20060331

La veo aun, apoyada contra una puerta blanca y medio abierta, mi motocicleta parada enfrente, negra y recién lavada. Está con unos pantalones vaqueros ajustados, Sonia; la moto con sus llantas bien, pero bien negras y ella, Sony ganas de otro sombrero que le cubra la cara un poco más
-Necesito verte
-Aquí estoy
Y se dio la vuelta a llorar dentro de si para regresar a guiñarme un ojo coquetamente. Estamos en una calle cercana al centro de la ciudad que tiene mucho tráfico.

Me dio la impresión de que solo aumentaban mis dudas, vi en ella una figura que solo creció en mis pesares en una exaltación de lo que fue y no quiero repetir. Ya no, estoy solo y me da lo mismo actuar como sea, al fin no hay quien me tome cuentas y mis declaraciones rebotan al vacío ¿Quién asistiría al entierro de un incrédulo y para qué? si ya está bien muerto

Y si estoy frío como cadáver desde el inicio, y de nada sirve irritarme ¿Qué sentido tiene seguir platicándolo? Pero no, las puertas de la percepción están abiertas en este momento y hay que aprovechar el instante: ¡Qué rostro! Pero era una idea raquítica conservarla solo por esa fotografía en blanco y negro, que mostró solo su mejor ángulo y no me quedo mas remedio: Me retracte de lo que pensaba, aunque solo fuera para mi mismo. Pero bueno, si ella era herbolaria y yo hipocondríaco, que se puede esperar para una declaración cíclica y sin complejos, pues solo que me acompañen sus amigas, mis cuates y una fusca abajo del sobaco… solo por si la cuatitud no funciona sola, ya hay quien eche porras.

¿Qué es el amor sino pasar algo de tiempo juntos? Es algo como el reloj que transcurre y no regresa, pienso en sus modos y no tengo mas remedio cuando trato de voltearme, al final ya solo éramos los dos, con ese color negro de un misal cerrado, sobreviviendo a esa terapia de grupo que no hizo más que dilatar el tiempo, cuando la realidad fue insuficiente para recuperar una cordura que nunca existió. Los peores insultos se quedan sin espacio para esculcar su mente, ¡Que originalidad!

¡Y dónde fue el incendio! pues no terminé de saberlo, pero al muerto lo cremaron al día siguiente con leña verde, ¡Hay que ser discretos para no tentar la suerte! Uta, que me dijo, a mí que no me gusta reír al último, porque te ríes menos.

Bueno todo mi compromiso con cumplir la ley se enfrió cuando la vi desnuda en su departamento ¡Que desnudez tan bonita! Los dos frente al espejo y solo me pidió que fuéramos historia que no se pudiera contar y claro, todo fue muy bien; hasta que apareció su galán, ese de dos metros, noventa y tantos kilos y delantero de fútbol, bueno, estábamos tan cerca y el orgasmo había sido taaan, pero tan al mismo tiempo, que no me importó que nos dejara, si a los dos, porque yo pensaba en el odio eterno de una bronca bien buscada y el… solo en buscarse otra novia, se ve que ya lo tenía hasta la mother o ¿Me veo muy ridículo encuerado? Bueno, en todo caso no entendí su risa
-¿Sabes que pasará?
-Que ya no nos tendremos que esconder y te podrás definir
-No, no, para mí… ¡Que se acabó la emoción!


Bueno al final,
Las cosas son como las platicas

20060328

Siempre considero necesario hacerle caso a la ignorancia, el no saber y el no entender son causa suficiente para permitir que mitos insignificantes se conviertan en razón de vida. Dudar no es excusa para no ejecutar esos ritos que ayudaran a seguir en la ignorancia y vivir tranquilo tratando de ordenar el pensamiento, y eso es como censurarlo a final de cuentas. O acaso es un sentimiento mágico que se trasmite de generación en generación y solo a ciertos individuos que son “especiales” y saben ver algo concreto donde los demás solo intuyen cosas sueltas sin sentido.

