20070415

Un sábado de Arqueólogo

Llegaron los vientos y dejaron los cielos de un azul intenso, las últimas nubes se dejaron caer muy adelante y lo blanco se convirtió en un añil más profundo. Al final de la tarde el viento dejo caer una parvada de patos que enseñaban sus colores y el miedo al frío. Se acercaron al lago y los observaron con detenimiento, eran de todos colores y estaban como esperando que anocheciera para dejar de volar aunque solo fuera esa tarde. Pero apenas empezaban a acurrucarse entre las cañas cuando empezó a llover un agua finita que no se sabía de dónde salía, así empezó hasta que terminó en la madrugada cuando se convirtió en una tormenta de nubes negras que terminó de llenar el lago.

La gente de los alrededores, al día siguiente, se empeñó en abrir los campos para la semilla del año y se dejo caer en la tierra para sacarle vida para sobrevivir. Y se dieron a querer antes de que la lluvia se abandonara en los sembradios otra vez, enterradas como simientes, ahí quedaron los buenos propósitos del año, pero ya no se volvió a oír nada más que silencios esa temporada.
Los Cholultecas que estaban pendientes de la situación no tuvieron empacho en sorprender a todos los del pueblo en sus campos, el tributo de semilla y muertos este año, sería suficiente para aplacar los dioses. Y así todo acabo para ellos, atrincherados en sus tierras. Los que se pudieron salvar decidieron replegarse a los llanos secos de arriba, donde apenas daban vuelta a la espalda ya tenían el sol encima y el agua lejos. Cuando llegaban a ir al valle era solo por acordarse de lo que ya no era suyo, ahí fue donde llegaron los arrogantes hijos del dolor que los convirtieron en un reducto perdido entre dos grandes señoríos que ya nadie quería ni prestaba atención. Hasta que empezaron a dejarse caer armados sobre los que se aventuraban en sus montes y fueron autoproclamados hijos del cielo y poseedores de la nueva tierra llagada por su esfuerzo, el trabajo que mataron en la guerra florida de quien ya se acostumbró a vivir en la sangre de los que no tiene más que su arresto.
Pero un día regresaron los Cholulas, eran muchos y se dejaron caer sobre ellos, quedaron vencidos al pie de los muros de los templos que ya no guardaban a sus dioses sino solo armas, su orgullo ahí se quedó cuando el último de ellos quedó traspasado por una flecha solitaria que lo dejó apretujado contra el muro del pequeño teocali en lo alto del valle de Valsequillo, como esperando auparse después, eso no fue una guerra santa, era el castigo a su soberbia del poderoso. Ahí es donde lo encontré, guardando lo que quedó de lluvia de esa tarde entre las manos que ya no tenían carne para detenerla. Parecía que nunca iba a pasar, pero pasó.

20070410

El seísmo


El viento, hasta ese momento muerto, se agarró a levantar pequeños remolinos entre la tierra del corral bien seca, los animales se empezaron a alebrestarse a esa hora y llegó un momento en se me hizo bien feo estar ahí. Eran las tres de la tarde en el rancho y vi que eso ya no era lo mismo sin agua, con las nubes que estaban como que bajaban y como que ni sombra daban. Toda la mañana arrancando frijoles de entre las milpas secas y ni para qué, el hambre ya estaba muy adentro y solo tres puñitos para aplacar el hambre de la noche. Los tres sentados junto al fogón y con el agua tan lejos.

-¿Quién abrió la puerta del corral? ¿Qué pasó que los animales siguen tan movidos? Ya deberían haberse quedado quietos y nada.

-¡Agárrate Juan, que ya se está moviendo la tierra de nuevo!

Pero esta ya ni me asusté, pos y qué. Si la última movida se llevó el agua, en esta a lo mejor nos la regresa, ya no nos puede terminar de perjudicar más esta tierrita.

20070406


Viajar para contar y al terminar, mientras los parpados se cierran, como las hojas del libro de lo recorriste este día se dejan acariciar por la obscuridad de la noche. Todo se queda allí afuera, pero hace mucho frio para seguir y las reglas de la prisa me obligan a adelantar algo para mañana, y a rajarse al cerro, doce grados bajo cero afuera y pocas esperanzas de que la calefacción ayude. Los kilómetros transcurren, se esfuman atrás para correr un solo momento, que dura todo el amanecer mientras tarareas algo que no tiene sentido.




















20070404

Qué bonito levantarse temprano a vivir, simplemente disfrutar

El rumor del viento se hace bolas en mis oídos mientras asciendo acelerando entre las curvas de la montaña. Están como ahuecadas artificialmente para dejarme pasar como la femme fatale que me invita a dejarla atrás entre los ruidos que se acrecientan mientras se cierran las paredes del cañón y percibo multiplicado el escape de la Harley, Un brrrrm como música que cambia de tono conforme avanzo y las paredes de piedra se abren y cierran hasta crear una partitura específica para cada camino que termina en música.
¿Qué? una mezcla de insensatez y vértigo bien revueltos para dejar huella en el camino, para llegar a ningún lado en una vía emocionante que se angosta al final, en el que todos los baches tienen nombre y se llaman igual, para que siempre se queden partidos por el tiempo. Parte de mi conseja de hacer algo todos los días que me acerque al miedo, mientras las cosas que dejo atrás han dejado de ser verdes, brillan con la velocidad y me da por centrarme entre la línea blanca del centro solamente y la música que avanza. Pero en la noche se convierte en un bosque que absorbe el ruido del escape. Mientras avanzo.
El sabor es todos los días diferente, aprendes a reconocer todo por el olor al entrar y siempre hay una sorpresa. Y alguna vez seré uno mismo con la máquina en su inmediatez, el tiempo se detendrá con la rapidez con que circulo entre el amor y la ironía tratando de atrapar mi propia voz mientras rebotan las preguntas en mi casco, para sentir que hago algo más que solo existir en un seísmo, en un orden fundamental para mi memoria tan selectiva que solo se acuerda de correr cuando prueba pasta al dente y visita el jardín romano que empieza a florecer después de la nieve al terminar de bajar los Alpes.
La claustrofobia se queda atrás hasta perderse entre las curvas que me alejan de la via apia y quizá es mágica la carretera, ¿o solo maravillosa? Tan fantasiosa como la pequeña tratoria que nos robo el hambre y se quedó decorada con los restos del expresso, o como la realidad ficticia que se ve atrás cuando se rompió la continuidad del camino y al fin lo sé y me consta, Roma está donde está, los que avanzamos somos tu y yo, nuestras persecuciones son de otros. ¡Y hay tantos lugares adonde ir si eres comprensivo y entiendes! ... Estoy ansioso de que regreses.



Castillo San Angelo

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