20060831

Agosto


Hoy es lunes y se supone que debo empezar algo productivo, pero no, aquí estoy espatarrado en la cama y acordándome de Esther, siempre degusta recordarla:
-¿Qué ha cambiado?
-Que eres insolventemente impío en esto de ser feliz como devoción
-¿Y… existe otra manera de vivir?
En el centro de la historia, la carga secreta de aventuras incongruentes que se revelan desde un punto de vista más bien confuso para mí, la mitad de la historia, una narración que no es racional, como no es evidente lo verdaderamente importante en la vida. Al fin, nunca sucedieron, siempre estuvieron en mi pasado y nunca supe cuando pasaron mientras ahora las acaricio cuando las recuerdo.

Era ese agosto de tardes calurosas cuando conocí a mi nueva vecina, había llegado con el fin de clases, cuando las lluvias se dejan caer en las tardes de repente y casi sin querer, solo por quince minutos y dejando un poco del viento frío de las montañas corriendo entre las ventana abierta para dormir a gusto y destapado, los domingos eran diferentes a los demás días, esos días las noches eran más largas y aburridas, antes, era muy diferente cuando el tiempo se media en domingos lánguidos, salidas a misa y a la feria… y ahora, no, hoy lo mido en esperar los sábados de fiestas, esa es la seña de que ya soy maduro: Son más bonitos los sábados que los domingos.

Su fama de alegre cada día era superada por las historias inexistentes en las aventuras inauditos que se contaban de ella, aunque nunca nadie les puso fecha ni lugar, siempre en la incongruencia del “me dijeron”, con la alegría de la espuma que sube y lo efímero del agua hirviendo que se dejaban caer en sus anécdotas en las platicas de la bola. Eso si pasaba frente a nosotros y la falda corta y los tacones altos que al caminar la hacían balancearse y al moverse… rozar sus pechos contra la blusa de seda delgada y algo transparente que el diablo siempre me dejaba en el camino de mis ojos, deseando ser tela, para sentirlos.

Y yo, como atinado zahorí, trataba de develar su misterio de cómo pasaba el tiempo sin dejarse llevar por nadie, bueno casi por nadie:
-Déjate llevar, déjate llevar… ¡Manuel… Despierta, despierta!
Y yo con la temblorina de la inexperiencia y todos los personajes de mi vida desaparecidos:
-Lo que quiero se hace a obscuritas y en la noche, es como una cábala que no se si será pero no me burlaría de ella
-Eso trato, pero no es fácil
-Déjate llevar solamente
-Que pena ser ciego y sordo ante ti, que pena no obedecer a mi lazarilla
Y era la humedad perfumada de su cuerpo lo que me distraía y no me dejaba concentrar en la clase de música que compartíamos y solo pensaba que estaba desperdiciando el tiempo, mientras su inspiración era un encanto misterioso que se sublimaba frente al piano y terminó en un juego de dos
-Ajemmmm
-Pero ya te tienes que ir… despierta
-Déjame disfrutar de la noche
Y contrario a lo que yo pensaba, nunca pretendí la posibilidad de no volverla a ver
-Si algún día me ves, has un esfuerzo, por favor ignórame, esto será nuestro secreto
Y desde entonces es como un desfile estupefacto de descripciones que cada vez son más tenues y distorsionadas en mi memoria, lo cierto es que quisiera despertar otra vez entre su música, caminar hasta su casa y no arrepentirme en el último momento de crónica fragilidad para cambiar de rumbo a ninguna parte, y terminar de entender que somos amantes mientras mas gozamos y la esencia es ser feliz.

Ahora, sigo despatarrado sobre la cama, veo pasar el tiempo rascándome entre las piernas y recordando satisfecho la fiesta de cumpleaños, cuando ahí me enteré que era cinco años mayor que mis diecisiete.