Eran las diez y media de la noche cuando salí de ver una mala película en el cine, el camino de regreso a casa se hacía eterno sin quien platicara junto a mi, y así, caminando sin prisa vino Lucía a mi mente, saque la cartera y vi su foto en primer plano, sus ojos empezaron a brillar de una forma rara que yo atribuí a el reflejo de la luna llena en el papel lustroso y al poco rato me sentí platicándole de una manera rara en que sentí poseerla y que estaba junto a mí o en mí, entonces entendí su aversión por las fotografías y me trasladé al pasado
-Me vas a robar el alma, ¡Por favorManuel, no la tomes!
Pero si, la tomé y no le robe toda su alma, pero si tengo un cachito de ella en mi, se quedó conmigo y aún la conservo para tener con quien conversar cuando estoy solo. Atrás de ella se veía un trecho del camino al infinito y en una banca al lado, un hombre viejo sentado, viendo fijamente a la cámara. Cuando la veo la considero de buen agüero, desde entonces siento que la tengo atrapada conmigo, que me acompaña a fuerzas para platicar muy aguevo cuando me hace falta y estoy solo.

Con este presente, que vive para siempre en mi cartera, dejé que el tiempo se resbalara en la noche para caminar al principio hacia mi casa y después sin sentido, Lucía, mi fiel compañera en la noche se sentía más cerca que nunca, serían como las tres de la mañana cuando llegué a la punta del cerro, y ahí estaba, ella de cuerpo presente e invocándome entre las penumbras de la noche y sola con el reflejo de la luna en su demacrado rostro. No me dejó articular palabra ni supe porqué fui ahí, algo me invoco
-Quiero estar en el fondo de tus ojos Manuelito, sentir el olvido de descansar dentro de ti entre todos los arrumacos de estas aves nocturnas que no vuelan

Y fue como una ceremonia de iniciación para tratar de recobrar su alma de entre mis manos nerviosas, recuerdo como intentó varias veces vaciar mis bolsillos, pero era inmaterial y yo no pude ceder a sus reclamos, entonces se dedicó a hablarme al oído hasta que me enamoró, ahí, conocí el cielo en septiembre, me salí de la noche y entré a la luz de sus ojos negros para perderme en su inmensidad. Se que al fin, pude regresar del deliquio, porque aquí estoy mientras las noches siguen igual de solas. Pero ella nunca fue la misma conmigo otra vez, a fin de cuentas se sintió violada por mí en incoherencias en que no supe que pasó entre los temblores de mi cuerpo, al final alcancé a verla caminar despacio, alejándose hasta que desapareció en las primeras luces del alba contra el sol. Yo terminé desguanzado, todo el tiempo había tenido el papel con su foto en la mano y protegido por mi sudor que, me imagino, lo guardaba de sus sentidos, que burlados, nunca supieron donde estaba escondido.

Siempre gustaba de ir a verla, con sus vestidos amplios blancos o de colores chillones, su casa de flores, cada día más balsámicas entre las tantas hierbas de olor de la cocina mágica de su madre, ahí donde estuvo el sitio de mi primera limpia y la visión de trescientos sesenta grados que solo percibí con ella en las asambleas fantásticas en que aprendí la vida secreta de un vidente poseído por la luz que le gustaban más los toros que el fútbol.

Al día siguiente desperté en mi cama sudando, no sabía donde estaba ni como había llegado ahí. Me levanté y salí intranquilo con su recuerdo aun fresco, la fui a buscar, ya no en mi cartera, la necesitaba ver en persona, llegué a su hogar y abrió la puerta su madre
-¡Pasó una noche de perros y no te puede ver! Búscala más tarde
Tenía su mamá, el aliento maloliente de quien fumó toda la noche, con los ojos rojos llorosos de velorio no me permitió pasar a verla ni ese día, ni nunca más. Sus palabras eran tan fuertes que moldearon la realidad a se manera de ser, a el ego malherido en que esa noche no me permití recuperar la conciencia de que los fantasmas son seres tristes que ya no me buscan. Cerró la puerta y alcance a oír a lo lejos
-Onde diantre andas niña, que habrás hecho…

La única mirada de amor que nos quedó fue la última de ese amanecer, la extrañeza y las emociones del deliquio en que se evaporó. Aunque la fotografía aún me platica ocasionalmente en las noches… pero ya no es ella sola, son ella y el señor que la acompaña en el retrato, que a fuerza de verlo, ya creo conocerlo, es un tipo solitario a quien no le importa compartir su alma.

