Hay que vivir el momento
Se deslizaba con esa clase de ingenuidad, que peca de cándida, caminó hasta el auto esperando que sucediera algo que la dejara perpleja en la candorosa ineptitud de sus dieciséis años y minifalda nueva sobre sus piernas tan rectas y hasta cierto punto inadecuadas para algo tan corto de tan delgadas (Están fuertes y suaves y en cada movimiento puedo evitar menos el disimular estarlas viendo, soy transparente como papel de china). Pero no sucedió nada y se dejó caer sobre el asiento del auto para abandonarse en la carretera junto a alguien que no conocía pero si la conocía, ese era yo. Así hasta que se acabó su aguante y se terminaron las ideas impracticables que buscaba para solo resignarse llevarlas y casi sin querer encontrarlas en ella misma en el momento en que se desanclaba de su cuerpo sin saber si era un milagro o algo físico el tratar de ignorarme o quizás de hacerme caso, pero no mucho.
Poco a poco sintió que la falta de voluntad era consecuente con su manera de manejar el momento y dejarse llevar, hasta que no le quedaba más remedio que regresar a su punto inicial.
A veces se justificaba a si misma tomando atajos o cambiando la plática mientras sus manos se dejaban caer sobre sus rodillas tratando de mantenerse ocupadas, pero siempre había un retorno para encontrarse a sí misma en su ingenua huida a lo narrado en su escape a ninguna parte. A fin de cuentas era su decisión de cada abandono volver y quedarse con la conciencia petrificada para regresar a lo mismo. A espulgar sus entrañas consumidas por tantas veces haberlas recorrido, igual, de arriba abajo, en un sentido a otro, desgastando atajos y veredas de tan poca vida.
Toda la historia en medio de justificaciones que rayaban en el eretismo de sus entrañas cada vez más maduras (Tose, seguro le va a dar gripe, ¿o estará molesta?). Esa tarde que se hizo eterna en mi memoria y solo cristalizó mucho tiempo después. No encontramos el punto esa vez… ahora tampoco, pero ya nos conocimos y fuimos uno… aunque fuera a destiempo y con otro sentido del amor (Me mira imperturbable y en cada movimiento sonríe de una manera misteriosa mientras se cubre las rodillas sin poder ocultar su desnudes).
Se deslizaba con esa clase de ingenuidad, que peca de cándida, caminó hasta el auto esperando que sucediera algo que la dejara perpleja en la candorosa ineptitud de sus dieciséis años y minifalda nueva sobre sus piernas tan rectas y hasta cierto punto inadecuadas para algo tan corto de tan delgadas (Están fuertes y suaves y en cada movimiento puedo evitar menos el disimular estarlas viendo, soy transparente como papel de china). Pero no sucedió nada y se dejó caer sobre el asiento del auto para abandonarse en la carretera junto a alguien que no conocía pero si la conocía, ese era yo. Así hasta que se acabó su aguante y se terminaron las ideas impracticables que buscaba para solo resignarse llevarlas y casi sin querer encontrarlas en ella misma en el momento en que se desanclaba de su cuerpo sin saber si era un milagro o algo físico el tratar de ignorarme o quizás de hacerme caso, pero no mucho.
Poco a poco sintió que la falta de voluntad era consecuente con su manera de manejar el momento y dejarse llevar, hasta que no le quedaba más remedio que regresar a su punto inicial.
A veces se justificaba a si misma tomando atajos o cambiando la plática mientras sus manos se dejaban caer sobre sus rodillas tratando de mantenerse ocupadas, pero siempre había un retorno para encontrarse a sí misma en su ingenua huida a lo narrado en su escape a ninguna parte. A fin de cuentas era su decisión de cada abandono volver y quedarse con la conciencia petrificada para regresar a lo mismo. A espulgar sus entrañas consumidas por tantas veces haberlas recorrido, igual, de arriba abajo, en un sentido a otro, desgastando atajos y veredas de tan poca vida.
Toda la historia en medio de justificaciones que rayaban en el eretismo de sus entrañas cada vez más maduras (Tose, seguro le va a dar gripe, ¿o estará molesta?). Esa tarde que se hizo eterna en mi memoria y solo cristalizó mucho tiempo después. No encontramos el punto esa vez… ahora tampoco, pero ya nos conocimos y fuimos uno… aunque fuera a destiempo y con otro sentido del amor (Me mira imperturbable y en cada movimiento sonríe de una manera misteriosa mientras se cubre las rodillas sin poder ocultar su desnudes).