Segunda de muertos.
A estas alturas, camino y camino pero tengo algo que no me deja descansar, lo ando cargando y no me deja reposar, quiero que se explaye, se haga grande dentro de mí sin que me venza y quizás, solo quizás, me dejará descansar. Claro que ahora es todo imaginación, veo la luz, pero las sombras no existen. Siento los fríos y añoro los calores. Pero eso sí, los aromas y los perfumes siempre me acompañan, dulces y amargos, cercanos y casi imperceptibles los siento inundarme y quedarse atorados en mi recuerdo, dejándome ahogado sin aire.
Recuerdos más agradables porque ahora ya no es lo mismo, el nuevo color de la casa tan… diferente y aunque de tan brillante ya no significa nada mientras dejo la cuenta del tiempo que pasa sin transcurrir a plenilunios y perigeos. Mientras sigo recordando el mar dejaba su brisa resbalarse sobre la piedra con mis últimos datos almacenados junto a la rompiente, ahí recargada en el arrayan del patio de atrás junto al manglar, veo como se escurren las gotas humedeciendo la cuenca de mis ojos y anulando a todos los olores del patio con el sabor de la sal que pusieron en mi boca para que a fuerzas regresara a pedir agua.
¡No somos nada! Y nada existe entonces. Y ahí fue donde me quedé esperando por algo que no llegó rápidamente, bueno al fin apareció como un enemigo porque no había terminado lo que tenía que hacer. Al final fue literalmente no hacer nada, no somos nada pues: En fin ¿Quien no desea otra personalidad sin sentirse culpable? Bajar la cortina a una y dejar aflorar la otra. Aunque no sea aquí, ni con mi mismo cuerpo será simplemente… delicioso reinventarme.
Todavía no sé nada, quizás veo algunos fragmentos que tengo delante y se dejan olisquear. Solo alguna idea que no tiene ninguna experiencia junta, ¡probablemente se quedo en el temblor de mi cuerpo! Ahora todo es una tranquilidad dulce y olorosa a mar que se entrega soñolienta a seguir esperando.
A estas alturas, camino y camino pero tengo algo que no me deja descansar, lo ando cargando y no me deja reposar, quiero que se explaye, se haga grande dentro de mí sin que me venza y quizás, solo quizás, me dejará descansar. Claro que ahora es todo imaginación, veo la luz, pero las sombras no existen. Siento los fríos y añoro los calores. Pero eso sí, los aromas y los perfumes siempre me acompañan, dulces y amargos, cercanos y casi imperceptibles los siento inundarme y quedarse atorados en mi recuerdo, dejándome ahogado sin aire.
Recuerdos más agradables porque ahora ya no es lo mismo, el nuevo color de la casa tan… diferente y aunque de tan brillante ya no significa nada mientras dejo la cuenta del tiempo que pasa sin transcurrir a plenilunios y perigeos. Mientras sigo recordando el mar dejaba su brisa resbalarse sobre la piedra con mis últimos datos almacenados junto a la rompiente, ahí recargada en el arrayan del patio de atrás junto al manglar, veo como se escurren las gotas humedeciendo la cuenca de mis ojos y anulando a todos los olores del patio con el sabor de la sal que pusieron en mi boca para que a fuerzas regresara a pedir agua.
¡No somos nada! Y nada existe entonces. Y ahí fue donde me quedé esperando por algo que no llegó rápidamente, bueno al fin apareció como un enemigo porque no había terminado lo que tenía que hacer. Al final fue literalmente no hacer nada, no somos nada pues: En fin ¿Quien no desea otra personalidad sin sentirse culpable? Bajar la cortina a una y dejar aflorar la otra. Aunque no sea aquí, ni con mi mismo cuerpo será simplemente… delicioso reinventarme.
Todavía no sé nada, quizás veo algunos fragmentos que tengo delante y se dejan olisquear. Solo alguna idea que no tiene ninguna experiencia junta, ¡probablemente se quedo en el temblor de mi cuerpo! Ahora todo es una tranquilidad dulce y olorosa a mar que se entrega soñolienta a seguir esperando.