Ella no percibía la palabra de los hombres, pero se entendía con los dioses en sus rituales que estaban resueltos desde los albores de la medicina, y ahora comprendo que entendía el tiempo… porque ella misma, era el tiempo en una relación hedónica y dulce que aun perdura, a pesar de que la vida transcurre entre una sucesión de extraños balbuceos de quien no la comprende.







Te traigo en mi cartera

Melo Díaz

Tu retratito, lo traigo en mi cartea
donde se guarda; el tesoro más querido;
y puedo verlo a la hora que yo quiera
aunque tu amor para mí ya esté perdido.

Porque te amaré, solamente te lo advierto
y aunque no quieras; yo te he de seguir mirando,
pues tú bien sabes que lo nuestro fue muy cierto
y tu retrato me lo está justificando.

Yo te he de ver...y te he de ver y te he de ver
aunque te opongas y te apartes de mi vida
y si yo pierdo mi cartera sin querer
de nueva cuenta te mando un retratista.

Por la mañana, te miro muy temprano
luego te guardo y te miro más al rato
y por la noche te tiento con la mano
aunque no seas más que el purito retrato.

Por eso mi alma te pido que comprendas
y sin recelos me des la vida entera,
si eso es motivo para que tú te ofendas
de todos modos, te traigo en mi cartera.

Yo te he de ver.... y te he de ver y te he de ver
aunque te opongas y te apartes de mi vida
y si pierdo mi cartera sin querer
de nueva cuenta te mando un retratista.

20060324

Xoco

Era como el chocolate amargo, ese que solo le falta agüita caliente para a final de cuentos ser el mejor y la timidez, esa cortedad que era su peor particularidad, esa sensación de querer enseñar y no atreverse que la perseguía todo el día y obviamente, eso hacía que su humor lo más disparejo que rodaba en el camino. Esa tarde, estaba recostada en el sofá, las piernas cruzadas una sobre otra y la falda ocultando lo que quería descubrir, la luz de la sala disminuía mientras atardecía
-Te voy a decir que pasará con nosotros… este culto a la soledad nos vencerá
Oprimió sus manos en el pecho, se dejó caer en el sofá y cerró los ojos con la cara viendo el techo y los labios alertas. Me dio la impresión que se quedaría así, esperando que me acercara a sus labios, y… ahora me pregunto porqué no lo hice. Al final se fue a vivir con alguien, nunca supe quien ni como.
Lo admito, además de no dormir esa noche me quedé pensativo algunas noches más, ahora era yo quien cerraba los ojos y esperaba que algo sucediera. Siempre ella la última palabra e incluso esa última palabra que me dejó sin aliento
-¡Qué!
-¿Me acompañaras?
-Que falta de sensibilidad
-¿Alguna ves dejas que las cosas sucedan?
Al final es tiempo de dejar pasar las cosas, de dejarse llevar por el hastío y convencerse que sucederá, era hecha para amarla hasta que un día, despertó, vio a los hombres y supo que ella también se podía enamorar. ¿Cuántas personas llegaría a conocer?
Cuando la volví a ver, su cara se veía más nítida, con esa sonrisa de chocolate con almendras cambiada a xoconostle en dulce. La reencontré entre flores que no tenían nada que ver con su pasado y se merecía el tiempo haber pasado por ella.

Y que, si nunca me dijo nada que exigiera una respuesta a las quinientas mentiras que yo sabía y tenía preparadas, siempre, ¡Para poder quedarme colgado a su sonrisa!

20060320

¿Las mariposas, tienen dos o cuatro alas?


Mariposa, su nombre, era mucho más que la hermosura, era su razón y sus juicios en persona lo que nos atrae –que por cierto no a todos- pero tomándolo a verdad, es difícil definirlas o siquiera encontrar su justo medio entre las inútiles divagaciones en su ajustada y previsible agenda de flor en flor.

