olorosas a tiempo. Ella menudita y de cintura de avispa se apresuró a componerse y yo lo único que percibí es que, ella, no hacia sombra ni sus pisadas dejaban huella en la tenue atmosfera del cuarto. Al fin, nunca tomó posesión de la casa
–Arrepentirme, nunca- a lo más, a veces, escribía cartas que sabía no mandaría y las guardaba en el baúl junto a las enaguas grandes y amponas que nunca se puso y ahí se quedaron en casa, perfumadas y almidonadas, guardadas y listas incondicionalmente a entregarse a lo que nunca sucederá. Se mostró al balcón y dejó caer las cenizas desde el quinto piso antes de perder la mirada al infinito, mientras, trataba de explicarme sus sueños para terminar su relato en como los había perdido, moderadamente unos y otros eran inalcanzablemente estoicos pero ninguno, mortalmente aburrido como ella suponía. Después la vi caminar por la sala, se acomodó la blusa y se abrochó el saco
-¡Que todo sea aventura!- Y se despidió con una familiaridad incongruente en ella, para dejar en claro que las reglas las ponía ella y si solo hay una vida, es fatal triunfarla. Desde entonces, porque claro que fue un día extraño y maravilloso no la volví a ver y solo supe que los caminos del deseo son raros y por supuesto, ¡que es alérgica a los gatos!

Las leyes son para violarlas y las cercas para brincarlas porque ¡al final, soy un mal odiador! que vive en un obscurantismo irreal, que posterga la realidad y a ¡soñar! Ni modo, hay que reanimarla..... Porque el último paseo estaba lleno de tumbas y las caminatas terminaban en un sobresalto que con razón desdeño, en estas, que no son mis circunstancias

Que placer tan lindo el estar verdaderamente enamorado y no solo sentir deseo ¡Qué tal! porque no es lo mismo amar que estar en el fuego, es como vivir sin Dios ni razón admirando su afligida lindeza. Y en esas estábamos cuando se precipitó el gato al suelo cinco pisos abajo, bueno, no estoy seguro de si resbaló o lo resbalaron, fue una buena caída con tan buena suerte que cayó parado y sus pasos aunque se desvanezcan, aquí perduran. Vivir con tanta angustia me hace ver muertos por dondequiera. Sale a la calle y la veo alejarse con la capucha puesta y las manos guardadas. El diablo está en camino al centro de un torbellino que la rodea, pero ahora… ya no vive aquí.

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