20060828

A Nadia, nunca le preocupa nada, y yo, pues soy un ignorante y ese día lo comprobé, los afectos naufragaron porque nunca estuvieron amarrados a nada, ni a mí, ni a ella. Nunca la había visto así, protestando y plantada frente a mí:
-Así son las cosas
-Siempre quise que así fuera, es como tu sentido del humor
-Perdiste, y de looser no te van a bajar nunca, nunca. Eres nefasto
-¿Es malo eso? O solo es indignante trastabillar por ti sabiendo que no hay quien te mande
No fue necesario decirlo, al cabo siempre lo supo, era como terminar sediento, borracho y ella como único principio, como el personaje principal del cuento que no tiene altura ni profundidad al frente, solo sus grandes ojos negros arriba de la sonrisa que conserva de siempre, desde los recreos en la escuela, desde las escapadas a nadar.

Y de lo demás ni que decir, desde que el diablo no esta de moda, pues no tiene sentido platicarlo, mientras más miro hacia atrás para rebuscar a la pequeña mujer que se hizo conmigo a golpes de inocente malicia.

Después ya no fue de los dos, salio a la calle con su frescura y yo aproveche para cabalgar en el rastro que dejaba su aliento, hubiera querido ser mas explicito, la tarde en la cafetería pasaba como agua tratando de ignorarme, pero salimos fuera no para conocer cosas nuevas, sino solo para encontrar estados de animo en lugares que significan algo en tardes imborrables de tenue memoria:
-¿Debería? O solo me soportas
Me usó como mera alucinación, pero que es usar a alguien que no significa nada en el insomnio de quien deja de moverse a las dos de la mañana o en la verborrea de las ideas, que se vuelca encima de mí y me impregna, recuerdo imágenes de lo que quiero ver, no de lo que en verdad pasó. Salimos y se quedó viendo el atardecer hasta que se aburrió, simplemente no lo entendía, mientras, no participaba del momento despistaba a todos emprendiendo contra la tarde y sin querer me llevo a donde siempre

Nos reunimos como siempre, furtivamente, para dejar de estar juntos al mismo tiempo y salir con un intervalo, abrí los ojos y la miré cautelosamente. La foto de ese día fue una mueca dulzona de lo que era, el perfume en su hombro lo percibo ahora que estoy en la realidad
-¿Porqué no te resignas? No te pertenezco y sin embargo me domas, lo hago voluntariamente y al tiempo me siento ultrajada
-Mejor sígueme contando cuentos en las tardes, ¡Me fascinas cuando te paras desnuda frente al espejo y te tapas la cara con la toalla!
-No tienes límite…
La sigo escuchando pero solo veo como sus labios se mueven y sin decirme nada se mueven sin sentido. Me quedo quieto tratando de parecer dormido pero sigo con los ojos su cuerpo recorriendo el cuarto con su inquieta urgencia para despedirse, afuera la tarde se acaba entre gotas que dejan entrever una lluvia para toda la noche que viene del mar, se siente salada la brisa. Alcanzo a ver el color fuego de su piel que se resbala sobre la toalla blanca y limpia la tristeza que deje impregnada en ella, después, me quedo viendo como la ropa se desliza suavemente sobre su cuerpo… como telón de despedida.

Ahora veo las fotografías en que ella aparece de costado caminando junto mí y trato de adivinar la expresión de su rostro, pero esta seco, muerto, paso mis dedos sobre el papel tratando de encontrar algo, de percibir algo en su gesto. Nada, por supuesto que no hay nada.

20060825

Ese día me habló, bien entendía que cuando regresas, pues ya tienes un punto a favor
-¿Qué llevas dentro?...
Recuerdos, memorias, ganas de fugarme al pasado y nada, nada que ayude a olvidar que San Jorge es feliz en Inglaterra, cazando dragones y apagando fuegos.