Tengo dos tipos de galanterías unos que a final de cuentas les dicen “que bonita” a las guapas y otros que les digo “como te pareces a tu madre” a las no tan agraciadas. Ella no era lo buena o mala que se representara en el físico, era ese saborcito a dulce de leche que te dejaba su compañía al final, y siempre condicionado a su expresión, ese sentirla como un libro nuevo bajo el brazo en tarde lluviosa.

El tiempo, que hasta hoy permanece de mi parte para disfrutarla y acompañarla, mientras el espacio me deslizaba sobre aquella playa de arena blanca y olas inconcebibles, que se deterioraban mientras comenzaba a voltearse el aire, y la luna llena aparecía apoteótica entre las nubes del fondo y partida por mitad, la falta de cuidado también se notaba en ella, cuando, ya no confiaba en ningún puerto y se quedaba viendo el horizonte sin sentir las gruesas gotas de agua en su rostro, mientras, al resbalar, le hacían trizas su sonrisa. Llevaba un libro blanco en las manos, era pequeño y tenía un gravado de colores brillantes con un nombre.

Su secreto, de tan secreto, no se acerco ni siquiera a la realidad de lo que pasó, se quedo oculto en ese beso que no se lo había robado yo, se le había caído casi a pedazos entre los labios mientras sentíamos pasar el atardecer sentados en la protección del faro. Y claro, a final de cuentas yo solo detuve el beso antes de que cayera en la arena, tampoco esta el mundo para desperdiciar escalofríos como ese, temblaba como quinceañera mientras dejaba caer su mirada en la mía con ingenua inexperiencia, su intimidad era mía y ya no era soledad.

La blancura de los muros en que vivía en la parte alta del puerto se reconciliaba con el azul del cielo cuando salimos al día siguiente, los colores que dejaban escapar sus labios cautivos para esperar las horas más tranquilas de la tarde en que solo le delataban sus risas. Sus vivencias no estaban basadas en experiencia aun cuando ya no era la niña de antes y había llegado hasta ahí sin saber porque, bueno en su inconciente si lo sabía, y era doblemente intencionada su visita, después de tantos años al malecón donde amarro mis recuerdos con el hacedor de memorias que siempre estaba por llegar tarde al puerto.

Llegó en abril y a punto de cumplir años. Yo estaba sentado sobre el muro del rompeolas y viendo hacia mar abierto, ella venía con los zapatos en la mano y la sonrisa al frente, como si nunca hubiera pasado nada, ni siquiera se hubiese ido alguna vez. En ese punto ella era dueña de la situación y solo veía desembocar el río a lo lejos y fundirse en el mar en dos colores neutros y ensuciados.
-¡Estás fantástico!
Y me levanté convencido de que no había pasado el tiempo. ¿Qué fue de ese magnifico intento de enamoramiento?

Los dos decidimos comernos con los ojos, uno y otro, nos quedamos con la quimera de querer ser, pero en el fondo partidos por un arrecife, desligados del otro y de la realidad, el calendario se quedo en un mayo de los ochentas y un vestido vaporosamente sexy, mientras, las palabras se quedaron ocultas entre el tiempo cuando las olas lavaban mansamente su imagen en la arena, entre mis pies descalzos, y solitarios. De un solo golpe saco lo desguarnecido que tenía dentro; las objeciones obsesionadas de Mari-posa por un tercero… que nunca apareció entre el océano.

20060317

Su verdadera profesión era la de prestidigitadora en la velada biografía que puso en mis manos, serían apenas unas cincuenta cuartillas que no tenían siquiera un orden cronológico, desaparecer cosas y tenerlas a su disposición después era su magia. No era el mejor día para Antonia cuando no encontraba algo y se sumergía entre nubes de humo a buscar en su mente el subterfugio donde esconderse, y cuando estaba más sola que nunca encontró algo entupidamente simple para dejarse caer en esa manía, su forma de vestir y de maquillarse tan estupenda como enigmática, de que volteaban, pues volteaban a verla.

