20070924

Arándano sobre pan dorado, acompañado con mi buena suerte, que no es leche. Tomo un sorbo, un buche grande y empiezo a digerir la idea de lo difícil que es procurarse que comer sin tener los reconcomios de culpa en que me da por rascarme lo transigente que soy con la pasión. Hoy en día prefiero sentir como se desliza cuesta abajo el bolo mientras no me acuesto, porque horizontal no puedo tragar ni cargar con mis culpas. Pero en fin siento como se descuelga y desplaza un gas que no debería estar en mi gaznate, pero tiene que salir porque siento que pesa -aunque es muy insubstancial- cuando ahora el arándano ya no es lo mismo. Se convirtió en algo picante que inflama la garganta dándome calosfríos ignotos y solicita más leche para apagar el fuego, pero quiero probar primero el pan sin almíbar. Porque dulce -que es un bonito nombre para ella- así es como huele la panadería, y aunque haga frio no me pongo azul mientras pienso -¿Y qué es lo índigo sino el impasible frío que nos queda dentro cuando el viento pasa?- baya con ella que si viene o va, no lo sé… porque complicadas o descomplicadas, las berries están en pleno estado de desestructura incierta en que no hay más eternidad aunque mientras son frutas tan silvestres o laboradas como el rústico estilo con que lo cuento. Y aunque lo platico, no es cuento, porque no tiene ni pies ni cabeza, solo la austral bitácora reina madre a la que llegue por desambiguación y que hoy es tema de mis desvaríos.

20070921

Todos estamos esperando algo


En el camino, con la vista perdida en el horizonte y obnubilada por un calor de sol a plomo dejó el pañuelo a un lado del asiento después de limpiarse los rastros del sudor de un viaje de placer que no terminaba. Llevaba varios días en la región y se negaba a entrar a su pueblo natal, su alter ego fue el de la idea, -¿A qué chingaos voy?... ¿Por qué no?-

Nunca pensó que fuera tan difícil regresar, después de veinte años estaba frente en la vieja casa en la esquina de Madero y Revolución, se paró un momento frente a ella y no tocó la puerta, simplemente la empujó y entró.

Se sintió una extraña vestida de citadina y hasta cierto punto ridícula, mientras que la verja añosa era la misma, la pintura blanca y los vidrios recién limpiados enseñaban lo limitado de la construcción de piedra y adobe, manchada solo con el moho de la lluvia entre los resquicios y los nidos de golondrina medio ocultos por las tejas deslavadas de polvo de mucho tiempo y los huecos de la memoria que no los llena nada.

La última vez había salido al día siguiente de los cuetes de la fiesta del patrón del pueblo, poco después murió la abuela y ni siquiera pensó en regresar al entierro, al final sentía que sus llamadas telefónicas eran su último lazo con esa casa y tenía razón, pronto empezó a sentir que su madre se distanciaba de a pocos. Pero esto era diferente era una desmemoria a propósito y sin razón. Ocultar el saber que es la vida y sus causas, no miras, no sientes. Y con el último resquicio de luz sale del pueblo a respirar un aire que no le oprima y un viento que no deje rastro en su memoria.

Su piel, tan suave, de quien no se asolea y las manos cuidadas se dejaban adivinar entre los cuidados pliegues del traje sastre de marca y las mangas de su camisa escrupulosamente blanca que no corresponde con la versión bipolar de su personalidad urbana en que se deja llevar por los jeans y polos. Los fines de semana alcohol y pastillas para entonarse el resto del tiempo, en un pacto exquisito que termina de dividir su idiosincrasia entre los estados de euforia y la meticulosa regresión a lo cotidiano. Un grado inherente de dedicación en que ingenuamente involucra su vacuidad de dos sellos diferentes y ningún registro que valga la pena entre las actividades que se desgastan mutuamente en vez de complementarse.

Desasociada de intentar regresar a sus orígenes se deja caer en dos gesticulaciones en que ella misma se responde y que solo se complementan en cuanto una paga las cuentas de la otra y la otra hace sobre llevadera a la una, hasta que el fastidio o el cansancio se imponen sin definir quién de las dos es ella.

-Quiero ser un poco como tú- ¿Y qué, tener una crisis creativa de tarde en tarde para desechar todo al día siguiente? Sentirme la más grande para solo ver cómo me arrastro al día siguiente entre la mediocridad de un bar y la atormentada realidad diaria del trabajo con la sensualidad enfermiza en que se desboca esta continuidad que anda en busca la topografía del infierno

Sube los escalones con cierta aprensión, empuja la puerta como las viejas épocas y se encuentra en una foto que preside el hall y se ve a sí misma en el reflejo del cristal y se imagina como dueña y señora. Sigue de frente, se resiste a identificarse en los retratos que cuelgan amenazadores, siente que ese personaje ya murió.