Ahora ya es hasta parte de mi álbum familiar, la crónica se escribió y todo está fijo e idealizado en la memoria, ahora abro la ventana y veo como escapa un poco de mi hacia fuera, un olor a humedad y viejo que se agota en una exhalación, siempre disfruté de su humor y padecí su lindura, pero a medida que el recuerdo se deja llevar y descubro oquedades llenas de detalles, pasa el tiempo y solo queda el recuerdo del intento de fuga.
A medida que voy reconstruyendo los diálogos, se escapan de mí, siento como me aburre el pasado mientras me transformo y cambio.

Parte de mi se quedo ahí… Y salí a la ciudad a buscarla, ella, como nunca de esplendorosa, estábamos los dos con la actitud de quien descubre un nuevo sabor de helado y bueno, no todos los días se prueba algo nuevo con mutua perspicacia. Tenía unas ganas locas de encontrarme con ella desde que salimos de la escuela y aprendí a esperar y no podía evitar sentirme un falso al buscarla mientras la veía sonrojarse al verme entrar en el café, pero así fue, después Gabriela se recostó sobre la cama cubriéndose el pecho con una almohada blanca, el pelo rojo doblado sobre se mismo se dejó caer de repente sobre su cara como de me acuerdo, cruzó los brazos ocultando su pecho y se me quedó mirando como quien ya tiene bastante con soportarse a si mismo:
-¿Que esperas?
-Que empiece a llover y cada tarde… lo mismo, la única verdad es que hay que disfrutar la vida y buscar una mentira entretenida, y yo ciertamente no sabía que esperaba, mis prisas eran por aprender, los ochentas y ya nada sería igual después, mis amigos ya eran diferentes y lo que nos unía era el humo que exhalábamos platicando mientras comentábamos lo que no sabíamos en tardes que esperaban el fin de semana.

En este día, en especial se escapaba el olor a cigarro por la ventana entreabierta del cuarto y mis ojos resbalaban sobre su cuerpo buscando el amanecer, estábamos más despiertos que nunca esperando quien se despediría primero de quien y con que palabras
-No lo pensé así
-La imaginación manda
Era la pose de quien quiere demostrar quien sujeta una situación… al final me habías perdonado y yo, no me enteré.


Cambiamos y sin embargo… somos los mismos

20060819

-¿Qué lees?
¡Que tiempos! Las épocas en que no sabía que escoger un libro era más fácil que elegir una dueña, quizás fue porque ellas siempre me escogieron a mí, a lo mejor yo nunca tuve nada que ver, ni con la elección, ni elegir. Mi destino era Veracruz en unas vacaciones de las que no esperas con unos compañeros de colegio pero mi único vicio era hacer tonterías… y se me notaba. Había que mirar dos veces para darse cuenta de que habría cambio de planes y yo, atolondrado no lo sabía:
Bajo esas formas de pedirme que me quedara se escondía una cierta… envidia, quizás solamente el despreocupado egoísmo de su parte, pero no, era algo más que la indiferente sugerencia para que la acompañara, era invitarme al día de campo familiar en que nos metimos a explorar las obscuras galerías que servían para recolectar el agua para la ciudad y salimos, milagrosamente, del otro lado del bosque; el paraíso perdido para la soledad de un domingo de agosto, persiguiendo libélulas en el bosque. El mundo es algo complejo, pero ¿Como explicar al regreso el cierre roto de su falda? Quien creería que se atoró con una rama y como disimular la incertidumbre en mis ojos si hasta yo mismo me daba cuenta que sudábamos a mares.
Salimos, yo con los ojos cansados de la oscuridad y ella con la sonrisa de la felicidad recién adquirida, y vi como su padre se recargaba en un árbol enfrente de la cueva, su madre platicaba con alguna amiga antes de quedársenos viendo cada vez más fijamente
-¿Qué te pasó mijita?
-Me atoré con una rama
Dijo, con su sonrisa más grande de niña bonita, y volteando a verme para que lo confirmara. No pasó a mayores, solo los cuchicheos lógicos en la comida, pero esas vacaciones aprendí el valor de la soledad y un buen libro para pasar el tiempo en vez de la temeridad de salir inocentemente al campo y el desasosiego de preferir no regresar jamás a su casa, ah, esa adolescencia estúpida y patética que nunca me dio cara para buscarla de nuevo, ella y mi desmedido romanticismo que nunca me dejo cazar mariposas de nuevo, como esa vez.