Tener público no era lo mejor para tener que quedarse sola cuando no queda más remedio que acercarse a la censura, mientras el silencio que nos gustaba se estaba acabando entre el sentimiento de culpa, el gusto por estar los dos experimentando con caricias ajenas a nuestro cuerpo.
Y las mentiras, esas mentiras que nos forjábamos ambos a fuerza de ese sexo que iba de tibio a caliente y aún más, mientras, ese pequeño temblor me hacia voltear hacia abajo para encontrar sus manos entre mis piernas. Y así, quedaron prohibidas las amenazas y los cortejos que no tuvieran un fin ostensiblemente anecdótico, aunque solo fuese la mejor parte la que me contó en esos papeles sin orden, y eso… antes de que el jurado popular decidiera que merecía ser apedreada por cinco minutos y mala narradora, pero; con su máscara de carnaval bien puesta para protegerle el rostro. En fin siempre merecía mejor suerte antes de encontrarse conmigo entre la noche y el día cuando al final, con uno fue suficiente para mí, es como meterte abajo de las cobijas; más de dos se estorban... bueno, eso creo yo, que a final de cuentas, pues ni cuento… ni se contar.

20060310

La tejedora


Era una tarde calurosa, habíamos caminado los dos un buen rato después de comer y antes de la siesta, me levanté de buenas para prepararme para la tarde. Todo lo tomé como una broma, salí de la ducha, el agua caliente había relajado totalmente mi cuerpo y quedé con esa sensación placentera de quien no debe nada… al menos eso quería suponer. Mientras, me quedé dormitando esperándola sobre la cama, en el abandono total.

Su cuerpo desnudo, intacto y glorioso, apareció junto a mi, subió a la cama ignorándome y poco a poco se fue deformando, acobardado como pose dramática de cuadro surrealista, como nostálgica manera de desfigurar la forma y enredar los miembros en forma de ocho con algún mal propósito

-Y ahora tú… ¿Qué onda Sandra? ¿Algún problema?
-Un poco de yoga para relajarme y escuchar esa voz ajena que me llama a la meditación, la palabra de mí historia ancestral que me transfigura en la contemplación para ser uno con el universo mientras entiendo cuanto dura el presente y como se desliza el tiempo en mi memoria.
-Y, no te duele
-Deberías intentarlo Manuel
-Me espero para cuando pruebes el Kama-Sutra conmigo
Se veía como algo cruelmente doloroso estar en esa posición, que parecía oposición, tan irreal y fuera de contexto, yo mientras, en mi relax total observándola. Pero ella ponía cara de disfrutarlo y solo alcanzó a musitar mientras intentaba esa final y arriesgada figura que terminaría por liberar el último vestigio de su karma en la habitación:
-Tú y tu denso sentido del humor

20060306

Y ahora, sin memoria ¿Qué puedo olvidar?


-Con cariño, con renovado cariño- Y continué sonriendo, a quien buscaba era a mi. Sus extraños hábitos se convertían en manías conforme pasaba el tiempo y ya era muy tirante la situación, y es que solo me necesitaba para afianzarse en su entorno. Ahora me niego rotundamente a sus juegos y no se que hacer, y son seis años los que nos separan desde cuando, siempre y todos los días, se levantaba con ganas de vestirse de largo y pasarse la mañana en blanco y negro para salir al café a medio día y fumar un puro para después, salvajemente, llegar a lavarse la boca con furia inaudita. Era una excéntrica inofensiva que después me confesó –Para ser honesta, odio el tabaco- y ella comenzó a conocerme y yo a buscar el sexo de los ángeles.

Un día, ella se empecinó en escribir a colores todo lo que veia, el tiempo estaba de su parte y empezó no solamente a leer lo que escribía, sino a cavilar a colores y no solamente todo lo que veía y escribía, ahora todo le que pensaba y meditaba, era de colores, al principio sin fuerza y después, vivos y vibrantes. ¿Cómo nunca antes se le ocurrió vestir de arco iris el alma? Y dejarse llevar más tarde, por el eco de los tonos pastel de su relación con mi alter ego.

