20090731

Raza-unida-jamás-vencida


Todos vestidos de siniestros y ahogados entre las plumas de trajes que están terminando por ceder al peso del tiempo, danzan, acompañando al hechicero, buscándole sentido al estar ahí esperando que el tlatoni los exorcizara con las campanadas de misa de una, los chiquihuites llenos de tortillas calientes junto al tambo de los esquites y una jícara con el pulque curado por papaztac “para el susto”.

El téotl en el zenit cayendo a plomo sobre la gente que transcurre sin fijarse en lo renegrido del exorcista con su sahumerio de barro negro y el olor de incienso de semana santa -Ixtlilton, el negrito- se presenta y me deja de a cuatro -¡Ay güey!- es lo único que expreso en mi asombro mientras –Empanadas, empanadas- oigo pasar de lado.

Llegar hasta ese lugar es mágico con el ruido de los sonajeros de autentica cascabel que lo vuelve siniestro y alegremente lúgubre para que el rito tenga su razón de ser y magia –De aquí salen los directos a Tonatiuhichan- me presume mientras en el fondo se oyen los ruidos de la gran plaza y yo me dispongo a recibir sus abluciones.

Tanta obstinación en una idea tiene sentido solo si al final encuentras lo que está en el fondo cuando te despide con un -Que Tezcatlipoca te acompañe- esa imagen que solo parece quedar flotando pero deja mella, es toda una metáfora. Entre inocencia y encanto adivino como me quedé sin mis malos espíritus; se los llevó Mictlantecuhtl. Pero la verdad… yo si siento como que mi alma descansa al terminar el rito. Claro que por si las moscas entro a catedral a darle una visitadita al efectivo.

(En el zócalo de México y haciéndome una limpia de a tostón, ahí estoy queriendo ver si no acabo empalado en el tzompantli y sin mi nahualli junto)

20090729

Todos somos iguales

Muchos dicen por ahí que cuento mentiras, que son puras invenciones y que nada fue cierto en Tlanapa. Pero lo que pasa es que no lo vivieron, yo lo tengo aquí, bien en la memoria nomás para acordarme de vez en cuando de cómo pasaban las cosas.
Siempre han estado ahí los laureles, eran el viejo camino de la hacienda, son una hilera junto a las casas comunales, todas muy parecidas y una detrás de otra en la vera del camino con su árbol enfrente y los perros asoleándose. El comisariado las hizo de una en una y esa fue toda la distinción que tuvo con los ejidatarios porque mal decían que –Todos somos iguales-, la suerte fue la que dijo quien sería el primer dueño de casa y más cercano al rio, y claro… la suerte fue del comisario y la fatalidad de los demás.
¿Y qué creían?, que iba a ser fácil vivir todos juntos con tantas envidias, ¡pues no! Los machitos siempre piensan que las balas no les van a entrar y ahí se quedan de pechito porque no hay otra cosa que hacer en las noches más que perder el tiempo en la cantina buscando bronca. Ya para después se los encuentran en la barranca bien tiesos y no tiene que pasar mucho tiempo para que ni los extrañen. Llegan sin que nadie los invite y se quedan esperando que les cantes la bronca, bien se ve que no hay otra cosa que hacer más que dejarse llevar a la pendencia. Están despiertos pero parece que ni hablan, solo se quedan viendo a ver quien dice yo y se empiezan a rajar la madre por pendejadas que ni siquiera son suyas o les atañen ¿y todo para qué?, solo para que se los lleven arrastrando en la cobija a tirarlos al barranco, eso sí, todos igualitos de pendejos. ¡Y qué! Al fin el comisariado ni a los federales le hablaba –Todo se queda aquí- dicen con su voz de sabelotodo y ahí murió, es parte de lo del diario.
Ese pinche flaquito… ni supo con quien se metía, con su puñalito en la mano, para terminar agujereado por la cuarenta y cinco. Fue atrasito del jagüey ese invierno del cincuenta y tantos, llegaron de a cinco y sintiéndose muy machitos pero solo él se encontró con mis ojos ¿Y para qué? Tanto pedo armó con lo de su vieja solo para que ni siquiera me pelara cuando ya era sola. Porque bien sabía que era mía su viudez y ya todos somos lo mismo, ahora anda de güila y ni para lastimas porque no hubo jale en el pueblo y ni quien se la trepara. Ahora ya ni para remedio quedó la vieja.
¿Y el comisariado?... ¡Se lo acabó la conspiración y la mala cosecha! Claro, ayudo la bronca con los de junto, no nos íbamos a dejar mangonear por los del Resurrección y al final les ganamos las tierras de abajo. Ahora si en verdad todo es de todos, aunque ya para qué, si la directiva nos dejo bien ensartados a todos con puras promesas y las casas con sus laureles… pues ni el banco las quiso. Ahora ya ni para el sepulturero alcanza y lo único que tenemos es el cuerpo para la tierra; que le vamos a hacer para quitarnos lo pendejo. Y yo con la bronca de que me quieren cargar el muertito después de tantos años, claro, hete aquí que ahora ya valen los magueyes para lo del tequila y todos quieren las tierras.