La mejor manera de ser viejo y sabio es ser joven y estúpido

20060812

-¿Qué prefieres?
La pregunta, ya de por si suena facciosa y es difícil acertar con una respuesta a lo que ya sabes es una provocación, aun cuando aun no lo sepa, ya se que el pretexto es bueno para encontrar amaneceres en la calle con labios ásperos de secos
-¿Te gusta?
Llevaba su mano, sin prisa, por los míos, acariciándolos como a quien no le importa y llevándome a rastras al fuego nocturno, entre esos muros que se me venían encima de blancos en su patio, siempre tan húmedo, tan ella. Tanteó su pelo como para arreglárselo pero a propósito lo dejó cubriéndole la cara, como para dejarme a mí develar su rostro, abrir la cortina de sus ojos cerrados con mis labios secos y partidos. Chasqueo sus labios como invitándome a acercarme a bajar los escalones resbalosos de su altar y yo, me atrevo a tentar sus muslos
-¿Por qué me miras así?
Y me volvió a preguntar si me gustaba
-Si, me gusta mucho
Luego se sentó sobre mí, de frente, viéndome a los ojos dejo que la tarde se viniera encima mientras sentía crecer su cuerpo en mí, así, hasta que apareció alguien que nos motivo a separarnos un poco, sin dejar de sudar, me obligué a despedirme hasta el día siguiente.
Yo no lo sabía pero toda ella era erguida y orgullosa, pero para en la mañana, me bañé con jabón especial y agua fría, ese que no me quita tu aroma, para dejarme tu recuerdo y esa agua que escurre como tus dedos en mi cuerpo. Salí al café negro de la mañana y me senté como siempre, en el rincón oscuro de la cafetería que me gusta, y ahora sin ninguna circunstancia que apresurara el día en que ahí me refugio, esperando otra vez la tarde, pues simple y sencillamente ya no me importaba, mientras mantuviera el sabor de sus labios. Las imágenes se agolpaban en mi mente todo el día. Al final, siempre sutil y maliciosa me esperaba en el patio blanco, buscando la oportunidad entre los pliegues de mi cuerpo para su fogosidad.

20060803

Confesar mis culpas es lo más cercano a la ingenuidad, no se si esa ingenuidad pueda ser considerada en si misma una culpa, pero hasta hoy comprendo que las poses exóticas son el silencio de las actitudes que ya no tienen forma cabalmente en mí. He engordado lo suficiente para dejar pasar las chanclas como una forma de justificar descansar los pies ya sin energía siquiera para agacharme.

Díscolo, era lo que era, consumidor conspicuo me convertí en muestrario de malas mañas para la envidia de los que no compraban lo que yo consideraba necesario para mi ego envidioso. Y ahora que se mis secretos, ¿Qué? Aunque crezcas, mantente a la izquierda, ya se que es dificil.

Siempre del otro lado de la acera, lejos de las márgenes de siempre que están más sucias que el centro, en donde ya no puedo nadar de muertito. Más abajo siempre llega la tarde y empieza a obscurecer, el sol deja de hacerme sudar y puedo llegar a una orilla a descansar.

La trattoria de la plaza es el lugar indicado, el gran café ya no es un sitio donde me sienta a gusto, siempre la misma gente en los mismos círculos viciados adivinando hasta donde llegaría la marea ese día, que maravilla programaría la ciudad para su contento en la noche y el calor para mañana. Pana llego y me contó de sus aventuras y lo caro de Londres, refunfuñando me toma la mano y la pone sobre el anillo que no había notado yo en su anular izquierdo, ahí esta mis deseos y sus orígenes pero en ese momento me deje llevar por los recuerdos hasta sentir como se desparramo mi existencia en nulidades –Felicidades- fue lo único que dije.

Archivo del Blog