Nuestra historia, siempre, se compuso de pequeñas historias hilvanadas con sexo, de viajes irreales y pintados del azul del mar, a veces, de los tonos turquesa en el caribe, de los verdes claros en el pacifico y esos negros profundos en aquel lago tan alto que se vestía del índigo con sus reflejos vespertinos, cuando al final se caía de la tarde.

Después, llegó a esos futuros en el pasado que se dejaban ver de colores difusos a lo lejos, tirándole a neblinas de tonos blancos que adivinaban cosas que siempre llegaban de colores más definidos con el tiempo y poco a poco, aunque una vez, fue de golpe, de repente abrí los ojos y ahí estaban.

Cuando nos reclamábamos, algo veíamos para atrás y se obscurecía todo de tal forma que a veces, casi, llegaba al blanco y negro, hasta que nos perdonábamos y sentíamos como se prendía la luz poco a poco, pero generalmente era esa irradiación amarilla, de fuego, que dejaba los colores muy planos y vibrando por regresar el tiempo a antes del pleito.

Antes, aprendí a caminar, dejando estelas de luminosidad atrás de mi y ahora solo tengo una paleta de colores y una pared blanca y bien iluminada en que no encuentro como empezar a dilapidar matices de blanco y negro para definir una figura que solo es colores… y no veo ningún espejo que refleje como se quema el auto de fe de mis recuerdos.

Ella concitó a mis memorias y ahora no se como cerrar los ojos porque sigo viendo gamas de colores que van por todo el arco iris, recorriéndolo de día a noche y sin parar de iluminarme, hasta que un dia, me cansé de cerrar los ojos para nada y quede ausente. Un rayo de cognición que me dejo completamente ciego, aunque siga viendo chispas sublimes pasar a mi lado sin una imagen a quien echarle la culpa, de que no vea, ni siquiera mi sombra y mucho menos sus ojos brillantes.

Ella salía todas las tardes por mi, a las cinco, se quitaba la ropa de a poquitos y me encandilaba completamente el reflejo de su cuerpo bronceado, color oro. Cuando empezaba por besarme los ojos para que vieran más, siempre justo antes de que se pusiera el sol hasta que empezara la mañana. Un día… simplemente ya no hubo luz que iluminara mí noche para sumergirme en sus sutilezas.

20060304

Y ahora entiendo su ardor infatigable


Su nombre es Maria de la Concepción y lo ha usado solamente un par de veces y para cosas oficiales, como tantas a mujeres más le gusta otro que no tiene nada que ver, Catalina es el que usa. Me llevaría mucho tiempo explicarlo, en verdad, pues no lo termino de comprender. Un nombre alto y grande, como el techo de su casa que de antigua impregnaba nuestra relación de viejo. Y ahora no se si es tristeza o nostalgia, alegría u optimismo lo que se es que todo cabía completamente entre esas paredes tan amplias que se caían de gruesas y agrias cuando la visitaba, pero su casa y su personalidad eran totalmente diferentes:
-Inventaré algo para que duermas en paz, cierra los ojos y déjate llevar. Tu ardor será la obstinación y la sonrisa mi final-
Me dijo Catalina, cerrándome los ojos con las yemas de sus inmensas manos, para que no despertara sospechas su ironía, abrasando lo poco de mi que quedaba en la cama vieja y ruidosa, tratando de administrar su llena humanidad al tiempo que se daba vuelta para dejarse caer de golpe y con todo su cuerpo, sobre mi poca comprensión para apagar esas cenizas de una vez y verme sometido a su ímpetu, que no deja dejar iniciar ese fuego que urge para mi. Y después su indolencia por el sexo, esa extraña apatía de quien espera con la vida resuelta que algo pase para subirse y dejar su tranquila existencia sin miedos. La muerte es un remedio y la vida, pues que remedio, pasa y nos deja a la vera.

Y otra vez surge de la nada y de repente se llena de vitalidad y casi sin medirse, deja caer sobre mí su atlético cuerpo como quien apaga un fuego con risas
-¡Que se ponga, que se ponga!-
Y yo sin saber que hacer, y solo imaginando que quería insinuar, tratando de hacerla recuperar la cordura de quien no sabe llorar, viendo por momentos, los grandes oleos colgar de las paredes y ese inmenso espejo inclinado que apenas conseguía cubrir su cuerpo.