20090725

Azucena

El sol arriba y ni para remedio porque para cuando entré al jacal… pues ya estaba bien empapado, sudando la gota gorda. Fuera las calles largas, no había nadie o casi nadie y yo con lo necesario para no estar ebrio perdido. Las orillas están tan vacías, tan sin nombre, llenas de las rajas por las que se desliza el sol y plaaaanas del calor escurriéndose entre las grietas. Y en esas estaba entreteniéndome cuando se me acabó la tarde y todo el calor se coló por entre el campo, me dejó bien adormecido atrás de los corrales cuando me fui por agua para matar la sed. Así que estaba viendo en el final del pozo como se le formaban remolinos en el fondo, hasta que con las sombras dejándose caer empezó el eternice de la noche que fría, húmeda; se me vino encima.
Sobre los olores que cubren las copas de los árboles quedan los humos de la leña y olotes quemados para la meriendas de puros totopos y frijoles de los demás del pueblo. –Ha llegado, ¡despierta!- no existe sentencia para eso y el humo la recuerda. Quizás el acordarse es solo darle valor a cosas que no sirven para nada, pero cuando veo todo lo que tengo guardado sé que es porque algo me dicen todas esas cosas, ¡cómo no guardar la historia! las presencias; la memoria se fuga de a poquitos en cosas que de a poco descubro que tienen vida y están ahí esperándome por las sombras, y todo toma forma en mi cabeza para imaginarte en ese delirio... y hacerlo bolita mientras me acurruco.
Entre los olores se resalta un quejido del que la noche pare dolores y desconfianzas. Las sombras arrastran plácidamente sus ánimas dando a luz más negruras, esperando que se acabe la luna y todo parece hecho adrede para inspirar susto cuando las cosas empiezan a tomar vida porque desde el fondo del pozo se siente como avanzan las ánimas.
Claro que por un lado yo quiero estar escondido debajo de la cobija, acobardado y apapachado por mis miedos, pero las sombras se escurren debajo de la puerta para dejarme quieto, casi sin respirar, esperando un ruido, el quejido de luna llena para esconderme en su recoveco. A veces hay que entrarle al vino, pero ni remedio; al principio todo es dulzura, colores y cosas que te envuelven y te cuentan cosas que te dan vueltas y después… se te pegan el resto de la noche oyendo los aullidos de los perros afuera, recorriendo caminos que no van a ninguna parte.
Y por el otro lado los dolores de mi cuerpo viendo el sur y añorando a la Azucena que vuelva a brotar junto a mí para besar su cuerpo mientras sueño que soy su vientre apapachado de abajo hacia arriba -como bien le gusta-, empezar con los dedos y terminar con la frente después de un buen rato en los labios, nomas hasta que se quedaban secos de tanto usarlos. Los dos como ríos que corren opuestos y solo dejan un remolino al centro donde los dos colores del agua se mezclan, para ser uno y para ser dos al mismo tiempo. ¡Lo que sea menos quedarse así! Mismamente… hasta que sus aguas se quedaron quietas y las mías no sabían cómo envolverla. Pero salir, en esta noche, pues… no, mejor me quedo aquí envuelto e imaginando sus caricias de miedo y pechos de niña, mientras el viento azota las puertas y los sueños regresan para ya nunca porque despierto y parece que sigo soñando.
¿Has visto que bonito amanecer? Y ahora estoy jodido con miedo de acercarme al pozo, no me vaya a jalar el remolino y yo con la boca tan seca del vino ¡ya estoy harto de su calado!