Esa angustia es la antesala de tratar de dar un paso al frente y ser una consigo misma. –Soy tú- “Glamour” sin trascendencia. Entra y lo primero que ve es el balcón que asoma al patio interior, -Una ventana no solo es un agujero- y se entorno su mirada para ver solo un fragmento de la realidad, la ventana abierta a medias que ve hacia la calle vacía. Su madre en una mecedora con la mirada perdida dentro de su más grande miedo, dejar de ser ella misma y ser una cosa inanimada y que no conoce, viendo la acera, esperando, solo esperando y sin ser cuerda que todo termine.

El total de sus actos siempre desemboca en una pequeña tragedia que se suma a la del día anterior, pequeños demonios que embrutecen, pero todos son los sueños de un día que se esfuman en realidades mientras pasan avejentándose.

Llega a su antigua recamara, los muebles huelen a viejo y al meterse entre las sábanas alcanza a percibir el olor con el que se recogía sintiéndose segura de pequeña, se recuesta para cerrar los ojos huyendo de la realidad sintiendo que llegan los sueños de infancia que ahora, percibe, están dedicados al anonimato y duerme, duerme como duermen los niños. Por primera vez en mucho tiempo no quiere abrir los ojos.

20070915

Pedro tiene el gesto adusto y la cara curtida del que sabe trabajar solo en el campo. Llegó a mi casa y al entrar al jardín se sintió un perfecto extraño, diez y siete rosales de diferentes alturas sobre setenta y cinco metros cuadrados de pasto de promiscua mezcolanza ¡Ay con la casual existencia del que aspira a jardinero! ¿Cómo acomodar los unos sobre los otros? tres colores de rosas y dos tonos de verde que intransigentes desentonan cualquier conciliación de arreglo.
¡No en balde dicen que los jardineros hablan con Dios directamente!... Solo meneó la cabeza, tomó sus aperos y se fue sin atreverse a pisar mi edén.

20070911

Cuatro años de bitacora
Todo fue salir sin precaución aquella vez, algo me faltaba mientras caminaba en el parque y no sabía qué era eso tan intangible cuando solo quería ser ajeno al paso del tiempo y me avejentaba a cada paso que daba despreocupado en el sendero.
¡Pero no sucedió! La tiranía de la pluma me tocaba y no se dejaba ver ni cumplía su cometido ¿Y si en verdad tenía yo la razón? No preguntes más por mí, que ahora yo soy otro, uno igual de malo pero con la suerte de principiante infatuada mantenida intrínsecamente. Suerte hermosa sin contaminar su minoría en el excluirme de sus cuitas más entrañables. ¡Que ningún recuerdo quede vivo! Y los niños que pasaban por ahí, con sus recuerdos fresquecitos, se dejaban caer riéndose sobre la hierba como buscando algo, pero no quedaba ningún indicio en el suelo. Así los míos, cayeron desparramándose y escondiéndose en los resquicios que quedan en la hierba. Ahora solo puedo esbozar una mueca y escribir incongruencias mientras practico disparates… para empezar de nuevo esta plana mientras lo anterior se ha vuelto el olvido. Afortunadamente escondí algunos apuntes compasivos para empezar de nuevo, ¿o de viejo?
Siempre lo quise ocultar pero ahora lo saben, ya estoy de regreso, directito a sentarme a mascullar más pendejadas por un buen tiempo (Más).

20070905

-¿No te parece aburrido este mundo?- Se preguntó inmarcesible a sí mismo y salió a buscar historias a otro lugar para poder regresar después a contarlas en voz baja, como pergeñando mentiras en un orden casi lógico dándoles credibilidad –Este mundo se parece mucho a aquel, las historias son las mismas pero los personajes no- le platicaba a quien quisiera escucharlo, pero estaba tan obsesionado con escribir algo que nunca hubiera sido narrado que no vio nada que valiera la pena sacar a la luz y terminó regresando a su mesa a escribir las mismas cosas de siempre. Entonces pensó que si Dios nos creó para oírnos contar cuentos cuando ya estaba Él aburrido y hasta el copete de todas las verdades absolutas. ¿Será por eso que inventó nuestros recuerdos sobre mentiras inocentes que le divierten y nos trata de llevar de un lado a otro para ver donde funcionan mejor? Pero, aquí o en que otro lugar los sueños son más traicioneros que la realidad aunque nuestro Dios sea el mismo aquí y allá, mientras sea posible enamorarse de un sueño que al final… no sabes en qué mundo existe.

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