-Mírame Catalina-
Le dije mientras buscaba algo para cubrirme, se escondió detrás de la almohada e intenté adivinar porqué sonreía nerviosa, sin saber que decir, atrás de su escondite. Para ella, estar en esa inmensa cama era motivo de risa y mientras yo no lo entendí, todo era perder concentración, tenía ganas de zarandearla ¿Cómo pedirle a aquel que se pusiera engreído entre tanta alegría y tantas risas sin sentido?, y como hacer el amor en medio de una juerga sin razón y la ventana abierta. Era una puta sin juicio, incurable, que disfrutaba riendo lo que yo buscaba encontrar concentrado.

Lo único que podía hacer era sentarme en la orilla de la cama y reírme al ver mis pies colgar, disfrutarla, entrar a su juego y buscar entre retozos la inspiración para poder tenerla a ella y su buen humor, el acto de posesión perdía sentido en su entrega tan alegre, toda ella tan viva, tan contenta.

Era una honestidad grotesca por ratos pero muy satisfactoria al final, y si ese era el resultado ¡Qué se la va a hacer! Nunca estuve con la mujer equivocada, y siempre despertar entre su olor tan fresco, dulce de jardin mañanero, perfume de veinte años y con la sonrisa a flor de piel… era gratificante.

La conciencia perennemente tras ella, buscando un resquicio para castigarla, pero no, simple y sencillamente le gustaba el sexo con la ventana del balcón abierta y boletos para los toros gratis, reía y convocaba a todos los duendes para continuar su orgasmo entre risas y juegos, bueno, al final aprendí que el sexo no era tan solemne y que muchas de las enseñanzas del Kama-Sutra en verdad eran para la risa y las ocurrencias de Caty eran un montón de hechos graciosos que con el tiempo hicieron que mí rendición fuese incondicional, y no solo por su tamaño. Entre esas paredes que destilaban años, le quite solemnidad a mí sexo, claro que el placer podía ser alegre… es lo que aprendí de ella.

20060301

Ángeles


Era como en las películas en el cine, de repente te sientas en la butaca y ves transcurrir las escenas, no tienes control y el desenlace no es siempre lo que esperas. A veces ni siquiera puedes terminar de verlas cuando ya esta la trama bailando en tu mente, y encuentras una salida más audaz para ti.

Ves pasar las escenas y no encuentras en que momento intercalar un corte para incorporarte tu a la acción y ser parte de la trama, y ahí está el yo hubiera… La escena de una mujer caminando para alejarse de mi, en un acercamiento que el telefoto magnifica enormemente y hace ver ridículo el avance del personaje, sus pasos parecen estáticos sobre el piso, como resbalando.

Esta es una toma que siempre tengo presente, y esa era precisamente mi situación, ver como se alejaba y al tiempo el lente de mi mente le mantenía cerca, muy cerca y alejándose, pero eso si, siempre en un primer plano. Los diálogos se pierden y la acción parece que nunca continuara. El color se empieza a perder y unos extraños halos envuelven la toma hasta que queda registrada en esa ultima imagen en el fondo del cerebro, que es la que siempre recuerdo.

Era importante para ella el ser un personaje difuso en mi vida y no tener más compromiso que responder a los halagos, era la protagonista y no le importaba ser la buena o la mala, solo ser ella, la diva, la actriz principal y no tener un papel secundario, ni estar insatisfecha.

Ahora solo es un plano monocromático enmarcado en un rincón de mis recuerdos casi olvidados, que cuando voy al cine y veo esas películas que tanto disfrute a su lado, recuerdo en una oleada que me lleva al pasado. Pongo en orden mis memorias dentro de mí, cierro los ojos y empiezo a dirigir mi propia película que ella protagonizaría, ya sin mí.