20090710

Adiós


Ese día le fue difícil despertar, siempre es pesado regresar a la realidad después de tanto toqueteo y acostada; tan callada, modosita. Bajó los pies despacio para no molestarme porque aunque bien sabía que estaba despierto no estaba segura de que quería hacer. Amaneció en ese, su mundo, en donde las golosinas y los hojaldres duermen junto a las ganas de enflacar y hurgar en la alacena, se jaló un mechón de pelo y lo dejó caer graciosamente entre su cuello, sabe que tiene derecho a hacerme miserable porque solo soy parte de un cuento que narra su endogamia:
-Diles que no es cierto-
Todo empieza en algún momento entre ayer y hoy, aquí fue cuando descubre qué llorar es bueno y me obliga; dejarse llevar por el destino es permitido ¿Qué: acaso los hombres tienen que ser las mujeres de hoy? Y se puede sentir bonito de que te quieran o te regañen cuando no sabes la causa y sabiendo que el sexo despertó de nuevo y planea, ahora si espero, quedarse por buen rato. Pero eran las ocho de la mañana y aunque aun había algo de tranquilidad, ya permitía esconderse y disimularse entre la gente, siempre es lo mismo y ahora no es diferente.
-Si quieres, podemos tratar de nuevo-
La bese porque así lo pedía y se quedó quieta, quieta. Porque siempre habla del pasado y ya ni se acuerda de sus sueños, al fin siempre se da una última oportunidad para decirme lo que nunca me ha dicho porque al final nunca creyó en el amor hasta que se vio enamorada y sintió que se acababa el tiempo para compartir esos orgasmos sintiendo sus piernas temblar y deshacerse con ese dolor tan dulce. Tan efímeros y perdurables a la vez.
Se puso a ruñirme a besos y lengüetazos en que cada huequito se hizo un agujero por el que me desbordaba hacia fuera, como si fueran caricias de última vez que me comían vivo. Luego, el paso a la tarde, el peso de ese calor insoportable que a pocos se convierte en cuerpos sudados y con sabor salado. Y con la última hora se llenan los relojes de prisa.
Esperar, como quien aguarda algo y no sabe que es ni cuando vendrá, sin tener conciencia ni edad para tenerla. Sentir eso me hace sentir un apestado, tanto como descubrir un plisado nuevo en su ojo o deleitarme con ella, escondido entre trapos y oliendo moho. Pasando dos veces sobre su cuerpo y quedándome para una última debajo de él, solamente para sentir su calor completo y quedarme una última vez pegado a su cuerpo. Y yo aterrorizado por su volumen y cautivado en su sonrisa. Ella es rara, todos pueden soportar algunas cosas pero es imposible ser tan yo, tan una isla que no tiene salida al mar; de formas injustas y sonidos suaves. ¡Y aquí me tiene esperando! mientras llega cada noche a poseerme sin dejar huella mientras yo muero de susto, aguardando que aparezca una y otra vez atrás de su máscara. Pero claro, los amores mueren despacito cuando están clavados dentro.
Porque al final no hay dos posturas tan irremediablemente ambiguas que no impliquen una unión que envejece sin piedad y en una sola noche. No tiene asunto que tratar y solo le queda el gozo de deambular con su alma vagabunda y dulce, en la noche y hacia ningún lado. Y él, el único pecador (que soy yo) era tan pequeño que no le quedaba la menor duda.
-Despedirnos es como llorar bonito y decir adiós-
-Qué bueno que esté obscuro, así, como sea; no nos verán juntos-
Y yo, ahí me quedo, cargando mi angustia.

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