Todo empezaría con un café, frente a frente en la sala de la casa de Angelitos, ahí estudiaríamos la trama y ella la adecuaría a su ego, quizás sería una guerrillera, o mejor contrabandista que le gustara el mundo y platicara de grandes aventuras en el pasado próximo. Tomaría la taza y la miraría fijamente mientras le deposita suavemente un par de cucharadas de café soluble y unas cuantas gotas de agua, me miraría fijamente cos sus grandes ojos mientras hacia espumear la mezcla de la taza
-Una o dos
-Dos
-Eres un dulcecito
Y otro par de minutos de batido para después dejarle caer el agua caliente, poco a poco y siempre como pensando en otra cosa.
-¿Qué te parece una toma en la playa? Yo sobre una toalla blanca, de niña bonita antigüita y asoleándome atrás de unos lentes negros, represento diecinueve años, la cámara se acerca y se enfoca en los papeles que están al lado, son mi diario y alguna novela nueva que pretendo ojear descuidadamente mientras, en verdad, estoy absorta en mi mis recuerdos y mantengo la mirada alternada entre el infinito y la pluma que sostengo en la mano… El, es un poco menor y esta sentado frente a mi, y no lo puede evitar… se deja llevar por mi vello púbico que dejo entrever en las orillas de mi bañador y yo, fingiendo inocencia, administro a mi capricho el como me expongo, después, en una toma muy sutil en que me acomodo el traje de baño pasando les dedos por dentro de el, para lograr mantenerlo nervioso, embobado, mientras platicamos y nos ponemos de acuerdo de algo que no tiene trascendencia en esta toma y no tendrá sentido hasta la conclusión, en esa escena en que me mira de frente mientras yo me alejo hasta el infinito, de espaldas, sin voltear mientras él se queda esperando, por siempre esperando, al final ni siquiera un nombre tuvo-
-Estos hombres no tienen un nombre, son grises y solo son parte de la fantasía y a veces... ni siquiera existen
Y se me quedó viendo, sonriendo sin contestar.


Ahí estaba ella en una esquina, fuera de las cuatro paredes intimas y seguras de su casa en Santiago, radiante y con su postura atrevida enseñando el rubio velo púdico que, recatado, ocultaba alguna fortaleza inexpugnable para mí, y yo, no comprendía como estaba tan cerca y no encontraba el valor de verlo con toda mi cara. Y a más, siempre ese olor que me volvía loco mientras más me acercaba a platicar sin concentrarme.

Por un momento, si solo un momento, ella era la indicada, no importaba que fuera mayor ni que nunca me atreviese a descifrar que me quería decir cuando volteaba las palmas de sus manos hacia mi y se me quedaba viendo fijamente con sus ojos hundidos, mientras yo perdía el oído y solo me quedaba con la vista disipada en sus labios, el tacto en las yemas de mis dedos sobándose una contra otra, el olfato para adivinar que tan cerca de mí se encontraba y ese sabor dulce en mi boca mientras le saboreaba sin decir nada sintiendo esa enorme necesidad.

Apoteótica ella, y yo… delirante, viéndola escribir o leer sus apuntes, ahora sé que esta vestida de letras y lejos de mis fantasías. Y ¿Por qué siempre ponía cara de estar interpretando un papel protagónico en un cuento? Totalmente mundana, desinhibida y lista para la crónica rosa, Angie se da cuenta de cómo la veo y de como cada vez estoy más nervioso, aprovecha para acomodarse el bikini sin el menor disimulo frente a mi y con la gracia de quien domina la situación. Siempre sonriendo de ella misma y… de mi, que no puedo disimular enfrente de ella, ni aparentar otra cosa que estar embelesado.

Tomé el café y lo saboreé pausado, sorbo a sorbo. Como si el cuidado con el que ella lo preparó fuese amor correspondido, como si lo caliente y dulce que yo pedí que preparara mi remedio, fuera una buena razón para disfrutarlo muy lentamente a su lado. Mientras que ahora, me quedo con las dos manos sosteniendo la taza, sintiendo como se desprende ese calor que entusiasmaba la plática y me motiva para seguir recordándola, ahora y con esta otra taza de café, frío, que no sabe a nada y queriendo quitarme la carne para alcanzarte.

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